Jesús, presente en la Comunidad
Cuando dos o más se reunen en mi nombre, alestoy yo en medio de ellos
(Mateo, 18:20). Así es,
el seguimiento de Jesús de Nazaret se vive en comunidad; el individualismo es la expresión típica
del egoismo que ignora al prójimo y persigue sólo el propio interés personal. Por eso, ya desde el
comienzo los seguidores de Jesús se organizaron comunitariamente, en un colectivo al que se
asignó el título griego de Εκκλησία, (Ecclesia, en latín) término que significa “asamblea”.
H
oy
, m
uchos siglos después, es evidente que la
Iglesia
de quienes quere
m
os seguir al
M
aestro
J
esús
no tiene en absoluto un carácter asa
m
bleario, es
m
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m
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unidad
”. S
í, nos reuni
m
os
en el nombre de Jesús, pero, ¿puede estar él presente en un colectivo que se reune sólo para unos
actos de culto que no comprende muy bien y que debe guardar silencio ante un autoproclamado
magisterio que no se sabe hasta que punto representa al Maestro? En este boletín publicamos un
artículo de Antonio Zugasti, titulado «
Devolvednos a Jesucristo
». El autor, parafraseando a Roger
Garaudi, insiste en que hemos de recuperar la figura y el mensaje de Jesús, de los que se han
adueñado los hombres de Iglesia tergiversándolos gravemente.
En realidad, no fue otra la causa de la aparición de comunidades de
Cristianos de Base
como la
nuestra, inspiradas en la
Teología de la Liberación
. No queremos sustituir a las parroquias, pero
en tanto las parroquias funcionen como funcionan se hacen necesarios grupos de este tipo si
queremos hacer algo parecido a lo que Jesús espera de sus seguidores. Estas consideraciones se
hicieron en el debate que tuvimos en nuestra Comunidad en la reunión del 5 de mayo. Hubo
ocasión de recordar, una vez más, que el objetivo de la venida de Jesús no fue la creación de una
nueva religión con sus jerarquías, normas y ritos específicos, sino la liberación integral del ser
humano de toda opresión, religiosa, política, económica, social, ideológica y cultural con opción
preferencial por los pobres y los oprimidos, la promoción de los valores de la libertad, la justicia,
el amor, la fraternidad, la igualdad, la solidaridad, la bondad, la alimentación, la salud, el respeto y
la vida para todos los seres humanos y para toda criatura.
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n teoría, la
I
glesia es la
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20
siglos transcurridos
desde la época de Jesús, la situacn del
m
undo sería
m
uy distinta, pero vemos que la hu
m
anidad, por
no aplicar la enseñanza del Maestro, sigue sufriendo desdichas por el daño que se infringe a
misma: explotación, abuso, violencia... Los valores que Jesús pro
m
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poco en el seno de la Iglesia que tiene a
J
esús co
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o referente
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n el
debate de nuestra reunón se expresaron eje
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plos concretos de la nula participación asamblearia en
el funcionamiento de las parroquias y la Iglesia en general.
S
i se considera que la celebración de la eucaristía es el acto
m
ás representativo de lo que es reunirse
en el nombre de Jesús, debería ser por tanto el de carácter más comunitario, más asambleario. Sin
embargo vemos que la cultualización que se hizo del mismo lo convirtió en una mera ceremonia
que sólo tiene carácter personal para quien comulga, y que toda la celebración, a fin de cuentas, es
concebida como el cumplimiento de un precepto que se considera una obligación personal para
cada asistente, sin ningún elemento de relación comunitaria entre los asistentes, aparte del de vivir
en la misma zona. En realidad, la celebración eucarística y el acto de comulgar, en vez de ser el
acto íntimo y personal en que ha degenerado, deberían ser la toma de conciencia de las nece-
sidades de la comunidad y del compromiso de aplicarse a la realización del programa evangélico
para mejorar las cosas de la sociedad, del mundo.
