E
E
s
s
t
t
a
a
m
m
o
o
s
s
a
a
n
n
t
t
e
e
t
t
i
i
,
,
E
E
s
s
p
p
í
í
r
r
i
i
t
t
u
u
S
S
a
a
n
n
t
t
o
o
E
stamos ante ti,
E
spíritu
S
anto, reunidos en tu no
m
bre.
T
ú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo
alcanzar la
m
eta. I
m
pide que perda
m
os el ru
m
bo co
m
o personas débiles y pecadoras.
N
o per
m
itas
que la ignorancia nos lleve por falsos caminos. Concédenos el don del discernimiento, para que
no deje
m
os que nuestras acciones se guíen por prejuicios y falsas consideraciones.
C
ondúcenos a la
unidad en ti, para que no nos desvie
m
os del ca
m
ino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro
peregrinaje terrenal nos esforce
m
os por alcanzar la vida eterna.
E
sto te lo pedi
m
os a ti, que obras
en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.
L
as sesiones del
C
oncilio
V
aticano
II
co
m
enzaban con el rezo de esa oración, y lo
m
is
m
o los
S
ínodos de
O
bispos que tuvieron lugar desde entonces.
E
s la oración que se propone ta
m
bién
para el co
m
ienzo de las reuniones del actual proceso sinodal, como la nuestra que se propone para el
próximo día
12. No
consta que el
E
spíritu divino inspire mucho a los participantes en esas
asa
m
bleas; lo que es seguro es que no inspiró al autor de esa oración.
L
o deci
m
os por la línea
que destacamos en color rojo. Se le ve una finalidad descarriadora, una intención de dirigir la
atención de los reunidos a las cosas del cielo para apartarla de las del
m
undo.
E
so de esforzarnos en
nuestro peregrinaje terrenal para alcanzar la vida eterna es equívoco, inconcreto; puede dar por
supuesto que se trata de la tradicional práctica devocional y sacramental.
V
éase la diferencia de tal tipo de oración con el
Padre Nuestro
. Jesús dirige la atención de los
orantes a las cosas del mundo, a lo que hay que hacer en el mundo:
Hágase tu voluntad en la
Tierra como en el Cielo
;
perdónanos como perdonamos nosotros
;
danos el pan de cada día
;
líbranos del
m
al
;
venga a nosotros tu Reino
Sobre todo, esto:
Venga a nosotros tu Reino
, y nos
convoca a construir ese Reino, que no es como los de este mundo… Falta totalmente esa
convocatoria en la oración sinodal que comentamos; nada de mencionar planes a realizar en
este mundo. Para nuestra jerarquía eclesial, tan acomodada a los reinos de este mundo, la
identidad radica en la sacramentalidad, la asunción de la mediación que nos llega de Cristo y el
Evangelio, o sea, se valora la institución, la jerarquía, la doctrina, la
L
ey, el rito, los sacra-
m
entos
...
de aquí provienen también: el dogmatismo, el autoritarismo, el ritualismo, adoración
a Dios, veneración a los santos, rezos a la Virgen... pero todo ello desco
m
pro
m
etida
m
ente, sin
i
m
plicación en las cosas del mundo. Basta con hacer el rito, el sacramento, sin repercusión
social, sin práctica transfor
m
adora de la realidad.
S
e ensalza lo ritual, lo cultual, lo institucional
y se menosprecia la responsabilidad personal, la búsqueda de la justicia. Se mira hacia el cielo y
no se denuncia los crímenes, la explotación, el so
m
eti
m
iento de los pequeños, de la
m
ujer, de
los
m
arginados, de los desposeidos...
E
l
S
ínodo convocado bajo el le
m
a:
co
m
unión, participación
y
m
isión
no puede andarse con ambigüedades sobre el contenido de la
misión
.
O es trabajar por
el Reino de Dios y su justicia en el mundo, o no es nada. Y este es un trabajo que no se realiza
mirando hacia el cielo como sugiere la oración sinodal.
L
a reunión que tendre
m
os la semana que viene para presentar nuestras opiniones será útil si
tene
m
os esto presente; veremos si la institución es capaz de asi
m
ir las aportaciones de la base
eclesial.
E
s de te
m
er que la reunión no pueda ser presencial, dada la evolución de la pande
m
ia.
Por eso os proponemos esa fecha y esperamos vuestra opinión sobre la m
anera de realizarla.
L
as per-
sonas que reciben este boletín pueden, si lo desean, participar en esa reunión de nuestro grupo
para el proceso sinodal.
