primeros. Por eso la comunidad lucana pone en boca de María el maravilloso himno del
Magnificat, después de su visita a Isabel: “Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1, 52-53). Y
no entender esto, en el fondo es no entender el Evangelio, aunque vayamos a misa “todos los
domingos y fiestas de guardar”. No entender esto, significa no entender la causa auténtica de la
muerte de Jesús: su preocupación por los pobres y crucificados de la tierra y su crítica feroz hacia
los poderosos que crean millones de desheredados cada día, en la sociedad judía de entonces y en
el hoy de nuestro mundo.
Pero tuvieron que pasar muchos siglos, para que surgiera un pensador, llamado Carlos Marx,
ateo como el se confesaba, que criticaba profundamente la religión y la manera de entender
equivocadamente a Dios, y ese pensador creara el marxismo, para decirnos a los creyentes que
había cosas que nuestro Dios no podía entender, y que a nuestro Dios seguro que le dolían: la
brecha entre pobres y ricos, tan criticada por Marx, hizo que la Iglesia también se fuera
preguntando en aquella sociedad de mediados del siglo diecinueve, cuál era su papel en esa
sociedad dividida y dual que estábamos creando los seres humanos. Pero Marx, no fue el autor de
ese pensamiento, ya lo había dicho el Evangelio, muchos siglos antes. Ya había dicho Jesús que
Dios y el dinero eran incompatibles y que no se podía servir a dos señores. Ya el Evangelio de
San Mateo había juzgado a aquellos que “no asistían a los pobres, los encarcelados, los
hambrientos, los sedientos, los enfermos, los desnudos….” (Mt 25, 31 ss).
Y por eso, desde que Marx nos lo recordó, parece que todos los que se preocupan por el
destino y la vida de los pobres, son tachados de comunistas, y de ir en contra del Evangelio.
Esta crítica no es nueva, no es de los que ahora lo dicen. Y son tachados de ellos por los que
tienen el poder y la riqueza; en tiempos de Jesús, El era tachado de blasfemo por el poder
establecido, en nuestros tiempos, los que así actúan son tachados de comunistas, por los mismos
que detentan el poder en nuestro tiempo.
Hace unos días, la vicepresidenta del gobierno español, Yolanda Díaz, fue recibida por el papa
Francisco, y desde la derecha reaccionaria y poderosa, se tachó esa visita de “cumbre comunista”
.
Pero precisamente porque ha tenido que venir un papa del hemisferio sur, un papa del otro lado del
atlántico, a recordarnos que la Iglesia tiene que estar al servicio de los pobres, y que sólo cuando es
pobre y acoge en su seno a los más pobres, es la auténtica Iglesia de Jesús. Desde el comienzo de su
pontificado, así lo anuncio
F
rancisco, en su
m
is
m
o no
m
bre, diciendo que la Iglesia es la co
m
unidad de los
pobres, es el espacio de acogida para todos.
Y
a lo largo de todos estos años, así lo ha ido manteniendo;
su preocupación funda
m
ental son los in
m
igrantes, los encarcelados, los enfer
m
os
…
los que nadie quiere.
E
n el fondo, los
m
is
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os a los que prefirió Jesús de
N
azaret.
D
e nuevo los poderosos, no lo entienden,
y quizás no se atreven a asesinarlo, co
m
o hicieron con el
m
aestro, pero si se atreven a difa
m
arlo y a crear
corrientes en su contra, por la misma razón: porque se les quita su poder, porque son criticados por
hacer del poder el eje de su vida, incluso a algunos eclesiásticos, que también lo detentan hoy.
Es conocida la anécdota del papa Francisco, en el cónclave donde fue elegido papa: “En las
elecciones, tenía a mi lado al arzobispo emérito de Sao Paulo, el cardenal Claudio Humes, un
gran amigo. Cuando la cosas se iba poniendo peligrosa (iba ganando), él me confortaba, ja ja…
Y cuando los votos llegaron a los dos tercios, vino el aplauso porque había sido elegido papa. Y
él me abrazó, me besó y me dijo: no te olvides de los pobres. Y aquella palabra entró aquí
(señalándose la cabeza). Los pobres, los pobres. Mientras continuaba el recuento, pensé en San
Francisco, el hombre de la paz. Y así llegó el nombre a mi corazón. El hombre de paz. El hombre
pobre. ¡Cómo desearía una Iglesia pobre y para los pobres…!”.
Y sin duda que está siendo el eje de su vida y su desvelo en cada momento. Por eso es criticado. Y
por eso también ha sido criticada esta visita con la vicepresidenta del gobierno español, y ella
misma ha dicho que con el papa le unen muchas cosas y planteamientos.