La víctima es débil porque la pueden presentar
como culpable. El poblado es un foco de conflictos
de droga y delincuencia, los vecinos son los parias
de la tierra, hay muchos gitanos y migrantes a los
que criminalizar y las familias no tienen licencia
eléctrica porque el asentamiento es ilegal. Pero la
realidad detrás de la Cañada es que ahí viven miles
de pobres y precarios de clase trabajadora que tie-
nen que convivir con el mercado de la droga y con
las narcosalas que son minoritarios en el barrio. En
la mayor nevada en 50 años, en medio de una ola
de frío histórica, la empresa y las administraciones
están sometiendo a una tortura inhumana a quienes
no tienen nada más que problemas.
Los responsables directos son la Comunidad y el
Ayuntamiento de Madrid. Sólo el alcalde Almeida,
después de tres meses, ha ofrecido una nave a la
que no han querido irse los vecinos, lógicamente,
porque lo que quieren es que vuelva la luz a sus
casas, no vivir en un pabellón. Tampoco está re-
accionando como debiera el Gobierno central, que
podría declarar zona catastrófica o buscar meca-
nismos para intervenir, como le han pedido Nacio-
nes Unidas, el Defensor del Pueblo y el Comité de
Derechos del Niño y la Niña. Pablo Iglesias ha pe-
dido a Naturgy que devuelva el suministro y a
Ayuso que pida ayuda a la Unidad de Emergencias
Militar. No lo harán, por lo tanto no es suficiente
con pedirlo, hay que imponerlo o actuar.
Por supuesto que la Cañada Real necesita una solu-
ción integral que acabe no sólo con el frío, también
con la marginación y la droga y procure una vida
digna a estas personas. En 2017 se firmó un pacto
que preveía derribos, realojos y asfaltado para el
sector más pobre y garantía de suministro para la
zona. Tres años después no se ha hecho efectivo y
la llegada del PP al Ayuntamiento y la Comunidad
le ha dado carpetazo. Su plan es otro, provocar la
huida de los vecinos para liberalizar suelo y para
allanar el camino de las promotoras que están cons-
truyendo alrededor. El ladrillo por delante de las
personas, el dinero por delante de la vida. ¿A quién
le importan estos muertos de frío?
La Cañada es tierra de nadie. Ninguna administra-
ción se hace cargo de estos nadies. Tampoco la
empresa eléctrica que ni siquiera demuestra un mí-
nimo de compasión ante las temperaturas gélidas
que estamos padeciendo. Ha muerto una persona.
Pueden morir más. Debería pesar en la conciencia
de los responsables, pero han demostrado que no
tienen.