S
egún la nor
m
ativa de ese proceso, se recibirán todas las propuestas
que se presenten.
E
n la reunn se pueden debatir las que interese.
F
or
m
an parte, ya, de ese debate
la crítica que aquí se hace de la oración sinodal y el texto que presentamos a continuación bajo
el título ¿Marchar juntos?”. También, antes de la reunión se os enviará la propuesta que
hace, para ese proceso sinodal, REDES CRISTIANAS, a la que pertenece nuestro grupo.
Boletín núm.
16 - 3
de enero de 2022
El cuestionario propuesto para el Sínodo de la Sinodalidad consiste en los 10 puntos presentados
en el Vademécum de la Secretaría General del Sínodo de Obispos.
L
eyéndolo, le viene a uno a
la
m
e
m
oria lo que, según
M
ateo 18:20, decía Jesús:
D
onde dos o tres se reunen en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos. Según eso, ¿está Jesús en el Sínodo convocado? A primera vista
parece que ni está ni se le espera. En el mencionado cuestionario no aparece ni una sola vez el
nombre “Jesús”, o “Cristo”, o “el Señor”. Parece que no nos reunimos en su nombre. En cambio el
término “Iglesia” aparece 16 veces, más otra en la que aparece con la expresión “Pueblo de Dios”,
(como si no fuesen de Dios todos los pueblos).
D
ije “a pri
m
era vista”, en el resto del
V
ade
m
écu
m
sí se
m
enciona a Jesús de
N
azaret y se ve que se
le tiene como referente, pero en el conjunto del docu
m
ento sigue teniendo
m
ás peso la atención
que se dedica a la Iglesia que a Jesús y su
m
ensaje.
M
enciona a Jesús 16 veces y a la Iglesia
682
veces.
P
arece que es un docu
m
ento
m
uy
ecclesio
-
céntrico
, si se puede usar esa expresión.
La
Iglesia se preocupa mucho de su situación, de lo que le ocurre a ella misma.
A
l proyecto de Jesús
casi no le no
m
bra co
m
o
“R
eino de
D
ios
(3
m
enciones); prefiere referirise a él como la
m
isión de
la Iglesia (
58
m
enciones). Ese tér
m
ino de
m
isión
resulta bastante a
m
biguo en este contexto pues no
especifica su contenido; tan sólo una vez parece relacionarla con el “anuncio del
E
vangelio”, que
ta
m
bién es bastante a
m
biguo, pues puede entenderse que la
m
isión del anuncio del
E
vangelio
queda cumplida con la predicación que se hace en los actos de culto.
Quede claro que no despreciamos o minusvaloramos las formas que la Iglesia habilitó para
difundir el mensaje de Jesús de Nazaret: predicaciones, cursos de catecismo, enseñanza de
religión en las escuelas, trabajo misionero… A fin de cuentas, lo que conocemos del Evangelio
nos llegó por esas vías. No es tarea nuestra valorar la aportación de la Iglesia Católica y de otras
iglesias cristianas a la construcción de Reino de los Cielos; ese juicio le corresponde a Dios. Lo
que ocurre es que cuando se asume el mensaje evangélico ya nada es igual que antes; la llamada
de Jesús a seguirle implica un compromiso de dedicación al establecimiento del Reino de Dios y
su justicia. Vistas así las cosas, el problema no es si la Iglesia Católica y otras cristianas están
perdiendo prestigio y clientela; el problema es constatar que los cristianos no estamos caminando
en dirección a ese objetivo del Reino que Jesús quería instaurar. Las Iglesias no son un fin en
mismas; son instrumentos para contribuir a la realización del proyecto de Jesús.
Y aquí viene lo de “caminar juntos”, que es lo que significa la palabra “sínodo”. Ese ca
m
inar tiene
sentido sólo si se trata de ir hacia ese objetivo; pueden
m
archar juntos sólo los que van en la
misma dirección y con el mismo destino. Entonces procede aclarar en qué consiste ese ideal que
se persigue. Jesús definió el Reino de Cielos como una situación de fraternidad universal, que
cada uno ame a los demás como a mismo. Esto excluye la opresión y la competencia: la
opresión que genera el afán de dominio y la competencia mercantil que pone a los humanos en
situación de buscar su propio provecho a costa de los demás. Y sobre la autoridad dijo que debería
ser de servicio y no de dominio. Era consciente que su Reino no era como los de este mundo.
Y ¿
qué ocurre hoy con relación a esa
m
et
a? E
l i
m
perialismo actual no es
m
enos opresivo que el de
los ro
m
anos que Jesús conoció, y los actuales i
m
perialis
m
os gozan del apoyo de personas que se
definen como cristianas.
