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N
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n
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-
2
2
0
0
2
2
2
2
E
l día
12 de este
m
es tuvi
m
os
la
reunn m
en-
sual de nuestro colectivo de
C
ristianos de
B
ase.
T
uvi
m
os que volver a la for
m
a tele
m
ática de-
bido a la agravación de la incidencia de la pan
-
de
m
ia.
E
sto
m
otivó que no pudieran participar
los
m
ie
m
bros de nuestro grupo que no tienen
conexn a Internet, e incluso algún otro ta
m-
poco pudo hacerlo por problemas técnicos.
E
l te
m
a a tratar era el Sínodo de la Sino-
dalidad.
L
a nor
m
ativa al respecto postula co
m
en-
zar tales reuniones con una oración al
E
sritu
S
anto cuya fór
m
ula incluso proponen.
P
or nues
-
tro anterior
m
ero de este
bolen
explicába
m
os
que había
m
os percibido algún contenido alienan-
te en esa fór
m
ula, por eso opta
m
os por sustitu-
irla por un canto
m
ás adecuado.
C
omo
m
étodo de aco
m
eter la te
m
ática sinodal,
se optó por partir de la aportación que hace
C
arlos
G
arcía
A
ndoin, que se puede encontrar
en Internet, y que consta de
12
puntos. A lo
largo de nuestra reunión estuvi
m
os debatiendo
los cuatro pri
m
eros puntos de esa relación, y
Boletín núm.
1
7
-
2
3
de
e
r
o
de 202
2
Hace justamente un año, el 23 de enero
de
2021
, aparecía el pri
m
er nú
m
ero de es-
te boletín, el modesto órgano de expr
esión
de un modesto colectivo.
La causa que
motivó su aparición fue el hecho de que
casi un año de incomunicación de los
miembros del grupo
por la pandemia del
COVID-19
hacían peligrar la existencia
del grupo como Comunidad. Una Comu-
nidad se
define por el cometido que se
asigna y se realiza en la colaboración,
relación e interacción de sus miembros.
Así pues, la pandemia que paralizó tantas
cosas nos afectó impidiéndonos las reu-
niones presenciales que teníamos perió-
dicamente.
La aprición del boletín coincidió y tuvo al-
guna relación con la solución que dimos a
la cuestión de las reuniones. A partir de
febrero del 2021 empezamos a tener reu-
niones telemáticas y la primera función
del boletín
fue trasladar su contenido a
los
m
ie
m
bros de nuestro grupo que no tie-
nen ordenador ni otra manera de cone-
xión a Internet.
También la de proponer
temas y presentar los asuntos
a tratar en
cada reunión que se convocaba.
P
ero no
m
enos i
m
portante fue otra función
que se vio que podía cumplir, que es pre-
cisa
m
ente la de ser el órgano de expre-
sión
del colectivo de Cristianos de Base.
No tenemos bastante emvergadura para
mantenerr una página web, pero tene-
m
os algo que co
m
unicar alblico.
N
uestra
especificidad religiosa se enmarca en la
que se conoce como «Teología de la Li-
beración», que no tiene much
a incidencia
en nuestra sociedad pero que merece la
pena divulgar. Mientras sea posible per-
sistiremos en
esa tarea. ¡Que Dios nos
ayude!
que son los siguientes:
Ningún sínodo sin paridad.
Abrir el sacramento del orden a las mujeres.
Instrumentar el sensus fidei.
Temporalización en el ejercicio ministerial.
Cada uno de los puntos daba lugar a una ronda de intervenciones sobre su contenido y
valorando la pro
-
puesta que contenían.
E
special atención recibieron los dos primeros
puntos, que se centran en la reivindicación sobre la situación de la mujer en la Iglesia.
En nuestra reunión, y en general en todo nuestro colectivo de Cristianos de Base, no
hay discrepancia sobre ese tema de la igualdad entre varones y mujeres, en la Iglesia y
en la sociedad. Pero la propuesta en sí evoca otros aspectos de la problemática
eclesial que es interesante contemplar.
