Boletín núm. 4 - 25 de marzo de 2021
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En nuestra reunión anterior, el día 8 de este mes, acordamos tener la de abril el día 12
de ese mes, a las 18.00 h. como de costumbre, y de forma telemática como venimos
haciendo últimamente. En cuanto al tema a estudiar y comentar, se vio que, a menos
que surja otra cuestión más urgente, podríamos seguir con la lectura del libro de José
María Castillo: «El Evangelio marginado».
De ese texto, corresponde el capítulo 5º, (páginas 105-122). El título del capítulo es: «Fe
y seguimiento de Jesús». Algunos/as de vosotros/as tenéis ese libro. Quienes no lo
tenéis, podéis ver el texto del libro completo en Internet, en la dirección:
https://carleos.epv.uniovi.es/~faustino/bibio/evangelio%20marginado.pdf
Está en formato PDF. Se puede bajar al ordenador de cada uno.
Hay otra forma de verlo, más cómoda que la que facilita el PDF. En la dirección:
https://carleos.epv.uniovi.es/~faustino/bibio/El%20Evangelio%20marginado/mobile/index.html
Pinchando sobre ese enlace podéis ver que el libro aparece en pantalla precisamente en
forma de libro, es decir, que se puede ir pasando las paginas de manera similar a como
se hace manualmente. Para quienes no conocéis ese programa, se incluye más abajo
una explicación de la manera de avanzar las páginas hacia adelante, hacia atrás, ir al
princio del libro, al final, buscar una página determinada…
Esta forma de presentación del libro es accesible mientras se conserve en el servidor de
Internet en la que se encuentra, pero puede ser retirado de ahí, por lo que qui
interese a alguno/a instalarlo en su ordenador personal. Esto es factible pero se trata
de un procedimiento más complicado.
E
n este diagrama se muestra el manejo del programa para la visualiza
-
ción del libro en pantalla: los sitios donde se debe pinchar con el ratón
para el avance y retroceso de páginas, ir a una página concreta…
El día 13 de marzo tuvo lugar el anunciado Encuentro telemático de REDES CRISTIANAS
para tratar el tema de la emigración. Arcadio Díaz Tejera, juez de Las Palmas, hizo una
magistral presentación de la problemática de los inmigrantes, concretamente los de origen
africano que arriban ilegalmente a las costas españolas. Por su profesión, él está en contacto
y conoce lo que se refiere a los inmigrantes que llegan a las islas Canarias.
Por su exposición del tema se puso de manifiesto que su relación con los inmigrantes bva
más allá de lo estruictamente profesionaol de su cargo judicial. Él afronta la problemática de
los infelices inmigrantes con sensibilidad humana. Su labor va, por propia iniciativa, más
allá de cuidar de que tengan una estancia digna. En junio del pasado año hizo un
llamamiento ciudadano para llevar al juzgado ropa y zapatillas. Eran para una ONG que
cuidaba de los que habían estado en su Centro de internamiento, que él ordenó cerrar en
marzo por la covid e Interior volvió a abrir en septiembre con aforo limitado.
Díaz Tejera no se muerde la lengua para denunciar las violaciones de derechos de los
migrantes. Decidió cerrar un Centro de Internamiento en plena pandemia ante la cantidad de
positivos, y denunció de paso el "hacinamiento" de un centro instalado en una antigua
cárcel, con espacios comunes reducidos, para unas personas que han estado durante años
trabajando para ahorrar los 2.500 o 3.000 euros que cuesta pagarle al traficante de seres
humanos.
A Díaz Tejera le preocupa también el aumento del rechazo a los migrantes. "Cada vez más,
entre la población que se deja llevar por lo simple y que no soporta la incertidumbre y el
miedo del presente, como ven las barcazas en los telediarios, se va extendiendo en la
población, que siempre ha sido hospitalaria y nunca ha sido xenófoba, la idea de que esto es
una invasión".
A ello no ayudan las islas, "territorios fragmentados con una densidad de población muy
alta y pocos recursos", ni la crisis de la pandemia. "La angustia sube, sube el miedo y va
comiendo el discurso de que los que vienen te quitan el puesto de trabajo, tu pensión, las
ayudas y la vivienda. Y todo eso es falso, porque nadie recibe un euro sin estar como
mínimo 3 años en España".
