A
A
A
n
n
n
t
t
t
e
e
e
e
e
e
l
l
l
n
n
n
u
u
u
e
e
e
v
v
v
o
o
o
c
c
c
u
u
u
r
r
r
s
s
s
o
o
o
Va pasando el verano y podemos irnos planteando cómo organizar la actividad de
nuestro grupo de
Cristianos de Base
para el curso
2021
-
2022
.
L
os datos de que dispone
-
mos parecen indicar que el proceso de normalización de la situación sanitaria está
siendo más lento de lo previsto. En principio, no parece aconsejable hacer el encuen-
tro veraniego que solíamos hacer, en tiempos normales, en el mes de septiembre.
Pero para octubre, sea de forma presencial o telemática, podremos reanudar nuestra
actividad. En el curso pasado lo pudimos hacer telemáticamente por la ayuda que nos
prestó Luis López, lo que es muy de agradecer. Si a partir de octubre podemos actuar
presencialmente, se ha resuelto el problema de que ya no nos dejan renirnos en la
Casa de la Iglesia
. Desde ahora podremos hacerlo en los locales de la
Cocina
Económica
(
Asociación Gijonesa de Caridad
), calle
M
ieres, m.
17
.
E
l tema a tratar en esa
pri
m
era reunión del curso, si no proponéis otra cosa, podría ser otro capítulo, el 8º, del
libro
El Evangelio marginado
, de José M. Castillo. En las siguientes dos ginas de
este boletín hay una especie de introducción de esa capítulo; podría ser considerado
como una primera intervención del debate que tengamos sobre el mismo.
Pero si, como deseamos, la reunión será presencial, además del estudio y debate del
te
m
a que lleve
m
os, podre
m
os tener ta
m
bién una
C
elebracn
E
ucarística co
m
o solía
m
os
antes de la pandemia. Esto tiene mucha importancia para quienes encontramos muy
frustrante y vacío el culto de las parroquias. Sobre este tema hay bastante atención en
este número del boletín. Como sabéis, intentamos que nuestras celebraciones eucarís-
ticas sean más participativas, más en consonancia con el espíritu comunitario de lo
que Jesús instituyó. Este es uno de los temas en los que la Teología de la Liberación
se siente más distanciada de la práctica religiosa tradicional. En la preparación de
estas celebraciones eucarísticas intervino activamente durante mucho tiempo nuestra
querida Elvira Fueyo, a cuyo sepelio asistimos hace pocas semanas. Si alguna otra
persona del grupo quiere y puede sustituirla en esa tarea, sería muy de agradecer. Ésta
sería también una forma de participar en lo que debe ser algo comunitario y no el
trabajo específico de personas concretas.
Como informamos en el anterior número de este boletín, en octubre tendlugar el
VII Encuentro estatal de
REDES CRISTIANAS
. Iba a celebrarse el o pasado en
Tenerife, pero no fue posible por la pandemia y se pospuso a este año, pero su
celebración será telemática. El Encuentro será los días 23 y 24 de octubre. Los
talleres tendrán la siguiente te
m
ática: -La renta básica universal y los cristianos, -¿Q
pasa con las inmatriculaciones de la Iglesia Católica española? -Mujeres en salida del
confi-namiento eclesiástico. -La pandemia: experiencia compartida de fragilidad y
solidari-dad. -Graves consecuencias de la pandemia: una mirada a la realidad del
mundo obrero y del trabajo. -Cuidar los comunes (sobre la “Fratelli tutti”). Ver
información completa en la página web:
http://www.redescristianas.net/category/vii-encuentro/
Boletín núm. 9 - 20 de agosto de 2021
Prosiguiendo el estudio de esta obra de José M. Castillo, vemos en su octavo capítulo
que el teólogo profundiza en el tema de la contradicción o contraste que se da entre la
práctica religiosa convencional y el seguimiento de Jesús tal como el Evangelio lo
presenta. El autor destaca el hecho de que precisamente esa contradicción fue la causa
del desencuentro de Jesús de Nazaret con las autoridades religiosas de su pueblo y
que culminó con la condena a muerte del disidente por parte del Sanedrín (los
sacerdotes y maestros de la Ley).
A lo largo de todo el capítulo se van mostrando las incompatibilidades entre la
práctica formal de unos ritos y unas leyes con el bienestar y servicio a las personas,
que desde el punto de vista de Jesús debe ser el objetivo de la religión bien entendida.