Veamos: hay iglesias, como la anglicana y otras, en las que las mujeres ya pueden
ejercer el sacerdocio ordenado, y en algunos casos incluso el episcopado.
P
ero esas
iglesias no son
m
enos dogmáticas, ritualitas y jerárquicas que la Iglesia Católica
Romana. Es muy probable que este proceso sinodal aporte a nuestra Iglesia cambios
en este sentido: algún tipo de ordenación femenina y de varones casados, que de
hecho equivale al celibato opcional. Pero esto, por
m
is
m
o, no constituirá la solución
del principal proble
m
a de la Iglesia, de todas las iglesias.
T
odo ello vendría a ser como
poner remiendos nuevos en un vestido viejo.
El principal proble
m
a de todas las iglesias y sectas cristianas en el
m
undo es que no
están siendo en el
m
undo el referente del
m
ensaje de Jesús de
N
azaret.
L
a enseñanza de
ese
M
aestro aporta la fórmula ideal de afrontar todos los problemas y conflictos
humanos: el amor al prójimo como a uno mismo, el perdón, la paz, el servicio a los
demás, tal como lo practicó Jesús mismo. Pero en la realidad está ocurriendo que
precisamente sociedades cristianas, o a las que se tienen por tales, se encuentran entre
las principales potencias culpables del desorden económico mundial y la desdicha que
produce a las naciones y las clases más desfavorecidas.
Otros temas que atrajeron la atención de quienes intervenían en el debate fueron los
de la jerarqa, el poder, la corresponsabilidad de los laicos
Y
ta
m
bién, de una
m
anera
un tanto desordenada y espontánea, lo que cada uno aportaba de su cosecha sobre los
temas que le preocupaban. Más o menos todos tenemos alguna cuestión de la Iglesia
que no nos gusta. Esto es normal, y es normal también que haya desacuerdos y
contradicciones. Precisamente esto es lo que hace que estas asambleas sean diferentes
del culto ritual de las misas y otras celebraciones religiosas. En el culto todo es ritual,
preestablecido, generalmente sin la participación de los laicos. Pero cuando hay
libertad para que todos expongan las cosas según el propio parecer de cada uno, es
cuando el Espíritu puede actuar. Si lo hemos entendido bien, esto precisamente es lo
que se desea y espera del proceso sinodal en marcha.
De la propuesta de
C
arlos
G
arcía
A
ndoin quedan aún 8 puntos por tratar, pero no los
vamos a ver en la reunión del próximo mes. Lo aplazamos hasta la reunión de marzo,
esperado que para entonces podamos reunirnos presencialmente y así podrán parti-
cipar también los miembros del grupo que no pudieron hacerlo en esta ocasión. En la
reunión de febrero, sea presencial o telemáticamente, veremos el capítulo 10 del libro
El Evangelio marginado, de José María Castillo.
TEMA PARA NUESTRA PXIMA REUNIÓN
Después de habernos ocupado, en las dos reuniones anteriores, del Sínodo de la
Sinodalidad, retomamos el estudio y debate de la obra EL EVANGELIO
MARGINADO de José María Castillo. Le llegó el turno al capítulo 10, que lleva por
título: La muerte de Jesús. Vamos a ver que nos aporta interesantes reflexiones
teológicas, y que también en este tema fue marginada la enseñanza que el Evangelio
nos transmite.
El autor de la obra pone de relieve que, aunque en el terreno de la iconografía:
cuadros, estatuas, monumentos… la muerte de Jesús, la cruz, está documentada y
representada hasta la saciedad, sin embargo su significado ha sido cuidadosamente
ignorado e incluso falseado. En realidad, el culto a la cruz no ha sido siempre como
ahora lo conocemos. Los primeros siglos del cristianismo tuvieron lugar en una
sociedad en la que la cruz era un símbolo degradante: se crucificaba a los individuos
más indeseados por la sociedad: ladrones, bandidos… pero en todo caso a los de las
clases bajas: esclavos, extranjeros… Esta situación cambió a partir del siglo IV y la
cruz de Jesús pasó a ser un símbolo que concentraba la devoción de los cristianos.