L
a desigualdad, las diferencias de clases y la explotación del hombre por
el hombre no son hoy menores de lo que eran en la época de Jes, y
m
uchos que se dicen
seguidores suyos esn instalados en ese esque
m
a social y procuran su perpetuación. La tiranía de
las autoridades sobre los súbditos o gobernados sigue siendo una característica de las sociedades
que conocemos, incluida nuestra Iglesia. La mitad femenina de la población mundial sigue
estando postergada a los varones. Y sigue existiendo el rechazo a los inmigrantes, la discrinación
de los diferentes… y
m
uchos cristianos
m
iran hacia otro lado, cuando no participan personal
-
mente en el abuso.
E
l proble
m
a es que tradicionalmente nuestra Iglesia fo
m
entó ese tipo de actitudes anti-evangélicas.
Hace pocas semanas se entrevistaba con el papa una ministra comunista del actual gobierno de
coalición de izquiera de nuestro país. Desde el principal partido de la oposición de la derecha se
calificó ese encuentro como “cumbre comunista”, dándole al tér
m
ino “co
m
unista” el sentido
peyorativo que le asigna la clase do
m
inante y que desea que tenga para todos. Y el director de un
diario de la derecha declaró que el
E
spíritu
S
anto se equivocó y los cardenales eligieron un
candidato catastrófico.
E
l director de otro diario de la
m
is
m
a tendencia política declaró:
“E
ste
P
apa
co
m
unista es el anti
-
P
apa, el representante del diablo en la
T
ierra".
Y
hubo otras declaraciones
si
m
ilares de otros políticos de derechas.
E
s re
m
arcable que todos ellos se definen co
m
o católicos y
quizá fueron educados en colegios religiosos, y que si se atreven a expresarse así pública
m
ente es
porque saben que es, o puede ser, política
m
ente rentable, es decir, que existe en nuestro país una
amplia masa de católicos que piensan que la misión de la Iglesia es combatir las ideas de la
izquierda política a favor de la derecha, de la clase dominante.
Ese tipo de mentalidad no se genera repentinamente; fueron necesarios muchos siglos de tradición
antisocial por parte de la jerarquía eclesial.
Q
uienes se quejan de la actitud del actual papa es por
que se acostumbraron a otros papas y otras jerarquías de la Iglesia que se posicionaron a favor de
las clases dominantes y formaban parte de ellas. Quienes quieran avanzar hacia la realización del
plan de Jesús, de un Reino distinto de los de este mundo, ¿pueden esperar que los acompañen
aquellos que están bien instalados en los reinos de este mundo? El Evangelio nos habla de un joven
rico que rehusó seguir a Jesús cuando comprendió lo que implicaba ese seguimiento. Es de temer que
m
uchos catolicos, incluidos jerarcas eclesiásticos, que no sienten ninn deseo de e
m
prender una marcha
hacia una sociedad igualitaria, hacia un Reino distinto de los de este mundo, den la batalla, fuera y
dentro de la Iglesia, para conservar esta sociedad de la desigualdad, del dominio de unos seres
humanos sobre otros y de la discriminación de la mujer fuera y dentro de la Iglesia.
El análisis que aquí se hace sobre la temática sinodal se aleja deliberadamente del cuestionario
que presenta el
m
encionado
V
ade
m
écu
m
. Si se entra por el cauce
m
arcado por los 10 puntos de ese
cuestionario, queda uno atrapado en el estudio de los problemas de la Iglesia tal como la Iglesia
los percibe, y se abandona el estudio del principal problema, no de la Iglesia sino del mundo. El
principal problema del mundo es que desps de tanto tiempo aún no se implantó el Reino de Dios.
No toda la culpa es de la Iglesia pero ésta tiene bastante responsabilidad en lo que ocurrió durante
los últimos dos milenios.
La verdadera misión de la Iglesia es la de generar activistas plenamente volcados en hacer
avanzar la sociedad hacia esa meta ideal. Lo que la Iglesia generó son: monjes, anacoretas, algún
que otro místico, cruzados, inquisidores, un clero profesional encuadrado en una estructura
jerárquica, una feligresía que piensa que el seguimiento de Jesús de Nazaret consiste en participar
en los actos de culto, y lo peor del caso es haber servido durante mucho tiempo como aparato
ideológico legitimador de los sistemas de dominación. Bueno, para ser justos hay que recordar que
la Iglesia generó también misioneros, algunos tan dignos y encomiables como Ignacio Ellacurría,
Segundo Montes, Gaspar García Laviana, las monjas estadounidenses asesinadas en El Salvador,
los miles de catequistas salvadoreños asesinados, los maristas del Congo, Rutilio Grande, los teó-
logos y teólogas de la liberación, la Madre Teresa de Calcuta y tantos otros y otras. Por eso decía
antes que corresponde a Dios el juicio y la valoración global de personas e instituciones.