Sobre todo, el Maestro de Nazaret quiso dejar claro que el centro de la piedad no es,
no debe ser, tal o cual templo, tal o cual lugar sagrado, ni tal o cual Ley religiosa, sino
la persona humana. Por eso, no tuvo reparo en quebrantar el mandamiento del reposo
en día sagrado del sábado para curar a un enfermo... Según él, la persona y su salud
son más importantes que tal o cual precepto que restringe la actividad humana. Se
hizo el sábado para el hombre, no el hombre para el sábado. Y en cuanto a la
oración, lo importante es que se haga “en Espíritu y en verdad”, no importa el lugar ni
el día en que se haga. Precisamente el objetivo de las normativas rituales, litúrgicas,
es el de especificar ese tipo de limitaciones innecesarias sobre lugares, fechas y
formas de realizar la oración. Y lo peor del caso es que el personal que se dedica a la
elaboración de ese tipo de formulaciones vive precisamente de eso, del culto, del
templo, de la interpretación de unas escrituras, de imponer a las personas unas cargas
pesadas que con frecuencia ni siquiera ese personal es capaz de soportar. Jesús, al
criticar eso, estaba atacando la base del poder de esas jerarquías y se estaba ganando
la hostilidad de esos poderes, que finalmente le llevaron al cadalso.
Debemos contemplar otro aspecto de la cuestión. El capítulo que comentamos lleva
por título Religión y Evangelio: ¿son compatibles? Es como poniendo en duda que lo
sean. Aquí se está hablando de la religión en general, como fenómeno humano, y se
pregunta si puede ser un peligro. Por el texto del capítulo del Evangelio de Juan, el
pasaje del diálogo de Jesús con la samaritana del pozo de Sicar, se ve que una de las
diferencias entre la religión que practicaban los judíos con la que practicaban los
samaritanos era acerca del lugar sagrado o templo de oración. Había algunas otras
diferencias sobre normativas legales.
E
n todo caso se trata de cuestiones religiosas que,
una vez más, dividen a la gente, a las personas y a los pueblos. Ya sabemos lo que
fueron después las cruzadas, la Inquisición, las guerras de religión… cuando se
escriben estas líneas están llegando noticias de la preocupación que se vive en
Afganistán tras la conquista por parte de los talibanes, que se cuentan entre los grupos
musulmanes radicales que suelen ejercer la violencia por motivos religiosos. Se mata
en nombre de
D
ios, por diferencias religiosas; si la religión sirve para eso, más valdría no
tener ninguna relign.
Q
uienes ejercen violencia en nombre del
E
vangelio demuestran
no haber entendido nada de lo que significa el Evangelio. Debe estar la religión para
el servicio a las personas, no las personas para someterse a las religiones.
Volviendo al tema del culto y los rituales religiosos, el autor del libro nos recuerda
que, según los evangelios, con el Dios de Jesus no nos relacionamos mediante rituales
sagrados, sino mediante nuestra conducta. Los rituales, en efecto, fueron, y siguen
siendo, una carga pesada para los cristianos. Y una carga que, con frecuencia, las
religiones suelen anteponer a la vida, es decir, a la paz, a la felicidad y a la alegría de
vivir. Pero está, además, el hecho de que el culto litúrgico o ritual, cuya finalidad era
la de ser símbolo de algo que las personas viven internamente e informar nuestra
conducta, acaba perdiendo ese significado y quede sólo la mera ceremonia que se
cumple como un trámite o precepto, pero sin evocación o relación alguna con el
significado que se le supone.
De hecho, por ejemplo en las misas que se celebran en las parroquias, por la forma
insulsa, ritual y no participativa que tienen, es difícil ver en ellas la realización del
mandato de Jesús de hacer muchas veces lo que él hizo en la cena de despedida con
sus seguidores. Se trataba de que se le recordase, lo que significa recordar su
enseñanza y su ejemplo. Celebrar eso tiene que constituir un compromiso con la
realización de su idea del Reino de Dios. Pero todo se queda en la repetición de un rito,
una fórmula, que se convirtió en una rutina y no tiene más fin que el cumplimiento de
un precepto. Precisamente en estas fechas, otra noticia que se está difundiendo es que
47 personas murieron de hambre y sed en una patera que se dirigía a un país, como el
nuestro, en el que cada domingo se celebran miles de misas, y ese tipo de noticias nos
dejan indiferentes por la frecuencia con la que se repiten. Eso significa que no hemos
comprendido nada del mensaje de Jesús de Nazaret y su proyecto del Reino de Dios, a
pesar de tanta misa, tanto rosario, tanta procesión religiosa, tanta adoración eucarística
perpetua... Jesús no quiere ese tipo de culto látrico y descomprometido, quiere que
nos ocupemos de nuestros hermanos y sus necesidades.