Boletín núm. 24
- 8
de mayo de 2022
E
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os tan acostu
m
brados al esque
m
a eclesial existente que cuando se plantea este tipo de consi-
deraciones sobre como debean ser la Iglesia, la celebración eucarística y el funciona
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m
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unitarios, surgen objecciones enfatizando los incon
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venientes operativos que resultaan de reuniones
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asivas, como las
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isas, donde todos pudieran inter
-
venir al modo asambleario. Pequeñas comunidades como la nuestra de
Cristianos de Base
pueden
funcionar así, pero a nivel parroquial, arciprestal, diocesano… la cosa es más complicada.
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l proble
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a es que la Iglesia no fo
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enta la organizacn de entidades subparroquiales, pequas
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unidades que podrían servir de cauce de participacn laical en los asuntos de la institución
eclesial
. D
e hecho, los pocos grupos de á
m
bito subparroquial que se for
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an, y que la Iglesia aprueba,
son de tipo devocional, cofradías y cosas por el estilo, sin implicación en la problemática social y
sin vocación de ocuparse de las cosas del mundo. En nuestra reunión se prestó atención también al
hecho de que los nuevos sacerdotes que están saliendo de los se
m
inarios proceden de á
m
bitos cultural
-
m
ente atrasados y reciben una for
m
ación religiosa retrógrada con el objetivo de conservar el actual
esquema eclesial: jerárquico, cultual, misógino, instalado en el sistema
Se supone, y se teme, que la evolución de la institución eclesial para responder a lo que debiera
ser su misión de fomentar en el mundo los valores evangélicos puede tardar aún muchos siglos,
viendo lo lenta, o casi nula, que fue esa evolución a lo largo de dos milenios. Queremos creer que
las reformas que el actual papa intenta emprender, y el Sínodo de la Sinodalidad en marcha van en
la dirección de acometer la problemática que estamos describiendo. A este respecto, hubimos de
notar también que, al menos en nuestra diócesis, el proceso sinodal no está contando con la
colaboración y apoyo de la jerarquía. La participación de los laicos empezó tarde y se le está
poniendo fin antes de la fecha prevista. Pero además no se alentó la formación de grupos para
estudiar y debatir la temática del Sínodo. La mayoría de las personas que asisten a los cultos en las
parroquias no se enteraron de qué va eso del Sínodo. Esto se puede interpretar como un deseo de
la jerarquía de que laicado siga siendo el eterno menor de edad que fue durante muchos siglos,
que persista la diferencia artificial entre la clerecía y el laicado, que la Iglesia siga sin ser una
comunidad de iguales, una Comunidad en definitiva.
Ya señalamos que la presencia de Jesús se da en la Comunidad, cuando dos o más se reunen en su
no
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bre y actúan co
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en la
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ucarisa, que no debió dejar de tener cacter co
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unión). Pero ahora debemos prestar atención a otra forma de presencia de Jesús en el
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e disteis de beber; fui forastero, y (no
) m
e recibisteis; estuve desnudo, y (no) me vestisteis;
enfermo, y (no) me visitasteis; estuve en la cárcel, y (no) vinisteis a vísitarme cuando (no) lo
hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí (no) me lo hicisteis.
Es decir, Jesús se presenta ante nosotros en las personas necesitadas, marginadas, explotadas… En
este boletín incluimos varias de las formas actuales de marginados que genera nuestra injusta y
clasista sociedad. Un artículo de José Luis Guinot nos presenta la problemática de los pobres que
viven sin ser escuchados. Incluimos también un artículo de de Luis Ángel Aguilar que aborda la
dramática situación de las personas que son deshuciadas de su vivienda. Y también un artículo de
Luis Pernia Ibáñez que describe la tragedia de los muchas personas que emigran buscando refugio
pero naufragan en el Mediterráneo o en el Atlántico. Pobres, deshauciados, refugiados son
algunas, pero no las únicas, de las formas que reviste la precariedad humana generada por este
sistema que se basa en la desigualdad. Cierra este boletín el mencionado artículo de Antonio
Zugasti, titulado «
Devolvednos a Jesucristo
», que viene a recordarnos que los hombres de Iglesia,
la derecha en general se ha apoderado de la figura de Jesús de Nazaret, y la usan como apoyo y
justificación de su línea política. Es una de las ideas que ya veníamos viendo en nuestro estudio y
debate de la obra de José María Castillo: «El Evangelio marginado». Debemos seguir comentando
en ese libro en nuestras reuniones; podemos volver a él para la reunión de junio, si no hay otra
propuesta o no surge algún tema urgente que requiera nuestra atención.