Lo que compete a nosotros es poner fin al acomodo de la Iglesia a los reinos de este mundo,
promover, dentro y fuera de las iglesias, esas actitudes generosas de pro
m
oción social, de trabajo
por hacer desaparecer la explotación y la injusticia, fo
m
entar planes de colaboración hu
m
ana en
condiciones de igualdad, rechazando los clasis
m
os y elitis
m
os, predicando con el ejemplo para
erradicar todo tipo de violencia, promover un sistema social justo e igualitario en el que la
economía está al servicio de las personas y no a la inversa… en definitiva, volcarnos plenamente
en hacer avanzar el proyecto de Jesús. Sólo a tal marcha se puede convocar a todo el mundo.
Buscar sólo el Reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura.
Javier Sánchez, capellán de la cárcel de Navalcarnero
Cuando pensamos en el Evangelio y en lo que supone la persona de Jesús, quizás, desde algunos
sectores, siempre parece que nos viene a la cabeza la figura de alguien muy “angelical”, en el
sentido de una persona “que no se metía en problemas de ningún tipo”, y que su objetivo era
“dedicarse a las cosas de su Padre”, entendiendo precisamente por esas cosas, “las del cielo”, es
decir lo que está apartado del mundo y de la vida de cada día. Pero entender así a Jesús, el
Evangelio y el proyecto que El llamó “Reino de Dios”, y que le llegó a costar la vida, es no
entender nada, a mi juicio, de quién es realidad Jesús de Nazaret, y cual es realmente su proyecto
de felicidad para todos los hombres y mujeres del mundo.
El proyecto de Jesús, el llamado Reino de Dios, solo puede entenderse desde el texto que El
mismo proclama en lo alto del monte, según el Evangelio de San Mateo (lugar típico de encuentro
con Dios en el mundo judío), y en un llano, según el Evangelio de San Lucas (entendiendo por
llano el lugar donde está la persona, el ser humano, y donde en ese lugar se encuentran Dios y el
hombre). Pero lo que esclaro es, que en cualquiera de las dos versiones, no podemos entender
el evangelio de Jesús y su proyecto de vida por antonomasia, si no es desde la preocupación
que tiene, el Hijo de Dios, por los pobres, los sufridos, los desgraciados, los que en definitiva no
contaban en su sociedad y siguen sin contar en la nuestra.
Los pobres y los marginados, los que nadie quiere, son los preferidos del Jesús del Evangelio, y es
por ellos por los que Jesús da la vida. Por ellos es vilmente asesinado y por eso son precisamente
los pobres, los que entienden el mensaje de Jesús. Y frente a ellos, los ricos, los poderosos, los que
se creen los buenos y cumplidores de la fe judía, son los que no sólo no lo entienden, sino que son
los que precisamente lo asesinan.
El poder es el que da muerte a Jesús de Nazaret, justamente porque no aguanta que alguien,
desde abajo, desde la llamada “exousía”, o la autoridad moral que tiene, les pueda arrebatar
lo que para ellos es el sentido de su vida: el poder como opresión, incluso desde su mismo
“sillón religioso”. Ese poder encarnado en los que detentan la fuerza a nivel civil y religioso en la
sociedad judía de su tiempo: sumos sacerdotes, fariseos, escribas….Y es curioso, que ese mismo
poder es el que sigue matando a millones y millones de seres humanos en todo el mundo.
Ese poder sigue haciendo que cada día la brecha entre pobres y ricos, sea cada vez mayor. Y
por eso igual que a Jesús, a los que se ponen de su parte también se les martiriza y se les llega a
asesinar. El poder de cualquier tipo e institución, no entiende “de lavar los pies”, sino solo
entiende “de comer del fruto prohibido”, para llegar a ser como Dios, porque desde ese poder
llegan a considerarse auténticos dioses, que atentan como Caín, contra aquel que quiere solo
insinuar que todos somos iguales, que todos nos merecemos lo mismo, que todos somos Hijos e
Hijas de Dios y que “no hay distinción entre judíos, y gentiles, esclavos y libres”, en el lenguaje
paulino de Gálatas (Gal 3, 28).