J. M. Castillo nos recuerda en este capítulo que… Fue el mismo Jesús quien insistió
en la argumentación critica que se refiere al valor, a la verdad, al origen y a la
efectividad de los ritos religiosos. Jesús dijo sin titubeos y argumentando con la
autoridad del profeta Isaias- que "el culto que me dais inútil, pues la doctrina que
enseñáis son preceptos humanos" (Is 29, 13, citado por Mc 7, 6-7; Mt 15, 8-9). El
Padre-Dios, del que nos habla Jesús (y se nos revela en el), es un Dios que no quiere
ritos religiosos. Ni tampoco se le encuentra observando rituales sagrados. Según el
evangelio de Mateo, Jesús insistió en este asunto capital, repitiendo dos veces el
conocido texto del profeta Oseas: "Misericordia quiero y no sacrificios" (Mt 9, 13;
12, 7; Os 6, 6). El hecho es que, según los evangelios de Marcos y Mateo, los rituales
religiosos tradicionales observados como tales rituales al pie de la letra, lo sirven
para engañar a los fieles observantes, para tranquilizar sus conciencias. Pero, en
realidad, se utilizan con frecuencia para satisfacer meros intereses económicos,
sacándole el dinero a la gente devota para provecho economico de los profesionales
de la religión, al tiempo que dejan desamparados a quienes más lo necesitan.
Por motivos familiares estuve recientemente durante dos semanas en una zona
de la periferia de Madrid. Asistí, junto con mi esposa, a las misas que tuvieron
lugar en la parroquia del distrito en los correspondientes fines de semana,
concretamente los sábados, 24 y 31 de julio. El primero de esos días
constatamos, mi esposa y yo, que la acústica del templo era fatal; no se
entendía nada de lo que se decía desde el presbiterio. El sábado siguiente nos
situamos cerca de uno de los altavoces de la sala, pero el resultado era el
mismo. Se oía el ruido de las voces, pero era imposible saber lo que estaban
diciendo el celebrante y los lectores de los textos litúrgicos. De la homilía del
día 31, yo al predicador le capté una sola palabra: "maná", y comprendí que se
estaba refiriendo al texto evangélico de ese día, que yo conocía, pero no por la
lectura previa de esa celebración, pues no se había entendido nada al lector. El
sábado anterior la cosa había sido similar. Al predicador de la homilía sólo le
capté la expresión: "Pórtico de la Gloria", lo que me hace pensar que quizá
estaba hablando sobre la conocida leyenda de la predicación del apóstol
Santiago en España, pues era el día de la celebración de ese santo.
Yo me preguntaba cómo era posible que ninguno de los feligreses de esa
parroquia hubiese informado al párroco sobre esa anomalía acústica del local.
Me dediqué a mirar los rostros de los asistentes al culto para ver si daba la
impresión que ellos estaban oyendo lo que yo no oía, y lo que me pareció
percibir es lo mismo que cuando miro el semblante de los asistentes al culto en
otras parroquias y en otros lugares: una absoluta indiferencia sobre lo que se
estaba diciendo desde el presbiterio, se oyese o no, se comprendiese o no. Me
vino a la memoria la predicación que en otras dos fiestas de Santiago
precisamente. En una de ellas, el predicador, más sincero o mejor informado,
explicó a los asistentes que el apóstol Santiago jamás estuvo en España, ni
vivo ni muerto, y que los restos que se veneran en Compostela pertenecen, en
realidad, a Prisciliano, un obispo que fue condenado como hereje y decapitado
hacia finales del siglo IV. Lógicamente ese predicador dedicó más atención al
Santiago de los Evangelios y el libro de los Hechos de los apóstoles. Si
inicialmente Santiago compartía la ambición de su madre que pidió a Jesús
puestos de privilegio para sus hijos en el poderoso reino mesiánico que se
suponía iba a establecer, después Santiago comprendió la verdadera naturaleza
del reino de Jesús y no dudo en sacrificarse por él. El público recibió esta
lección con la misma indiferencia que si le hubiesen vuelto a contar la
consabida leyenda del Santiago que vino a España a predicar y al que luego
trajeron a enterrar en Galicia. En la otra celebración recordada, al predicador
no parecía interesarle para nada el Santiago del Evangelio, pero tampoco el
apóstol que viajara a España. El único Santiago que parecía interesarle a él era
el de la Batalla de Clavijo, del que dice una leyenda medieval que apareció allí
cabalgando un caballo blanco, enarbolando una bandera con una cruz y
matando a espada a gran cantidad de moros. Entre las "perlas" que este
predicador soltó a su público estaba una frase, que repitió varias veces, y que
decía que la cruz y la espada son una tradición que expresa la esencia de
España.
