desbaratan los planes iniciales de los beligerantes. Tanto Rusia como Ucrania, y también los
países de la OTAN, se encuentran, unas semanas después de iniciado el conflicto, con una
situación que no habían previsto. En todo caso es cierto lo que se dijo en una de las intervenciones
de nuestro debate: las guerras no las gana nadie, solo producen muerte y destrucción, e incluso los
vencedores tienen que pagar un alto precio por su victoria. Para ser exactos, como se dijo en otra
intervención, conviene aclarar que las guerras las ganan quienes las provocan pero no intervienen
directamente en ellas. Actualmente, los rusos y principalmente los ucranianos pusieron el campo
de batalla y los muertos de este conflicto, pero están ventilando intereses de otros que no
intervienen directamente en él. Si esa guerra se desmadra, el campo de batalla será toda Europa, y
los muertos serán europeos, pero los beneficiarios del conflicto serán otros.
Un aspecto del asunto que también atrajo nuestra la atención es el papel que en esta y otras
guerras está jugando el sentimiento nacionalista de los pueblos. Los fascismos son un factor de
exaltación de esos sentimientos nacionalistas, a los que llaman “patriotismo” y que se manifiestan
por el odio y rechazo a los extranjeros, a las gentes de otra raza, de otra religión… El sentimiento
religioso es utilizado también como seña identitaria, aglutinante nacionalista. En Polonia el
catolicismo tradicional es utilizado para exarcerbar el odio a los rusos, que son de mayoría
ortodoxa, y en Rusia, el Patriarca de esa religión ortodoxa apoya a Putin en su intento de restaurar
el antiguo imperio de los zares. En esos países y otros de Europa oriental, y en alguna medida
también de la occidental, incluido el nuestro, están tomando auge esos movimientos de la extrema
derecha que se oponen a las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, y principalmente a la
concreción de una unidad política universal. Como se apuntó en otra de las intervenciones, se echa
en falta una autoridad mundial para evitar las guerras; es evidente que la ONU, por su constitución
y naturaleza, no puede cumplir esa función. Está claro que para que persista el sistema capitalista,
con la desigualdad y explotación que comporta, el mundo ha de seguir dividido en naciones
independientes, competidoras, beligerantes… Una autoridad mundial dispondría y controlaría los
recursos para poner fin al capitalismo, a la supremacía de minorías dominantes. De ahí que a las
potencias dominantes les interese fomentar los nacionalismos, fascistas o de otro tipo como los
fundamentalismos religiosos.
Pero la conclusión a la que llegamos como cristianos es que para conseguir la fraternidad
universal no es suficiente con alcanzar la unidad política mundial. Quizá sea una condición
favorable, e incluso necesaria, pero no suficiente. Es preciso también asumir los valores del
Evangelio, el espíritu de las Bienaventuranzas. Mientras los humanos no acepten, consciente y
voluntariamente, el mandato de amar al prójimo como a uno mismo, persistirán no sólo las
guerras y la explotación, clasista o de otro tipo, sino también todas las actitudes, a nivel personal y
colectivo, que contribuyen a la infelicidad humana.
En torno a esta idea giró la reflexión de la Celebración Eucarística que tuvimos al final de la
reunión. Las lecturas, cantos, intervenciones en la homilia… se centraban en esta idea de las
Bienaventuranzas como programa de Jesús de Nazaret para la construcción de ese mundo más
justo y humano que él llamaba Reino de Dios. Más allá del pesimismo que nos puede producir
una situación como la que actualmente padece el mundo, debemos conservar la esperanza de que
algo se puede hacer para mejorarlo, y aplicarnos a ello aunque sea en la pequeña medida de
nuestras posibilidades y en circunstancias desfavorables como las que vivimos.
La reunión de mayo de nuestro colectivo será el jueves, día 5. Se acordó que, desde ahora, nos
reuniremos el primer jueves de mes, en vez del primer lunes, para facilitar la asistencia de quienes
les resulta problemático de lunes. El tema a tratar, en principio y si las circunstacias no imponen
otro, será la iniciativa del papa Francisco para la reforma de la Curia en el marco de la reforma
eclesial que contempla el Sínodo cuyo proceso está en en marcha. Parece ser que en breve
aparecerá una encíclica papal sobre ese tema. Entre los materiales que se presentan en este número
del boletín hay un artículo sobre ese tema.