La cuestión es que, como tal elemento de devoción, la muerte de Jesús y la cruz que
la simboliza puede adquirir significados distintos según como se interprete, teológica-
mente, el hecho de que Jesús fue condenado a muerte. A este respecto, en la obra que
comentamos, se vuelve a dar mucha importancia al hecho de que las primeras
comunidades cristianas, fundadas por Pablo, aparecieron varias décadas antes de la
escritura de los Evangelios, que además tuvieron después una lenta difusión mientras
las comunidades cristianas se desarrollaban al margen de los textos evangélicos y de
la enseñanza que aportan.
Pablo no conoció al Jesús terreno; en la experiencia que vivio en el camino de
Damasco se le apareció el Resucitado. De ahí que la primera cristología, que se
conoció y se difundió no se refería ni se centraba en lo histórico sino en lo
escatológico. Esto significa que la Iglesia se expandió y empezó a organizarse sin
conocer a Jesús, sus enseñanzas y, sobre todo, la razón de ser del cristianismo.
Esto configura una determinada teología. En la Iglesia, hasta el día de hoy, se ha
enseñado, en la predicación y en la catequesis que Jesucristo fue sumo y eterno
sacerdote, y su muerte fue el supremo sacrificio, decretado por Dios, para la
redención de nuestros pecados. Por eso, según esa teología, el sacrificio de Jesús hace
posible nuestra esperanza última y definitiva. Y sobre esta base se construye una
cristología que determina y explica el “por que” y el “para que” de la Iglesia. Pero
precisamente esa forma de enfocar el asunto presenta a una Iglesia que margina el
Evangelio, lo que es tanto como decir que se trata de una Iglesia que vive
prescindiendo del Evangelio. Y, en no pocas cosas, incluso en contra del Evangelio.
Veamos: En el lenguaje religioso de la Iglesia se habla frecuencuentemente del "santo
sacrificio" de la misa, del culto sagrado y de los sacerdotes, que son los hombres
privilegiados y dotados de poderes divinos para el perdón de los pecados, la
celebración de la eucaristía, la administración de los rituales sagrados que nos
comunican la gracia de Dios y, por tanto, hacen así posible la salvación eterna.
E
l proble
m
a está en el tér
m
ino
sacrificio
.
E
l
N
uevo
T
esta
m
ento nos enseña que
C
risto
nos salvó
m
ediante el sacrificio de sí
m
is
m
o, es decir,
m
ediante el sacrificio de su
m
uerte
en la cruz. Pero hay que tener presente que el sacrificio se puede entender de dos
maneras distintas: como sacrificio "ritual" y como sacrificio "existencial". El primero
evoca la idea de rituales religiosos”; basándose en esa idea se acaba centrando la
religiosidad y la espiritualidad en la sumisión a las normas rituales establecidas y en
la fiel observancia de tales rituales. En el caso del sacrificio existencial, la religión se
entiende y se vive de forma completamente distinta; en este caso, el que cree y pone
en practica este tipo de sacrificio centra toda su relación y su búsqueda de Dios en su
propia existencia, es decir, en el conjunto y la totalidad de su vida: su conducta, sus
criterios, sus convicciones, su forma de vivir en todas sus manifestaciones.
Por tanto se nos plantea la cuestión de cómo se debe entender el sacrificio de Jesús.
De cuál sea la respuesta se deriva nada menos que el tipo de religiosidad que asume.
El sacrificio ritual inspira una religisiosidad basada en el culto. En cambio, la idea del
sacrificio existencial postula una religiosidad que se concreta en formas de vida
acordes con el ejemplo de Jesús. En definitiva, el problema que nos plantea el
cristianismo está en que nos presenta a un Dios al que realmente lo que le agrada es
que, como Jesús hizo y vivió, nos entreguemos a los demás seres humanos.
Por tanto, el centro del Evangelio no está en la fe del creyente en Jesús, sino en el
seguimiento de Jesús. Lo central de la vida cristiana no se limita a hacer propias las
creencias de la fe. Lo que decide si somos o no cristianos es si seguimos o no a Jesús.