"Cuando se meten esas fantasías de que hay barcos nodrizas a mitad de camino, son
fantasías elaboradas, porque no hay ninguna constancia, ni en Salvamento Marítimo, ni en
la Guardia Civil, ni en la Armada española, de que existan esos barcos nodrizas", enfatiza,
porque se siente llamado a "contrarrestar la intoxicación". "Creo que es mi obligación cívica
y constitucional".
Si su trabajo molesta a alguien, Díaz Tejera defiende que él no da "titulares, pero muchos
argumentos" en sus autos, y hasta el momento, dice, el Ministerio del Interior ha cumplido
puntualmente sus decisiones sobre el Centro de Internamiento de Extranjeros.
Los gobiernos, que responden, recuerda, cada 4 años, "no se atreven a explicar estas cosas a
la gente". "Se dejan llevar por la presión de los que más ladran. Porque al que ladra mucho,
aunque sea un desalmado y un desaprensivo, se le hace caso y se le escucha".
Tras la conferencia tuvo lugar un debate con intervenciones de algunos del casi centenar de
participantes en el Encuentro.
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eflexión: “
C
reo en
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ios”.
Q
D
ios y qué fe
No creo en el Dios-Diosa del teísmo, del temor, de las creencias absolutas, sino en el Dios-
Diosa que es Amor, fundamento de todo amor, al que sólo en-contramos en el amor, en lo
profundamente humano, en la diversidad, en la comunidad y en la libertad.
No creo en el Dios o Diosa teísta
No me entretendré en explicar la imagen del
D
ios
-
teísta en quien no creo.
H
ay personas
“todavía” ancladas en ese teísmo de una religión del temor, del pecado y de creencias
absolutas.
S
i son felices con esa religión, adelante.
Y
o no las culpabilizo. Las comprendo y
respeto, pero ojalá pudieran liberarse y superarla. Es una fe pre-moderna. La misma religión
cristiana ha creado imágenes de Dios, inaceptables hoy día, que han producido ateísmo de
ese dios patriarcal, irracional, poderoso, clerical
D
e esos “dioses yo también soy ateo,
gracias a
D
ios.
El Dios en quien creo (o Diosa, da igual) o en
quien quiero creer es el Dios que voy descubriendo
con Jesús de
N
azaret. El Dios Misterio de Amor
que él llamaba Abbá” (Papá y Mamá), como
expresión de amor y confianza. La expresión
bíblica que me parece más breve, clara y
aproximada es la de “Dios es Amor” (1Jn 4,8). Al
menos, la palabra “Amor” es una referencia
humana universal, más allá de lo religioso. La vida
misma es un misterio de amor.
Sí creo en el Dios Amor
Que “Dios es Amor” es el fundamento de todo amor: somos capaces de amar porque somos
amados y amadas. “Donde hay amor, ahí está Dios”. En todo amor, paternal, maternal,
fraternal, sororal, amical, familiar, solidario, conyugal, comunitario, heterosexual,
homosexual o queer… Incluso, por equivocado que pueda parecer, si hay amor, ahí está
Dios. La creación entera, la existencia misma es fruto del Amor. El Bing-Bang fue una
explosión de amor. Somos “polvo de estrellas”. Somos Amor.
Asimismo, la “bondad”, toda bondad es fruto y reflejo de quien es la Bondad (“sólo Dios es
bueno”) y origen de toda bondad, también la de todo el Universo: “Y vio Dios que era
bueno” (Gen 1,18). También la historia es un misterio de amor, que viene del amor y
“evoluciona” hacia la plenitud de comunión cósmica en el amor.
A Dios no lo conocemos; lo encontramos en el amor
A Dios nadie lo conoce. Pero si amamos al hermano, nos acercamos a Dios, o mejor, Dios
está ya en ese amor, se llame como se llame. Amémonos las personas unas a otras porque el
amor viene de Dios y toda persona que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no
ama no conoce a Dios, porque Dios es Amor”(1Jn 4, 7-8).