Dichosos los pobres, y Ay de vosotros los ricos, llegará a decir el Evangelio, dichosos los que
lloran y son perseguidos por causa de la justicia, y ay de aquellos satisfechos que tenemos de todo.
Y esas palabras le causaron a Jesús de Nazaret la entrega de la vida; el Jesús del Evangelio no
puede soportar que sean los ricos los que avasallen y que los poderosos sean siempre los
primeros. Por eso la comunidad lucana pone en boca de María el maravilloso himno del
Magnificat, después de su visita a Isabel: “Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1, 52-53). Y
no entender esto, en el fondo es no entender el Evangelio, aunque vayamos a misa “todos los
domingos y fiestas de guardar”. No entender esto, significa no entender la causa auténtica de la
muerte de Jesús: su preocupación por los pobres y crucificados de la tierra y su crítica feroz hacia
los poderosos que crean millones de desheredados cada día, en la sociedad judía de entonces y en
el hoy de nuestro mundo.
Pero tuvieron que pasar muchos siglos, para que surgiera un pensador, llamado Carlos Marx,
ateo como el se confesaba, que criticaba profundamente la religión y la manera de entender
equivocadamente a Dios, y ese pensador creara el marxismo, para decirnos a los creyentes que
había cosas que nuestro Dios no podía entender, y que a nuestro Dios seguro que le dolían: la
brecha entre pobres y ricos, tan criticada por Marx, hizo que la Iglesia también se fuera
preguntando en aquella sociedad de mediados del siglo diecinueve, cuál era su papel en esa
sociedad dividida y dual que estábamos creando los seres humanos. Pero Marx, no fue el autor de
ese pensamiento, ya lo había dicho el Evangelio, muchos siglos antes. Ya había dicho Jesús que
Dios y el dinero eran incompatibles y que no se podía servir a dos señores. Ya el Evangelio de
San Mateo había juzgado a aquellos que “no asistían a los pobres, los encarcelados, los
hambrientos, los sedientos, los enfermos, los desnudos….” (Mt 25, 31 ss).
Y por eso, desde que Marx nos lo recordó, parece que todos los que se preocupan por el
destino y la vida de los pobres, son tachados de comunistas, y de ir en contra del Evangelio.
Esta crítica no es nueva, no es de los que ahora lo dicen. Y son tachados de ellos por los que
tienen el poder y la riqueza; en tiempos de Jesús, El era tachado de blasfemo por el poder
establecido, en nuestros tiempos, los que así actúan son tachados de comunistas, por los mismos
que detentan el poder en nuestro tiempo.
Hace unos días, la vicepresidenta del gobierno español, Yolanda Díaz, fue recibida por el papa
Francisco, y desde la derecha reaccionaria y poderosa, se tachó esa visita de “cumbre comunista”
.
Pero precisamente porque ha tenido que venir un papa del hemisferio sur, un papa del otro lado del
atlántico, a recordarnos que la Iglesia tiene que estar al servicio de los pobres, y que sólo cuando es
pobre y acoge en su seno a los más pobres, es la auténtica Iglesia de Jes. Desde el comienzo de su
pontificado, a lo anuncio
F
rancisco, en su
m
is
m
o no
m
bre, diciendo que la Iglesia es la co
m
unidad de los
pobres, es el espacio de acogida para todos.
Y
a lo largo de todos estos años, a lo ha ido manteniendo;
su preocupacn funda
m
ental son los in
m
igrantes, los encarcelados, los enfer
m
os
los que nadie quiere.
E
n el fondo, los
m
is
m
os a los que prefir Jesús de
N
azaret.
D
e nuevo los poderosos, no lo entienden,
y quizás no se atreven a asesinarlo, co
m
o hicieron con el
m
aestro, pero si se atreven a difa
m
arlo y a crear
corrientes en su contra, por la misma razón: porque se les quita su poder, porque son criticados por
hacer del poder el eje de su vida, incluso a algunos eclesiásticos, que también lo detentan hoy.
Es conocida la anécdota del papa Francisco, en el cónclave donde fue elegido papa: “En las
elecciones, tenía a mi lado al arzobispo emérito de Sao Paulo, el cardenal Claudio Humes, un
gran amigo. Cuando la cosas se iba poniendo peligrosa (iba ganando), él me confortaba, ja ja…
Y cuando los votos llegaron a los dos tercios, vino el aplauso porque había sido elegido papa. Y
él me abrazó, me besó y me dijo: no te olvides de los pobres. Y aquella palabra entró aquí
(señalándose la cabeza). Los pobres, los pobres. Mientras continuaba el recuento, pensé en San
Francisco, el hombre de la paz. Y así llegó el nombre a mi corazón. El hombre de paz. El hombre
pobre. ¡Cómo desearía una Iglesia pobre y para los pobres…!”.