El centro del cristianismo no está en nuestras ideas, nuestros criterios, nuestra manera
de pensar. Lo decisivo es nuestra manera de vivir. Cuando es coincidente con la que
llevó Jesús es cuando tomamos en serio el Evangelio, y lo vivimos.
S
egún esta idea, la expresión
cargar con la cruz
, que en el
E
vangelio es equivalente a
“seguir a Jesús
”, ¿
en qué se concreta
? E
sta pregunta ha tenido diversas respuestas. Si nos
li
m
ita
m
os exclusive
m
ente al terreno de la religión, no cabe
m
ás respuesta que el martirio.
S
egui
m
iento y
m
artirio vendrían a ser dos realidades patéticas y sobrecogedoras, vinculadas
la una a la otra, lo cual, en últi
m
a instancia, sería una for
m
a refinada
m
ente escogida de
m
arginar el
E
vangelio, ya que son pocas las personas dispuestas a morir en el martirio.
Predicar algo tan sublime resulta imposible y acaba siendo absolutamente inútil.
Jesús decía y recomendaba a los demás lo que él mismo estaba viviendo y haciendo.
Seguir a Jesús no es otra cosa que vincular la propia vida a lo que fue el proyecto de
vida de Jesús. Jesús fue un hombre libre; no estuvo atado a su familia, ni al dinero, ni
a la fama, ni a la religión con sus dirigentes, sus rituales y sus normas. Fue un hombre
radical
m
ente libre al servicio de una hu
m
anidad radical.
E
n la realidad de nuestra vida y
nuestra sociedad, quien opta por una hu
m
anidad radical
m
ente libre opta en realidad por
la disponibilidad para que lo
m
aten si es necesario para no ceder ni un apice en nuestra
libertad, para estar siempre disponible en la tarea y en la lucha por la humanidad. La
humanidad de todos por igual: por su respeto, su dignidad, sus derechos, su felicidad,
sus creencias, sus anhelos y deseos, su necesidad de bondad, cariño y bienestar.
En resumen un Evangelio no marginado tiene la finalidad de narrar el proyecto de
vida que nos enseñó un hombre libre, enteramente libre, al servicio de todos los
esclavizados de este mundo y de esta vida.
A
los
50
años de la publicación del libro
T
eología de la liberación”, de
G
ustavo
G
utiérrez, es una
ocasión para relevar algunos de los aportes que el libro nos invita para pensar los signos de los
tie
m
pos, sobre todo en un contexto como el que esta
m
os viviendo, tie
m
po de
m
iedos y de dolor.
Primero, es importante decir que la teología de la liberación es una reflexión sobre una
manera de ver, oír, sentir y actuar en la historia. El vivir aquí y ahora implica tener
“sensibilidades” en tanto que vamos aproximándonos al otro, quien vive en condiciones de
“injusticia persistente”. Hacer teología implica, por ello, el vivir dentro del proceso de una única
historia” al lado de las personas que son víctimas de las injusticias, desigualdades y
discriminaciones en todos campos y niveles. Pero, hacer teología implica cuidar y madurar la
esperanza, haciendo de la “caridad” en medio de las diversas formas de crisis que la gente real
atraviesa por querer ser una persona reconocida con todos sus derechos.
Segundo, la teología como acto segundo invita haciendo presente el evangelio a
elegir libre, voluntaria, comprometida y de manera responsable a vivir en la vereda de los
pobres. Estar en la otra vereda es una apuesta “espiritual” centrada en una “conversión al
prójimo, al hombre oprimido, a la clase social expoliada, a la raza despreciada, al país
dominado” (TL, 255). Por supuesto, la conversión implica conocer al “prójimo”, estar en un
lugar concreto y convivir con el otro en su mundo.
Tercero, conocer al prójimo es, por eso, una exigencia y una tarea. Pues, el conocer es
estar en la vida del pobre en su condición real, aquí y ahora. Las condiciones reales a las que
son sometidas son la desigualdad, la inequidad y la violencia. Sin embargo, no es suficiente
conocer objetivamente, sino es necesario saber en qué consisten sus relaciones y sus
“costumbres” reales, sus sufrimientos cotidianos producidos por la discriminación, las violencias
y los abusos. Asimismo, además de conocer y saber se debe pre-sentir sus incertidumbres y
desesperanzas, saber interpretar y comprender lo que pasa en sus “interioridades”, se trata de
saber sus complejos sueños por realizarse como gente.