Jose Luis Guinot Rodriguez
L
a pobreza no es solo carencia de bienes sino de esperanza, de salud, de sentido, de co
m
pía.
P
obre es una etiqueta que pone
m
os a esa persona con carencias, con su historia, un ser hu
m
ano
que necesita ser escuchado y atendido en todas las dimensiones. Nosotros decidimos la
actitud con la que nos acercamos a cada persona.
Pensamos en la pobreza como carencia de medios materiales para vivir o sobrevivir. Y es la
visión que mejor la define, pero en absoluto la única. La pobreza supone que algo falta, que
la persona se ve privada de algo esencial. Esa carencia se refiere a la dimensión social de
las personas, genera un sufrimiento de causa social, motivado por las desigualdades, mala
distribución de la riqueza y muchas veces por situaciones de injusticia (300 personas en el
mundo poseen tanto dinero como 3000 millones). La pobreza es una realidad que amenaza
la convivencia en este planeta abocado a compartir para sobrevivir.
Perder las ganas de vivir
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prendere
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m
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pa de carencia de salud con
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edades crónicas
, m
ala nutricn, que añaden un sufri
m
iento físico
. H
ay falta de iniciativa,
de creatividad para salir de esa situación convirtndose en dependientes de las ayudas de otros,
lo que se puede interpretar co
m
o una carencia en la di
m
ensión intelectual
. H
ay una carencia de
relaciones hu
m
anas, desarraigo, ruptura de un hogar, soledad, un sufri
m
iento emocional
. Y
todo
ello conduce a una pérdida de ganas de vivir, de motivos para seguir adelante, de esperanza,
una carencia de sentido, lo que caracteriza la dimensión espiritual del ser humano. Por
tanto, la pobreza no es solo falta de dinero o bienes sino carencias en muchas dimensiones;
es necesario abrir nuestra mente para comprender lo que significa.
La etiqueta “pobre”
Desde la comodidad en que vivimos quienes leemos estas páginas es difícil ponerse en el
lugar de quien no tiene donde dormir o qcomer. No lo es de la pobreza de lo que
hablamos, sino de los pobres, de las personas que sufren pobreza. Y es que con el término
“los pobres”, estamos añadiendo una etiqueta a las personas que hay debajo de esas ropas
sucias o raídas, a los sintecho. Ponemos una barrera con el pobre que mendiga unas
monedas o un bocadillo, echando una mano al bolsillo para acallar la conciencia (cuando no
pasamos de largo). Sin embargo, la persona que llamamos pobre tiene una historia, ha
vivido momentos felices, ha luchado, ha amado, es única e irrepetible, como cada uno de
nosotros. ¿Qué nos diferencia? ¿A partir de qué momento uno es considerado pobre?
La soledad
Un inmigrante que duerme bajo un puente contaba que el frío se puede soportar, el hambre
se aguanta, pero lo más duro es la soledad, sentirse solo, como si no existiera para nadie.
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Esa persona que se esconde detrás de la etiqueta de “pobre”, necesita algo más que
asistencia social, que es prioritaria. Necesita alguien, otra persona, que le llame por su
nombre, a quien pueda contar de dónde viene, cómo ha llegado a esa situación, que conozca
que hay una biografía que ha conducido a ese pozo. Necesita que se le escuche, para
reconocerse a sí mismo, para recuperar un mínimo de autoestima y dignidad, para comenzar
a creer que puede seguir adelante y existe esperanza. Necesita tanto a otro ser humano
como el comer o cobijarse. Todas las carencias causan sufrimiento, pero no hay mayor
pobreza que la soledad, decía la Madre Teresa.
