“Las síntesis muestran cómo este reclamo de una acogida desafía a muchas Iglesias locales:
la gente
pide que la Iglesia sea un refugio para los heridos y rotos, no una institución para los perfectos
.
Q
uieren que la Iglesia salga al encuentro de las personas allí donde se encuentren, que ca
m
ine con ellas
en lugar de juzgarlas, que establezca relaciones reales a través de la atención y la autenticidad, y
no con un sentimiento de superioridad”. Algo similar sucede con los
curas casados
.
También, excluidos en la Iglesia y la sociedad, “
los más pobres, los ancianos solos, los pueblos
indígenas
, los emigrantes sin pertenencia alguna que llevan una existencia precaria, los niños de la
calle, los alcohólicos y drogadictos, los que han caído en las manos de la delincuencia y aquellos
para los que la prostitución es la única posibilidad de supervivencia, las víctimas de la trata de
personas, los supervivientes de abusos (en la Iglesia y fuera de ella), los presos, los grupos que
sufren discriminación y violencia por motivos de raza, etnia, género, cultura y sexualidad”.
Moral sexual, sin posición comunitaria definitiva
“Algunas síntesis destacan la importancia del papel de la Iglesia en el espacio público, particular-
mente en relación a los procesos de construcción de la paz y la reconciliación”, señala el texto,
que también considera que “no hay sinodalidad completa sin la unidad entre los cristianos”.
Como ejemplo, el documento aborda la síntesis de Sudáfrica, en la que se constatan “cuestiones
como la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto, la anticoncepción, la ordenación de mujeres, los
sacerdotes casados, el celibato, el divorcio y las segundas nupcias, la posibilidad de acercarse a la
comunión, la homosexualidad y las personas LGBTQIA+” en las que, se confirma, “no es posible
formular una posición comunitaria definitiva sobre ninguna de estas cuestiones”.
Las síntesis expresan un profundo deseo de reconocer y reafirmar la dignidad común como base
para la la renovación de la vida y los ministerios en la Iglesia.
Contra el clericalismo, por la mujer
Así, aunque “el tono de las síntesis no es anticlerical (contra los sacerdotes o el sacerdocio
ministerial”, si se observa “la importancia de librar a la Iglesia del clericalismo, para que todos sus
miembros, tanto sacerdotes como laicos, puedan cumplir con la misión común. El clericalismo se
considera una forma de empobrecimiento espiritual, una privación de los verdaderos bienes del
ministerio ordenado y una cultura que aísla al clero y perjudica al laicado”.
Junto a ello, uno de los temas más abordados es el de “
establecer una nueva cultura, con nuevas
prácticas, estructuras y hábitos
”, especialmente, respecto “al papel de las mujeres y a su vocación,
enraizada en la dignidad bautismal común, a participar plenamente en la vida de la Iglesia”.
“S
e trata de un punto crítico sobre el que se registra una creciente consciencia
”,
apuntan el docu-
m
ento
,
que insiste que “desde todos los continentes llega un llamamiento para que las mujeres
católicas sean valoradas, ante todo, como miembros bautizados e iguales del Pueblo de Dios”.
“En una Iglesia en la que casi todos los responsables de la toma de decisiones son hombres, hay
pocos espacios en los que las mujeres puedan hacer oír su voz. Sin embargo, son la columna
vertebral de las co
m
unidades eclesiásticas
,
tanto porque representan la mayoría de los miembros
practicantes como porque se encuentran entre los miembros más activos de la Iglesia”, se lee en
una síntesis, mientras que el documento constata que “está claro que la Iglesia debe encontrar
formas de atraer a los hombres a una participación más activa en la Iglesia y permitir que las
mujeres lo hagan más plenamente en todos los niveles de la vida eclesiástica”.
Religiosas, “mano de obra barata”
“Ante las dinámicas sociales de empobrecimiento, violencia y humillación a las que se enfrentan
en todo el mundo, las mujeres piden una Iglesia a su lado, más comprensiva y solidaria en la
lucha contra estas fuerzas de destrucción y exclusión”, sostiene el texto, que vuelve a echar