El caso es que el público de todas esas distintas lecciones sobre la figura de
Santiago reaccionaba de la misma manera indiferente y pasiva a lo que se
decía desde el presbiterio, fuese lo que fuese. En realidad, se podrían
intercambiar los públicos de las diversas versiones sobre Santiago, y la
respuesta hubiese sido la misma, es decir, no hubiese habido ningún tipo de
respuesta. Lo que atrae mi atención ahora no es el asunto de Santiago sino esa
actitud (mejor dicho "no-actitud") del público a las celebraciones religiosas
católicas. Pero a todas; a fin de cuentas, maldita la importancia que tiene que
el cadáver de Compostela sea de Santiago, de Prisciliano o de la vecina del 5º.
Lo verdaderamente preocupante es la deformación religiosa que nuestra
Iglesia estuvo fomentando durante muchos siglos. A esa deformación la
podríamos llamar “Espíritu Tridentino" por llamarla de alguna manera, aunque
quizá le cuadrara mejor la expresión "Mentalidad Constantiniana", pues el
origen del mal no fue el Concilio de Trento sino el siglo IV, la época de los
Césares Constantino y Teodosio.
Ese tipo humano del católico laico que asiste a las ceremonias religiosas de su
parroquia de forma pasiva y descomprometida es un producto acabado de 17
siglos de magisterio eclesiástico de tipo constantiniano. Son unos fieles
católicos que aguantan impasibles lo que les suelte un párroco que ellos no
eligieron, que fue nombrado por un obispo que tampoco eligieron ellos, que a
su vez fue designado por un papa en cuya elección no participó tampoco el
conjunto de miembros de la Iglesia, y que está manipulado por una curia
vaticana sobre la cual no tiene ningún control la membresía eclesial. Ese
colectivo laico está acostumbrado a que le traten como a un eterno menor de
edad. Durante muchos siglos le estuvo vedado el acceso a las escrituras
bíblicas pues no se podían traducir a idiomas que el pueblo hablaba, y hasta
hace no mucho tiempo el idioma litúrgico era el latín, que la casi totalidad de
los laicos no comprendía (y quizá muchos religiosos tampoco).
El culto que se genera en ese medio constantiniano-tridentino ignora a la
comunidad y mata o anula el espíritu asambleario, así como los impulsos
proféticos que pueden surgir en la base del colectivo eclesial. Concibieron la
monstruosa idea de que el culto litúrgico administrado por la jerarquía
eclesial, por medio de un sacerdocio que fue inventado por la misma jerarquía,
es eficaz por sí mismo al margen de la participación que pueda tener el pueblo
en ella. Por eso las celebraciones eucarísticas son poco o nada participativas.
El celebrante hace todo: consagra, predica, a veces incluso realiza todas las
lecturas de la celebración. No hay sitio ni necesidad de la participación de la
comunidad. A los fieles basta con que asistan y escuchen en silencio lo que se
les diga desde el presbiterio. Esta jerarquía tiene tanta fe en la eficacia de la
liturgia que realiza, que incluso bautiza a niños de corta edad que no pueden
entender lo que se está haciendo. El rol de los fieles católicos en los actos
litúrgicos es el mismo que el de los bebés en su bautizo; no hace falta que
entiendan nada. La eficacia del sacramento opera, según la idea de esta gente,
sin la participación subjetiva del receptor del sacramento. Por eso los fieles
católicos al salir de misa se van con la impresión de haber cumplido un
precepto, aunque no hayan hecho nada, ni hubiesen entendido el sermón, o
incluso sin haberlo oído, como me ocurrió a en la parroquia madrileña
antes mencionada.
A ese colectivo eclesial desmotivado y desinformado se le puede encontrar en
las procesiones del Corpus y en las de Semana Santa, en reuniones de la
"Adoración Perpetua", o "Nocturna", o cosas por el estilo, pero no en un acto
de protesta por el desahucio de una vivienda, o en una manifestación contra
los recortes en la Sanidad, o en una protesta por las restricciones a los
inmigrantes, para apoyar reivindicaciones feministas… Es decir, para ellos el
seguimiento de Jesús de Nazaret es simplemente asistir a los actos de culto.
Parece que ese culto tiene una función alienante, la de apartar a la feligresía
del verdadero seguimiento del Maestro Jesús, que es precisamente ocuparse de
las cosas del mundo para mejorarlo, para construir en él el Reino de Dios.