Es fácil lamentarse
Hemos de preguntarnos cómo nos acercamos a cada persona que tiene algún tipo de
necesidad, pérdida o carencia. Podemos ignorarlas, invisibles, marginados, fuera de la
sociedad, y mirar a otro lado con una actitud de huída de la realidad; pero ¿quién nos
asegura que un día un familiar o yo mismo no pueda encontrarme en esa situación? No
somos inmunes a la pobreza.
Podemos lamentarnos, echar la culpa a otros, al sistema, a los políticos, a la sociedad,
participar en debates e incluso deprimirnos por el mundo injusto en que vivimos… y todo
seguirá igual. Podemos acercarnos y dar algo de lo que nos sobra, aliviando puntualmente
una necesidad, colaborar en ONGs, apoyar lo que otros valientes hacen manchándose las
manos para cambiar el modelo social que permite la pobreza, aunque manteniendo la
distancia. Y eso es valioso, pero insuficiente.
Compartir lo que somos
O podemos, además, descubrir a las personas con sus historias que sufren carencias en
todas las dimensiones. Y abordar lo que está a nuestro alcance, que comienza por conocer a
esa persona que se ha cruzado en mi camino, llamarla por su nombre ofreciendo el nuestro
de igual a igual, preguntando sin miedo, y escuchando lo que realmente necesita, no lo que
yo imagino que le falta. La escucha supone una relación, estar dispuesto a que forme parte
de nuestra vida, no sólo unos minutos, sino compartiendo quiénes somos y apoyándole en
lo que está en nuestra mano. No será fácil sacarlo de su situación de pobreza social, pero
quizás sí de su soledad, quizás sí orientándola para que tome decisiones e iniciativas, quizás
sí dándole ánimo y esperanza para salir de ella.
Lo que vale el escuchar
Hace años entablé una relación con una pareja que dormía en un cajero de un banco. Él la
acompañaba para ayudarla a salir de la drogadicción, sin trabajo y dejándolo todo hasta
quedar sin techo. Durante unos días escuché sus historias mientras les invitaba a comer y
les ayudé para alquilar una habitación. Dejé de verlos, aunque alguna llamada me decía que
iban saliendo adelante. El día de Nochebuena recibí una llamada para felicitarme y era él,
que me decía que encontró trabajo poco después de cruzarse conmigo y rehicieron toda su
vida. Luego se puso ella y no paraba de darme las gracias porque les escuché, les di
esperanza y ánimo para seguir, les cambié la vida.
Las riquezas que podemos compartir
Cuántas personas tienen bienes y dinero, pero son pobres de esperanza, de salud, de
sentido, de compañía. Cambiemos la mirada al cruzarnos con cada persona para descubrir
la pobreza que a todos nos afecta en alguna medida, en alguna dimensión y ofrezcamos lo
mejor de nosotros mismos por medio de la escucha y el amor. Y descubramos qué riquezas
podemos compartir para hacer un mundo mejor y más lleno de sentido.
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Luis Ángel Aguilar Montero
Hablando de “Los cuidados en defensa de la vida” reflexionamos a continuación
sobre ese otro sector tan vapuleado de las personas desahuciadas de sus casas,
que no solo necesitan de esos cuidados, sino de algo s:Una Ley de vivienda
justa,una prórroga de las leyes anti desahucios, la solidaridad ciudadana y -sobre
todo- mucha más vivienda social a disposición de la gente que se queda en esta
situación.
Las PAH, verdaderas cuidadoras
Como decíamos en el editorial, los cuidados son los que mantienen la vida en
cualquiera de sus formas: cuando somos niños, cuando somos débiles, cuando
estamos solos, cuando enfermamos, cuando somos mayores, cuando no nos
valemos por nosotros mismos…” o cuando ya no tenemos un trabajo y nos quitan
el techo donde vivir.
Aquí es donde desde hace más de una década aparecieron -tras esos movimientos
“V de vivienda” y “el 15M”-, las PAH (Plataformas de Afectados por las
Hipotecas) para intentar responder a la situación de las personas afectadas que no
pueden pagar su hipoteca y a las que el banco les reclama una creciente y muy
elevada deuda o incluso su propia vivienda.