Cuarto, por ello, conocer, saber y presentir es acercarse al “pobre” que está a merced, en
última instancia, de la naturaleza, de la política injusta, de la economía desigual y de la
ausencia de su familia. El pobre es, por ello, considerado como una persona que no tiene
derechos y vive arrinconado y “ninguneado”. El pobre es, sin embargo, un ser integral, una
persona multidimensional y no una entidad dual (materia-espíritu), sino un ser “integral”
vinculado a un cosmos en sus diversas dimensiones. Por ello, estar en un lugar es vivir las
vicisitudes del pobre; es acompañar “reparando”, re-construyendo la dignidad de las personas
como mujeres, jóvenes, niños y niñas.
Quinto, la teología de la liberación, inspirada en el evangelio, invita a que cada persona
sea considerada de manera integral o multidimensional con la finalidad que la persona se
“autocree” en la historia. Estar en la vida de los pobres es entroparse” en el proceso que los
pobres hacen constantemente para salir de la injusticia y la discriminación por diferentes
razones. Estar es, entonces, buscar las “más fundamentales de las aspiraciones humanas:
libertad, dignidad, posibilidad de realización personal de todos” (TL, 35).
Sexto, optar por lo pobres es entonces convivir. La convivencia es base de las relaciones
sociales, sin duda hay una “responsabilidad hacia sus hermanos y ante la historia” (GS 55). La
convivencia invita a encontrar a Dios “en el encuentro con los hombres, en el compromiso con
el devenir histórico de la humanidad” (TL, 238). La convivencia es diferente a la coexistencia
cultural, la convivencia es el “acompañarse mutuamente”, es la solidaridad en marcha y como
diría Francisco es hacer la “amistad social” de manera permanente. Esta es la forma más
elaborada de la relación por la opción por los pobres.
Séptimo, la convivencia es hacer del encuentro histórico no solo un saludo pasajero
levantando la mano. La convivencia es hacer un tejido sin que las partes pierdan su dignidad
o identidad. Por ello, el encuentro es un proceso intercultural que debe “liberar” a todos los
hombres de todas las esclavitudes (Medellín, en TL, 227), y entrar en comunión con los
diversos, sin esclavitudes, abusos ni engaños.
A modo de conclusión, quisiera decir que desde una experiencia muy concreta en los andes
peruanos la gente tiene pasado, presente y futuro. Pues, cada gente (pobre o no) busca ser
considerada como persona. Sabemos que este es un proceso de construcción de su dignidad
ante la experiencia nefasta de la hacienda de hace algunos años atrás. Son gente con energía,
con voluntad, con ganas de hacer muchas cosas. Optar por los pobres, por la gente, es como
decía José María Arguedas: “Kachkaniraqmi” y esto, en quechua, significa “confirmo que aún
estoy aquí viviendo, a pesar de todo”.
Es un hecho que, por causa de la pandemia y sus consecuencias, mucha (y hasta muchísima) gente se
siente incómoda e indignada por la sencilla razón de que la Navidad se ha ido al traste y no se puede
celebrar. La mismo viene ocurriendo en Semana Santa, en las fiestas patronales, etc. etc.
Otro hecho a tener en cuenta es que las fiestas mencionadas son fiestas religiosas. Pero el motivo que
indigna tanto a tanta gente, ¿es que no se puede celebrar el nacimiento de Jesús (en Navidad) o la pasión y
muerte de Jesucristo (en Semana Santa), etc.? Nada de eso. La mayoría de la gente se siente incómoda
porque no puede pasarlo bien (viajes, festejos, vacaciones…).
A
sí las cosas, lo pri
m
ero que se
m
e ocurre pensar es que la
R
eligión se está extinguiendo
.