Del amor de Dios no debemos preocuparnos. No nos va a fallar: “¿quién nos separará del
amor de Dios?”. Del amor a Dios tampoco debemos preocuparnos mucho. Él o Ella no
necesita que le amemos ni nos va a pedir cuentas sobre si le hemos amado o no. De lo que
debemos ocuparnos es de amar a las demás personas, porque lo amando tiene sentido la
vida. Y amando a las demás personas ya estamos amando a Dios, o Dios las está amando
con nuestro amor.
Él-Ella sabe lo que necesitamos
Jesús nos enseña a vivir en la confianza de Dios
Amor como Padre nuestro”. Esa misma actitud
de confianza sustenta mi sentido de la oración y
de la relación con Él-Ella. Dios no necesita
nuestra oración. Somos nosotros y nosotras
quienes necesitamos expresarle nuestros deseos e
inquietudes, darle gracias… Todo eso Él-Ella ya
lo sabe. Es más, es su Espíritu quien nos anima y
ora en nosotros. La oración es abrirnos a Él, a su Amor (dejarnos querer), a su Espíritu que
siempre se nos está dando. Necesitamos la oración como necesitamos el silencio, como
necesitamos respirar: la oración es hacer consciente esa “respiración”.
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Es el Dios-Diosa de la diversidad, la comunidad y la libertad
Superando la imagen patriarcal de Dios, percibimos el rostro materno de Dios, el Dios-Diosa
de la diversidad. Es sobre todo en lo profundamente humano donde mejor podemos
experimentar su presencia y amor liberador. Más allá de la religión hay una espiritualidad
humanista profunda-mente cristiana. En la humanización se realiza el proyecto de Dios.
Creer que Dios es amores el origen de todo amor. “Podemos amar nosotros porque él nos a
primero” (1 Jn 4,19). Esa es mi fe como “confianza” .
Lo humano es sagrado
Esta espiritualidad es esencialmente comunitaria. La fe es personal pero también
comunitaria. Dios es y hace comunidad. Si es Amor, no puede ser individualista. Jesús
vivió esa comunión con su Abbá, con el grupo de hombres y mujeres que le seguían y con
las gentes que “andaban como ovejas sin pastor”(Mc 6,34). El hombre Jesús llegó a su
plenitud por un amor total y desinteresado: “Pasó haciendo el bien”. Quienes le seguimos lo
hacemos en comunidad: donde dos o tres nos reunimos en su nombre, sentimos su presencia
viva que nos hace comunidad cristiana. La fraternidad y sororidad son un don y una forma
del amor de Dios: “creemos”, “oramos”, “vivimos” en comunidad.
La vida de Jesús estuvo enfocada al Reinado de Dios. La nuestra también. El objetivo
último no es “la salvación de nuestra alma”, sino la implementación del proyecto liberador
de las bienaventuranzas para toda la humanidad, como una utopía significada en el
evangelio en un gran banquete de toda la gran familia humana, al que los primeros invitados
son los últimos y últimas de este mundo. Esa utopía ilumina nuestras vidas: “Habrá un a
en que todas veremos una Tierra que ponga libertad. Pero esa hermosa mañana habrá que
empujarla para que pueda ser”.
Reflexión: Existir para alguien:
el comienzo de la esperanza
No hay mayor pobreza que la de no ser nada para nadie. Y donde hay inexistencia no
puede haber esperanza. Pero la esperanza se construye, y quien tiene esperanza la
contagia a otros “ayudándoles a existir”, a ser tenidos en cuenta. La esperanza es
silenciosa; sólo rompe su silencio cuando tiene que denunciar desigualdades e
injusticias.
Pobre, radicalmente pobre, es quien ni siquiera existe para alguien; nadie aguarda su
llegada ni él o ella esperan la llegada de nadie. El descartado, el marginado, el rechazado,
el prescindible, el que pasa por la vida aparentemente sin dejar huella, el irrelevante, el
insignificante en el conjunto social… es un inexistente.
Y no hay brote de esperanza donde hay inexistencia, donde no se es mirado a los ojos. Si
nadie me espera, nadie me echará en falta; si nadie me reconoce por mi nombre o por mi
rostro, nadie notará mi ausencia ni mi sufrimiento. Soy un subproducto entre los muchos
productos más valorados que yo en el mercado social. Y entonces la desesperanza me
atrae con la intensidad con que la fuerza de la gravedad de un agujero negro impide que
una estrella pueda emitir su luz en medio de una galaxia de estrellas que emiten luz:
soy un agujero negro, no emito luz para nadie y no espero nada.