Y sin duda que está siendo el eje de su vida y su desvelo en cada momento. Por eso es criticado. Y
por eso también ha sido criticada esta visita con la vicepresidenta del gobierno español, y ella
misma ha dicho que con el papa le unen muchas cosas y planteamientos.
No ha sido al único que han tachado de comunista, en los últimos tiempos, incluso desde dentro
de la propia Iglesia. Son conocidas las palabras del gran don
Helder Cámara
, obispo de Brasil,
“C
uando doy pan a un pobre, dicen que soy un santo.
C
uando pregunto por qué el pobre no tiene pan,
me llaman comunista”. Este hombre que vivió y murió para los pobres fue tachado por eso de lo
mismo, cuando lo único que hacia era llevar a cabo , a la vida de cada día el Evangelio de Jesús.
De la misma manera se hablaba del comunismo de San Romero de América, la voz de los sin
voz en América latina, que fue asesinado por los poderosos de El Salvador, mientras celebraba la
Eucaristía. Muchas veces dijeron que era un “obispo comunista”, incluso también le han criticado
ahora al papa Francisco que lo haya canonizado. San Romero, canonizado por los pobres de El
Salvador, desde el mismo momento de su asesinato, ha tenido que esperar a que venga un papa del
otro hemisferio para reconocer lo que los pobres ya hicieron. Lo que la misma Iglesia le negó, es
lo que ahora Francisco ha reconocido.
Porque lo más espectacular de su asesinato es que, como en el caso de Jesús de Nazaret, Romero
fue asesinado por el poder opresor de los mismos creyentes. A Jesús lo mató el poder judío, a
Romero lo mató el poder de los falsos cristianos de la sociedad salvadoreña, que se sentían
criticados por él. “El cristiano no debe tolerar que el enemigo de Dios, el pecado, reine en el
mundo. El cristiano tiene que trabajar para que el pecado sea marginado y el Reino de Dios se
implante. Luchar por esto no es comunismo. Luchar por eso no es meterse en política. Es
simplemente el Evangelio que le reclama al hombre, al cristiano de hoy, más compromiso con la
historia” (Homilía 16 de Julio de 1977). La misma derecha poderosa que criticó al Santo de
América, y que sin duda estuvo detrás de su asesinato, es la que critica ahora de cumbre
comunista, el encuentro entre el papa Francisco y Yolanda Díaz.
Los “mismos comunistas” que fueron asesinados en la UCA, en El Salvador, en la madrugada del
16 de noviembre de 1989
, simplemente por defender que los pobres tienen algo que decir, y que
los ricos son los causantes de que el mundo haya crucificados. Los poderosos tampoco pudieron
soportarlos, y por eso los asesinaron vilmente, junto a Elba, la mujer que los cuidaba, y su hija
Celina, de 16 años. Su asesinato, como el de muchos rtires, fue por causa de la justicia y por
hacer del Evangelio la norma de su vida, en todo momento.
De comunista fue también tachada la llamada “Teología de la liberación”, que surgen la
década de los 70 en el continente latino americano, y que era simplemente una manera nueva de
leer el evangelio desde los pobres. “He oído el clamor de mi pueblo”, que dice el texto del Exodo,
es lo que oyeron esos teólogos y teólogas que intentaron vivir esa experiencia del Evangelio, a
partir de la realidad crucificada y machada por el poder de los poderosos en ese continente.
Teólogos como Jon Sobrino, que se salvó milagrosamente de la matanza de la UCA, ha sido
calumniado y difamado, incluso desde el interior de la misma Iglesia católica.
El otro Santo de América, Pedro Casaldáliga, fallecido hace poco más de un año fue también
“apodado de comunista”, por su lucha en favor de los sin tierra brasileños, y haciendo de su
episcopado y de su poder como obispo, un servicio al pueblo, a los más débiles, a los más
sufrientes de su diócesis. Cuando se jubiló quería “dedicarse a los más pobres”, quería ir a morir a
Africa, porque él decía que allí eran aun más pobres que en su América, donde vivió siempre. La
enfermedad terrible del parkinson se lo impidió, pero resulta emocionante que alguien que ha
vivido como él en el Brasil pobre, diga que quiere irse con los pobres, muchos pensamos, dónde
había estado toda su vida; el obispo sin anillo y sin mitra tradicionales vivió, y murió entre los
desheredados, y con ellos encont la “plena bienaventuranza y felicidad de la que habla el
Evangelio”; hizo carne en su vida el proyecto de Jesús: conseguir que todos fuéramos felices,
desde la igualdad y el servicio a los más débiles.