P
oco a poco
y sin
que nos de
m
os cuenta
el “hecho religioso” se va quedando desplazado.
D
e forma que (sobre todo en los
países
m
ás industrializados) lo que interesa a una notable
m
ayoa de la población, si se habla de te
m
as
religiosos, es lo que hacen
m
al y son
m
otivo de escándalo determinados comportamientos de obispos,
sacerdotes, crigos y hasta
m
onjas que, en sus conventos han abusado de personas inocentes.
Por supuesto, que nos enteramos de conductas ejemplares en casos concretos.
Pero lo que impregna el
tejido social no es ya la eje
m
plaridad de “lo religioso”
. Interesa la econo
m
ía, la política, la estética, el deporte,
deter
m
inados sectores de la cultura, etc.
E
n este
m
o
m
ento, un ho
m
bre eje
m
plar -y del que se habla
es el papa
F
rancisco, por su hu
m
anidad, su cercanía a la gente
P
ero también es verdad que no faltan los que desean
que el papa
F
rancisco se jubile o se
m
uera. Insisto, la Religión como tal, cada día que pasa, interesa menos.
¿
Q
ué es ocurriendo en lo que se refiere a la
R
elign?
A m
í
m
e parece que hay un hecho indiscutible: la
Religión se ha quedado atrasada y no responde a problemas muy fundamentales, que tienen la sociedad y
las personas, que buscan, pero no encuentran las soluciones que necesitan.
M
e explico.
T
engo la i
m
presión
y lo he pensado detenidamente
que la Teología y la Liturgia, que tiene y
mantiene nuestra Religión, siguen siendo, en no pocas de sus ideas, en su lenguaje y en sus rituales,
básicamente propias de la Edad Media. Lo que tiene como consecuencia que, con este pensamiento y con
estas celebraciones litúrgicas, la Religión no puede responder a preguntas muy fundamentales que
los ciudadanos del siglo XXI nos hacemos. Concretando:
1) La Cristología se elaboró en el primer milenio, no a partir del Evangelio, sino desde conceptos básicos
de la filosofía helenista (ousía = esencia), (hipóstasis = substancia), (prósopon = persona).
2) El tema de Dios se pensó que estaba resuelto con las “cinco vías” de Sto. Tomás, pero hoy eso no
resuelve el problema (J. A. Estrada).
3)
E
n cuanto a
la
L
iturgia
, el rito de la
m
isa (prescindiendo de algunas costu
m
bres particulares o
m
onásticas) puede decirse que apenas ha cambiado a partir del siglo XI (J. A. Jungmann). La
Eclesiología, en el papado de Bonifacio VIII y en los de Aviñón, la Teología no pasó de discutir la
potestad papal. Hay que esperar hasta el s. XIX, cuando la Escuela de Tubinga, especialmente J.
M
öhler,
e
m
pezó a elaborar un tratado sobre la Iglesia.
E
n el s.
XX
, el
V
aticano
II
no fue un concilio dogmático,
sino pastoral, como explicó Juan XXIII desde el discurso de apertura. Nos queda la esperanza de que el
papado de Francisco tenga sucesores que sigan el camino que él ha iniciado.
El sufrimiento indecible de la pandemia, que estamos soportando, quizá nos pueda abrir los ojos para ver
la realidad. Y la pura realidad es que la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar
(Thomas Ruster). La sola ciencia y la tecnología nos están llevando al desconcierto y la inseguridad del
“cambio climático”, que puede destrozar el planeta en que vivimos.
Nos queda la esperanza que aporta el Evangelio, que no es una recopilación de milagros increíbles, ni
se enseña mediante catecismos y actos piadosos. El Evangelio es vida, que sólo se puede comunicar
mediante relatos, en los que lo determinante no es la “historicidad” del relato, sino la “significatividad” de
acontecimientos que superan y vencen el sufrimiento, la injusticia y la desigualdad. Si el centro de la vida
de la Iglesia no lo ocupa la Religión, sino que lo ocupa el Evangelio, el horizonte del futuro será una
fuente de luz y esperanza.
