tener ninguna religión.
Q
uienes ejercen violencia en nombre del
E
vangelio demuestran
no haber entendido nada de lo que significa el Evangelio. Debe estar la religión para
el servicio a las personas, no las personas para someterse a las religiones.
Volviendo al tema del culto y los rituales religiosos, el autor del libro nos recuerda
que, según los evangelios, con el Dios de Jesus no nos relacionamos mediante rituales
sagrados, sino mediante nuestra conducta. Los rituales, en efecto, fueron, y siguen
siendo, una carga pesada para los cristianos. Y una carga que, con frecuencia, las
religiones suelen anteponer a la vida, es decir, a la paz, a la felicidad y a la alegría de
vivir. Pero está, además, el hecho de que el culto litúrgico o ritual, cuya finalidad era
la de ser símbolo de algo que las personas viven internamente e informar nuestra
conducta, acaba perdiendo ese significado y quede sólo la mera ceremonia que se
cumple como un trámite o precepto, pero sin evocación o relación alguna con el
significado que se le supone.
De hecho, por ejemplo en las misas que se celebran en las parroquias, por la forma
insulsa, ritual y no participativa que tienen, es difícil ver en ellas la realización del
mandato de Jesús de hacer muchas veces lo que él hizo en la cena de despedida con
sus seguidores. Se trataba de que se le recordase, lo que significa recordar su
enseñanza y su ejemplo. Celebrar eso tiene que constituir un compromiso con la
realización de su idea del Reino de Dios. Pero todo se queda en la repetición de un rito,
una fórmula, que se convirtió en una rutina y no tiene más fin que el cumplimiento de
un precepto. Precisamente en estas fechas, otra noticia que se está difundiendo es que
47 personas murieron de hambre y sed en una patera que se dirigía a un país, como el
nuestro, en el que cada domingo se celebran miles de misas, y ese tipo de noticias nos
dejan indiferentes por la frecuencia con la que se repiten. Eso significa que no hemos
comprendido nada del mensaje de Jesús de Nazaret y su proyecto del Reino de Dios, a
pesar de tanta misa, tanto rosario, tanta procesión religiosa, tanta adoración eucarística
perpetua... Jesús no quiere ese tipo de culto látrico y descomprometido, quiere que
nos ocupemos de nuestros hermanos y sus necesidades.
J. M. Castillo nos recuerda en este capítulo que… Fue el mismo Jesús quien insistió
en la argumentación critica que se refiere al valor, a la verdad, al origen y a la
efectividad de los ritos religiosos. Jesús dijo sin titubeos –y argumentando con la
autoridad del profeta Isaias- que "el culto que me dais inútil, pues la doctrina que
enseñáis son preceptos humanos" (Is 29, 13, citado por Mc 7, 6-7; Mt 15, 8-9). El
Padre-Dios, del que nos habla Jesús (y se nos revela en el), es un Dios que no quiere
ritos religiosos. Ni tampoco se le encuentra observando rituales sagrados. Según el
evangelio de Mateo, Jesús insistió en este asunto capital, repitiendo dos veces el
conocido texto del profeta Oseas: "Misericordia quiero y no sacrificios" (Mt 9, 13;
12, 7; Os 6, 6). El hecho es que, según los evangelios de Marcos y Mateo, los rituales
religiosos tradicionales observados como tales rituales al pie de la letra, sólo sirven
para engañar a los fieles observantes, para tranquilizar sus conciencias. Pero, en
realidad, se utilizan con frecuencia para satisfacer meros intereses económicos,
sacándole el dinero a la gente devota para provecho economico de los profesionales
de la religión, al tiempo que dejan desamparados a quienes más lo necesitan.