Uno de los actos mas alienantes de la misa es cuando a los asistentes se nos
pone de pie para recitar una cosa que se llama "Credo", que no figura en
absoluto en la celebración de la Cena que Jesús instituyó. Parece tener la
finalidad de marcar diferencias con otros grupos cristianos que tienen otras
creencias distintas, como si esas diferencias dogmáticas tuviesen alguna
importancia. Jesús no vino a instituir ningún Credo; el seguimiento de Jesús de
Nazaret no es ninguna "ortodoxia" sino una "ortopraxis". Ėl no vino a decirnos
lo que teníamos que creer, sino cómo debíamos actuar. La recitación del
Credo puede tener también un función coercitiva; no olvidemos que la
mentalidad constantiniana-tridentina de nuestra Iglesia generó la odiosa
institución de la Inquisición que perseguía y castigaba desviaciones teológicas.
Ese puede ser también un factor que contribuye a disuadir la expresión de
discrepancias de los laicos con relación al Magisterio de la Iglesia. La
Inquisición sigue existiendo, aunque con otro nombre, y aunque ya no se
entrega a los disidentes al brazo secular para su castigo, a nivel subconsciente
sigue funcionando, en el colectivo que se siente miembro de la Iglesia, un
reparo a incurrir en una contestación que puede ser objeto de penas canónicas.
Así pues, nos seguimos poniendo en pie en la misa para recitar ese Credo que
contiene cosas tan absurdas como que Jesús, después de muerto, bajó a los
infiernos. Creo que es cierto que bajó a los infiernos, pero no fue después de
morir sino cuando nació. Su nacimiento fue bajar al infierno o purgatorio que
constituye este mundo en el que vivimos. Y su finalidad fue convertirlo en un
paraíso, lo que él llamaba Reino de los Cielos o Reino de Dios, y a esa tarea
nos convoca. Pero 20 siglos después el mundo sigue siendo el mismo infierno
que era cuando él vino. Eso significa que no estamos cumpliendo su mandato
de amar al prójimo como a uno mismo. Nos pedirá cuentas si abandonamos el
servicio a nuestro prójimo mientras estamos ocupados en nuestros rezos. ¿Está
nuestra religiosidad centrada en el culto y no en la construcción de un mundo
más justo y más humano?
No podemos negar que nuestra Iglesia da mucha importancia a cuestiones como:
dogmas, rezos, peregrinaciones, procesiones, templos, sacerdotes… Todo eso ya
existía en tie
m
pos de Jesús, y antes.
T
odo eso for
m
a parte del aparato ideológico
del sistema, pero Jesús es un antisistema, vino a cambiar el mundo de base. Las
iglesias (no lo la nuestra) se instalan en los siste
m
as de la injusticia, el privilegio.
y la desigualdad en vez de proceder a su transformación en un paraíso, patria
de la humanidad. El esquema constantiniano fue, precisamente, el maridaje, o
prostitución, de la Iglesia con el poder de los Césares, con el sistema de
dominación. Debemos rechazar los esquemas constantinianos y tridentinos
para recuperar a Jesús de Nazaret, su mensaje y su proyecto revolucionario.
Fastino Castaño
La condena del bloqueo de Cuba por la ONU viene siendo radical y unánime
desde hace 30 años, con excepción de unos 5 votos. La política yanqui, sin
embargo, con despliegue de su inmenso aparato mediático, pregona que todos los
problemas de desabastecimiento, pobreza y carencia de los otros mil recursos
ecomicos, comerciales y técnicos que Cuba sufre, son efecto de la dictadura
interna, instalada por la Revolucn en 1959.
La verdad ¡oh paradoja!- es otra y sale de la boca misma del Estados Unidos,
pues el objetivo verdadero del Bloqueo lo previó en su memorando Lester
Mallory, Sub secretario de Estado de la Administración norteamericana el 6 de
abril de 1960.
Su contenido deberíamos imprimirlo en una pancarta o cartel, para exhibirlo en
todos los lugares del mundo.
Dice textualmente:
“La mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de
restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que
surjan del malestar económico y las dificultades materiales… hay que
emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida
económica de Cuba… una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y
discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero
y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales,
provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.
DOCUMENTOS
Que prueban, denuncian y convocan a vencer una vez más el más ciego e
inhumno bloqueo del imperialismo yanqui.
1.Cuba y la compleja situación creada por Estados Unidos
2.El escudo de vacunas de Cuba y los cinco monopolios que estructuran el
mundo.
3.Declaración del Centro Oscar Arnulfo Romero sobre los hechos que acontecen
en Cuba.
4. Brasil, Haití, Cuba y las garras de Estadodos Unidos en América latina .
5.Gran marcha del pueblo cubano contra el bloqueo yanqui.