El 12 de marzo de 1977 asesinaron “a otro comunista” en la carretera de Aguilares a El Paisnal,
Rutilio Grande, y su único delito fue decir y anunciar que todos somos iguales, que Dios no
acepta la pobreza, y que los ricos son responsables de la pobreza de muchos seres humanos.
Rutilio fue asesinado, acribillado su coche a balazos, junto a un campesino de 72 años, Manuel, y
un adolescente de 15, Nelson Rutilio y un niño. Los pobres de Aquilares le recuerdan como un
“hombre tremendamente humano que se comprometió con la causa y la vida de los pobres”.
Fueron asesinados cuando iban a celebrar la Eucaristía en medio de su pueblo, y su asesinato tanto
conmovió a Monseñor Romero que fue capaz de producir en él, el gran milagro.
Romero, amigo personal de Rutilio descubre un nuevo rostro de Dios al contemplar el
cadáver de su amigo asesinado. Y desde acomienza una andadura nueva que le llevará a
él también al martirio. Ahora “el comunista Rutilio”, va a ser beatificado por el papa Francisco;
será el segundo santo salvadoreño, que el pontífice venido de América beatifique. Muchos serán
también los que incluso dentro de nuestra Iglesia critiquen este acontecimiento, porque el padre
Tilo, como así le llamaban popularmente a Rutilio, tuvo la osadía de hacer vida el mensaje de
Jesús en el Evangelio. Y de nuevo será, Francisco, el que después de más de cuarenta años,
reconozca que este hombre, modesto, pobre, humilde y ejemplar sacerdote de Jesús, es modelo
para los que queremos seguir al Jesús del Evangelio.
Y habrá quien siga diciendo que “de nuevo un comunista, beatifica a otro comunista, el próximo
22 de enero de 2022”
. Será beatificado en la catedral de San Salvador, donde yace también
Monseñor Romero, su amigo íntimo y personal, y seguramente a esa celebración, además de
acudir obispos, sacerdotes y gente venida de otros países, acudirá “todo el pobrerío salvadoreño”,
como llamaba cariñosamente Monseñor Ro-
mero a los pobres. El pobrerío por el que
Rutilio se sacrificó, será el auténtico pro-
tagonista de la celebración, como lo fue hace
más de dos mil años en aquel calvario de
Jerusalén, donde fue crucificado el mártir
Jesús de Nazaret.
Pero hace apenas unos días me decían lo
mismo de un sacerdote jesuita, salvadoreño,
discípulo de Monseñor Romero, que tiene
como único lema de su vida sacerdotal y
cristiana la entrega al Evangelio. Miguel
Vasquez, jesuita de Arcatao, en el departamento de Chalatenango, uno de los sitios más
vapuleados en la cruenta guerra civil salvadoreña, me decía: “Me trasladan a Honduras, porque el
obispo le ha dicho a mi provincial que yo soy más político que pastor”. De nuevo la Iglesia
impoluta, que no quiere mancharse, que nunca va a ser criticada ni asesinada, es la que quiere
lavarse las manos, como Pilato, en la causa de los pobres y del Evangelio.
¿Cumbre comunista la celebrada hace unos días en Roma? ¿Comunistas Jesús de Nazaret,
Monseñor Romero, los mártires de la UCA, don Helder Cámara, Pedro Casaldáliga, la monjas
estadounidenses asesinadas en El Salvador, los miles de catequistas salvadoreños asesinados, los
maristas del Congo, Rutilio Grande, los teólogos y teólogas de la liberación, Monseñor Agrelos,
Miguel Vasquez….? Si ellos son comunistas, ojalá yo también lo sea, si ellos viven el
Evangelio desde ahí, ojala también yo sea capaz de vivirlo así. Y toda la comunidad de
cristianos y cristianas.
Ojalá que el poder establecido, desde cualquier institución, política, religiosa, militar, económica,
cultural…. No tape el auténtico poder que emerge de las bienaventuranzas y del lavatorio de pies
del jueves santo, porque sólo así los cristianos, me parece, entenderemos el auténtico sentido del
Evangelio. “Lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”
(Mateo 25, 40)
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a palabra “clero” no aparece ni una sola vez en todo el
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estamento.