Una de las experiencias más duras de la pandemia causada por el coronavirus ha sido que
muchas personas (y también grupos sociales e incluso países) han pasado a formar parte
del inmenso grupo de los inexistentes: soledad absoluta, aislamiento social forzado,
ausencia de autonomía para las relaciones, desaparición del acercamiento de otros a causa
del miedo y del sálvese quien pueda, pobreza; en definitiva, deslizamiento por la rampa
de la inexistencia.
La desesperanza no es una fatalidad; todos somos responsables, en una medida o en otra,
de que exista, porque la desesperanza se construye. Pero, por el mismo motivo, la
esperanza no llueve de las nubes sino que también se construye.
El desesperanzado sólo querría que alguien lo mirase de un modo que lo haga sentirse
querido, porque con nuestro modo de mirar damos existencia, o no, a quien miramos.
Pero cuando la esperanza del que mira es débil, no se puede amar, no se puede transmitir
esperanza al otro. Por eso es tan importante construir dentro de nosotros una esperanza
fuerte, aunque sea en medio de dudas y errores.
La esperanza no es una fantasía que nos aleja de la realidad como si fuera una
adormidera, sino una energía que nos introduce en ella, en los problemas humanos, en las
dificultades de otras personas y en las nuestras. No es paternalista, no regala lo que sobra;
cree en el otro porque también espera del otro, pues “la existencia de cada uno de
nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de
encuentro” (Francisco, Fratelli tutti, 66).
La esperanza nos mantiene alegres (Rom 12,12), porque la tristeza crónica es
incompatible con la esperanza. Es paciente y constante; no busca seguridad, sino un
futuro individual y colectivo mejor, sin pretender nada a cambio.
La fuerza de lo enormemente frágil
Entre lo enormemente grande, el universo, estudiado por la astrofísica, y lo enormemente
pequeño, lo subatómico, el microcosmos, estudiado por la física cuántica, está lo
enormemente frágil, el ser humano, que se estudia a mismo en la experiencia de cada
día. ¿Cuál es la fuerza de lo enormemente frágil? La esperanza.
La esperanza es un signo de identidad de la persona profunda y forma parte de la
identidad de quien se ve a mismo como existente para alguien. Los momentos difíciles
ponen a prueba la calidad de esa esperanza, que no es la proyección de un deseo sino una
fuerza para no dejarse atrapar por límites, porque esa es la razón de su ser.
Pero la esperanza pasa por un aprendizaje silencioso y una actitud del interior de la
persona que, poco a poco, le ayuda a ver cuando no se ve nada. Por eso, sólo puede
ayudar a otros a caminar en la densidad de las muchas nieblas de la vida quien
previamente ha aprendido a aceptar la niebla y a moverse en ella afrontando el miedo y la
falta de luz.
Trabajar para que todos existamos
La esperanza y, frecuentemente, la vida- de los desesperanzados depende, en gran parte,
de la esperanza de quienes la tienen, porque la esperanza se contagia. Para que alguien
pueda tener esperanza necesita ser esperado, existir para alguien, que alguien le llame, le
hable, le mire, le abrace, le dedique tiempo, le escuche y haga algo por él o ella.
La esperanza no está en el ruido, sino en el amor silencioso. Sin embargo, rompe su
silencio, sin pensárselo, para unirse a la voz de los que no tienen voz y darles voz,
denunciando con energía cualquier injusticia: la que se comete con el inmigrante que no
es tratado como persona, o con la mujer que aguanta por miedo la violencia de un
hombre, o con la niña que sufre abusos sexuales, o con el homosexual acosado en la calle
o en el trabajo, o con quien tiene otra cultura u otros credos.
Encontrar o recuperar el sentido de la vida tiene mucho que ver con la esperanza con que
la vivimos. Dar y recibir esperanza es trabajar para que todos existamos, o sea, que nos
sintamos personas y se nos reconozca como tales, que sintamos que pertenecemos
dignamente a la humanidad, porque “no existe peor alienación que experimentar… que
no se pertenece a nadie” (Francisco, Fratelli tutti, 53).