La ética del cuidado se ha denunciado en el caso de los desahucios como su
antítesis, es decir, como la falta de ética que hay detrás de esa violencia estructural
del capitalismo que destroza la vida a quienes se ven quebrados por las cíclicas
crisis del sistema.
Cada vez menos manos para cuidar
Pero entre la actual desmovilizadora atonía actual, la creciente desafección social -
salvo que hablemos de Ucrania-, el interés del sistema por hacernos desaparecer, la
paralizante pandemia y -sobre todo- una perversa Ley Mordaza , inexplicablemente
aún vigente, determinadas PAH y colectivos de “Stop Desahucios” -como el de
Albacete, en el que yo participo- hemos terminado por desvanecernos (hoy,
en standby), aun cuando el terrible drama de los desahucios no ha des-
aparecido en España.
El acceso a una vivienda digna es un derecho
Así lo define el artículo 47 de la Constitución Española, que para nada está
garantizado en España y que además se arrebata a quienes peor llevan las crisis, por
mor de un voraz y perverso sistema de producción de viviendas que se deja en manos
de fondos buitre, bancos y especuladores a sueldo.
El derecho a la vivienda, además, va mucho más allá de su función de asilo, ya que es
vital para una verdadera integración social, amén de ser el elemento clave de
identidad familiar y personal del ser humano. Y es que, como sentenció el Tribunal de
Justicia de la Unión Europea (TJUE), el derecho a una vivienda digna es un derecho
básico para la dignidad de las personas.
500.000 desalojos y tres millones de casas vacías
T
anto en las crisis econó
m
icas de
2008
como en la actual
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iles las fa
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ilias siguen te-
niendo enormes proble
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ateria de vivienda, ya que cuando -fruto del dese
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ilias es
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er a sus hijos, y con lo poco que les pueda quedar -si es que les queda- tienen
que pagar la luz, la calefacción, el gas… y el préstamo hipotecario o el alquiler.
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l no tener ingresos suficientes para pagar la hipoteca o alquiler y haber sido desahu-
ciados o estar en riesgo de serlo -generalmente por los grandes tenedores, fondos buitre o
fondos de inversión-, hablar de cuidados o de solidaridad es franca
m
ente insuficiente.
Medidas insuficientes
Dentro de las medidas del escudo social del que ya hablamos desde estas páginas, Un
escudo social para la mayoría de la gente, es cierto que se suspendieron los
desahucios y lanzamientos temporalmente y hasta el 30/09/22 en que se prorrogó
(ver RRDD 37/2020, de 22 de diciembre, y de 3 de agosto de 16/2021, por los que se
adoptan medidas de protección social, urgentes y ordinarias, para hacer frente a las
situaciones de vulnerabilidad social y económica)-.
Pero, aun siendo verdad que durante el Estado de alarma prácticamente no se ha
puesto a nadie en la calle, tanto si la vulnerabilidad fue consecuencia del COVID-19
como si lo fue por una causa anterior, y pese a que se regularon algunas protecciones
a los colectivos que por su vulnerabilidad pudieran ser objeto de desahucio, la
realidad de desamparo de familias enteras que se han quedado sin un techo para vivir
sigue siendo un gran problema.
Necesitamos más viviendas sociales y topar los alquileres
Parar un desahucio, con este depredador sistema capitalista, no deja de ser un parche
o una medida de tiempo, porque el desahucio acaba por realizarse. Por eso, para
afrontar la crisis habitacional con verdaderas alternativas, además de cuidar a quienes
han sido desalojados de sus casas y de sus derechos, hay que apostar por un gran
“Parque de viviendas sociales” y por un consensuado “Plan de choque” que sujete los
descontrolados precios del alquiler.
Como decíamos en el 15M y en todas las manifestaciones y concentraciones de
paralización de los desahucios, “Ni casas sin gente ni gente sin casas”.
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¡Ha salvado a otros
y no puede salvarse
a mismo!
Quizá para enseñarnos que
todos podemos salvar a
alguien pero nadie puede
salvarse a sí mismo!