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inoclero” viene
del griego “kleros, que significasuerte”.
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pe a utilizar en la Iglesia durante el siglo tercero.
Ya se encuentra en Tertuliano (Monogamia, 12) y más tarde lo retoma Cipriano (Epist. 14, 1), Se
generalizó a partir de san Agustín (Enarratio in Ps. 67) (cf. A Forcellini, Totius Latinitatis
Lexicon, vol. II, pg. 233; Henricus Spelthahn, Thesaurus Linguae Latinae, vol. III, 1340-1341; A
Faivre, Lexikon für Theologie und Kirche, vol. VI, 131-133). Pero fue el emperador Constantino
el que recompensó al clero cristiano con privilegios adecuados. Pues eran los clérigos (y no el
cristiano medio), los expertos en rituales; los que sabían cómo llevar a cabo el “culto del santo y
celestial poder” (Carta de Constantino al obispo de Siracusa (Eusebio, Historia eclesiástica, 10. 3,
21, pg. 632. Cf. Peter Brown, Por el ojo de una aguja, Barcelona, Acantilado, 2016, pg. 99).
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istórica
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prende la aparicn de unos “privilegiados a los que les tocó la suerte” de ser
ellos
y solamente ellos
los que sabían de leyes, ritos y cere
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o la Iglesia (del s.
III
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fue evolucionando, de la transparencia del
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vangelio hasta la co
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plejidad de una
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eligión, que
pretendía i
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ponerse en toda
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uropa. Se comprende que, en aquellos tiempos, en los que el poder y
el dinero eran los valores determinantes en la sociedad, por eso mismo se valoraba tanto la enorme
“suerte” de los que mandaban. Ellos – y sólo ellos tenían la “suerte” o sea ellos eran el “clero”.
Pero al mismo tiempo se comprende que la “suerte” del “clero” fue también una “desgracia”. Una
fatal desgracia que solamente ahora podemos comprender. Cuando la sociedad, la cultura, la
política, la economía y hasta las costumbres han cambiado tanto, ya ni se valora ni se estima la
`presunta “suerte”, que representó el “clero”. Porque ya no se valora, como se valoraba en la Edad
Media, la “suerte” que entonces tenían los “clérigos”. Hoy se valora la suerte de los capitalistas,
los políticos que triunfan, los sabios, los artistas. Y hasta en la Religión, triunfan los que trepan
hasta los más altos cargos que se pueden ostentar en la Iglesia.
D
os consecuencias
entre otras
se han seguido de todo esto. 1)
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ada día hay
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enos ciudadanos que
quieran ser clérigos, ni pertenecer al clero. O sea, el “clero” ya no es “suerte”. La suerte la tienen
los que ostentan poder y dinero para triunfar en la sociedad actual. 2) Lo más importante y lo más
grave, que ha ocurrido en la Iglesia, es que en ella se ha impuesto la Religión y se ha marginado el
Evangelio. Lo cual equivale a decir que la Iglesia se ha desorientado. Porque la Iglesia nació del
Evangelio. Y según el Evangelio, los apóstoles (y sus sucesores) recibieron de Jesús el mandato
de hacer presente el Evangelio en todo el Mundo (Mt 28, 16-20; Mc 16, 14-15; Lc 24, 46-49; Jn
20, 30-31). Y en realidad, lo que hace mejor la Iglesia, lo que más cuida y lo que más exige es
mantener y propagar, en cuanto le es posible, la Religión que han enseñado los “clérigos” desde el
siglo tercero hasta el día de hoy. Y si somos sinceros, tenemos que reconocer que fue la Religión
la que mató a Jesús. ¿Quién, si no, sentenció la muerte de Jesús? (Jn 11, 47-53).
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ter
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ino confesando que
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e extraña este hecho: en el
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aticano hay
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agradas
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ongregaciones para
vigilar la Doctrina de la Fe, para cuidar por el clero, la liturgia, los seminarios, la Vida Religiosa,
etc. Pero no hay una Congregación que cuide la fidelidad al Evangelio. Menos mal que el papa
Francisco nos ha abierto una ventana de esperanza. Su humanidad, su sencillez, su cercanía a los
pobres, los enfermos y los niños, su libertad para decirle al clero lo que el clero no quería oír…
Todo esto nos hace pensar que el clero se apaga. Y eso, precisamente eso, nos enciende la luz de
la esperanza. La Iglesia, que vive el Evangelio, tiene futuro. Para ella y para el Mundo.