Pedro Rafael Ortiz, sacerdote diocesano
E
n la vida
pode
m
os dividir los ca
m
inos en dos tipos.
U
no de ellos es el ca
m
ino por el que transita
m
os
hacia la luz de la verdad
.
E
l otro, el laberinto.
E
se es el entra
m
ado por el que nos perde
m
os, por el que
en cualquier esquina aparecen los
m
onstruos” y los lla
m
ados “fantas
m
as”.
S
ería fácil,
m
uy cil, si
a
m
bos tipos de ca
m
inos estuvieran diferenciados clara
m
ente desde que nos echa
m
os a andar, pero
debe
m
os tener muy claro que
así no es la vida.
E
n vida
hay que “discernir” para decidir correcta
-
mente…
y en ocasiones, en muchas ocasiones, falta ese pequeño detalle.
A
costu
m
brados a los
ropajes rituales
de la dignidad falsa, acostu
m
brados a los
intelectualis
m
os
que hacen trucos contra la verdad
como lo hacían los oradores sofistas griegos que alquilaban sus
argu
m
entos al
m
ejor postor
son ya de
m
asiados los que esperan que el
P
apa
F
rancisco deje esta vida
terrenal
para que la Iglesia
retorne
a lo que ellos consideran la
nor
m
alidad
, en otras palabras, al
camino falso del laberinto.
A
hora bien,
tengo tres
m
alas noticias para ellos
, que para nosotros son noticias buenas.
Lo
primero es que el problema no es el Papa, es el Evangelio
. El Papa no se ha inventado un mensaje
nuevo, ni una Iglesia sinodal.
H
a rescatado para esta hu
m
anidad doliente y desesperada la palabra viva de
Jesucristo.
E
s haciendo lla
m
ados al
m
undo para que recuerde el verdadero ca
m
ino de la verdad y la vida,
para que deseche los laberintos a los que nos conducen la falta de a
m
or, de her
m
andad, de pern, de reco
-
nocernos unos a otros co
m
o her
m
anos.
N
os recuerda los dos que la avaricia sin freno
está causando
a la vida natural, a la vida social, a las posibilidades
m
is
m
as de supervivencia de la hu
m
anidad.
Lo se
gundo es que, como habría dicho el cantor Roberto Carlos en su famosa canción: “…un
millón de amigos(cántico que salpicará éste escrito);
el Papa no canta solito, tiene un coro de
pajaritos. Estamos regados por las islas del mundo, cantamos desde el Amaz
onas, desde las
alturas del Machu Pichu, desde las agrestes tierras arenosas y ciudades de Irak
aquella antigua
cuna de Abraham, el padre de la fe
desde una España que es mucho más que charanga y
pandereta, de uno a otro confín. Habría que sacar cuenta d
e curas, monjas y laicos, pastores y
congregaciones. Somos muchos, más de lo que los “borrachos de poder” se imaginan.
La tercera mala noticia para ellos es que
las palabras redentoras y conciliadoras del Papa
Francisco son aladas palabras
, que vuelan y
se dejan escuchar por millones y millones de seres
humanos que han sido excluidos de la mesa social que marca la vida de los que saben vivir en
solidaridad. Para ellos y por ellos es que habla el Papa.
El batir de esas “aladas palabras” refresca
, moja c
on el rocío de la esperanza que es “fuerza
histórica de cambio”. Su vuelo recorre las favelas de Brasil, los “ghettos” de América del Norte,
las estepas.
D
ondequiera que se encuentren los empobrecidos, los migrantes, las mujeres abusadas,
los mil y un tipos de marginados, por todos los lugares donde se esconden
o, mejor dicho, los
esconden
allí están los amigos de las palabras del Papa. En cada lugar, cuando cuenten, verán que
hay más de un “millón de amigos”. Sumen y verán que son muchos, muchos más los millones.
Hay un “llanto de siglos” que ha curtido la piel de los humildes, que han sufrido y sufren los
látigos de los opresores. Pero
ahora se nos ofrece un “canto de esperanza”
,
dejar los laberintos y
caminar un camino que busque la verdad.
¡”Quiero llorar, pero de contento!”