de la Liberación que nos inspira se distingue de la religiosidad tradicional en el sentido de
que vive el seguimiento de Jesús de Nazaret como la preocupación por los problemas de la
humanidad y no como devociones centradas en el culto. La religiosidad que tradicional-
mente fomentó nuestra Iglesia se centra en ese tipo de devoción que en realidad es un
secuestro del mensaje del Evangelio. Veamos el siguiente párrafo:
…El bautismo nos hace «una nueva creación», hijos adoptivos de Dios y partícipes de la
naturaleza divina, miembros de Cristo, coherederos con Él y templos del Espíritu Santo. La
Santísima Trinidad -Padre, Hijo y Espíritu Santo- nos da la gracia santificante, que nos hace
capaces de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo; de vivir y obrar bajo la moción del
Espíritu Santo mediante sus dones; de crecer en el bien por medio de las virtudes morales.
Pidamos «despertar la memoria de nuestro Bautismo», «vivir cada día nuestro Bautismo,
como realidad actual en nuestra existencia»...
E
s el tipo de enseñanza abstracta y a
m
bigua que i
m
parte la
I
glesia tradicional
m
ente
. N
ada que
objetar en cuanto al contenido en sí… salvo que es abstracto y ambiguo. Muchas palabras
altisonantes co
m
o
“
partícipes de la naturaleza divina
”, “
te
m
plos del
E
spíritu
S
anto
”
…
y cosas
así, pero sin precisar en en qué consiste exacta
m
ente lo de
“
crecer en el bien por
m
edio de las
virtudes
m
orales
”,
o
“
vivir cada día nuestro
B
autis
m
o co
m
o realidad en nuestra existencia
”.
Se
trata de
m
alabaris
m
os dialécticos para
impartir una doctrina cristiana que no incomode
a los
príncipes de este mundo ni ponga en peligro su dominación.
Q
uien recibe tal enseñanza
continuamente, desde la infancia, acaba convencido de que vivir el cristianis
m
o consiste en
una práctica devocional, recibir sacra
m
entos y
,
co
m
o
m
ucho
,
hacer obras de caridad
,
del tipo de
li
m
osnas
. P
ero
J
esús nos convoca
,
nos moviliza para una acción
m
ás co
m
prometida
: “
buscar el
R
eino de
D
ios y su justicia
”,
lo que i
m
plica hacer frente a los siste
m
as de explotación
,
poner fin a
la injusticia que produce la
m
iseria hu
m
ana
. É
l asu
m
ió el progra
m
a de los profetas
,
que no se
andaban con ambigüedades. En una de las lecturas de nuestra celebración del día 19 de
diciembre escuchamos cómo Isaías definía el programa del Mesías:
…un niño os va a nacer para restaurar un reino de equidad y justicia… …que juzgará con
justicia a los débiles, sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra… …porque la justicia
será el ceñidor de su cintura… …quitará el velo que cubre a todos los pueblos… porque el
Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, quitará el oprobio de todos los
pueblos… …los pobres volverán a alegrarse con el Señor, porque se acabarán los tiranos,
los hombres burladores, y exterminados todos los que deseen el mal… …fruto de la justicia
será la paz, la equidad y la seguridad perpetua…
Jesús asume como su misión la realización de ese programa profético que se concreta en la
defensa de la justicia para los pobres y los pueblos de la Tierra. Ese programa le enfrenta a
los dominadores y explotadores de los pueblos, está en confrontación con los poderes de
este mundo, y nos convoca a sus seguidores para continuar la tarea. Las iglesias cristianas,
como la nuestra, que ocultan esta misión, esta tarea a cumplir, están secuestrando al Mesías
Jesús y su mensaje evangélico.
E
s éste precisa
m
ente el necesario debate que debe
m
os tener
. D
e nada serviría que se elabore
una litúrgica eucarística más participativa y que se democratice el funcionamiento de la
Iglesia superando el clericalismo, o que se alcancen otras metas que se postulan en los
documentos sinodales, si todo ello no sirve para que los cristianos tomemos conciencia de
la misión de trabajar por la implantación del Reino de Dios en el mundo. Asumir esto
requiere a nivel eclesial un debate que parece que no se está dando en el marco del proceso
sinodal. ¿Podremos aportar nosotros al proceso algo que enfoque esta cuestión?