Unidos no cejó en su empeño de cercar a Rusia y continuó con sus revoluciones de colores, la
principal en Ucrania, forzando un cambio de gobierno y comenzando una política en Ucrania
hostil a Rusia, rompiendo el tradicional equilibrio entre los rusófilos y los prooccidentales. Desde
2014, al menos, Ucrania ha sido armada y entrenada por la OTAN, principalmente por Gran
Bretaña, para hostigar a Rusia en su propia frontera. Llegando en diciembre de 2021 al paroxismo
al solicitar el acceso a la OTAN y esta no cerrarle las puertas. Se hizo evidente entonces que Rusia
no permitiría romper el equilibrio de la Destrucción Mutua Asegurada, pues si se instalan misiles
balísticos con ojivas nucleares en Ucrania, Rusia no tendría tiempo de respuesta ante un ataque, lo
que de facto le haría perder la guerra nuclear y desaparecer como nación independiente.
Por otro lado, la guerra en Ucrania ha empujado a Estados tradicionalmente «neutrales» como
Suecia y Finlandia, a solicitar la pertenencia oficial a la OTAN y, por tanto, a ampliar la frontera
de contacto de esta con Rusia en 1500 kms. Estonia, que siempre ha sobresalido como enemiga de
Rusia, amenaza con cerrar el estrecho de Finlandia al paso de los barcos de la flota rusa del
Báltico, lo que supondría una respuesta inmediata de Rusia. Polonia está preparando un ejército
para entrar en Ucrania si se rompe el frente en el Donbas y Rusia avanza hacia el oeste, para
anexionarse los territorios que considera suyos. En el flanco sur ruso, Estados Unidos está
intentando abrir nuevos frentes de guerra en Georgia, Azerbaiyán e, incluso en Kazajistán, con la
idea de desestabilizar las fronteras. El ataque a Irán está integrado en esta estrategia, sea quien sea
quien lo haya realizado. En África, Rusia,
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Bretaña, Alemania y Estados Unidos, lo que amplía el teatro de operaciones de esta Tercera
Guerra Mundial en ciernes, sobre todo si tene
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situación está madurando y puede convertirse en un casus belli si China ve impedida su salida
natural por los mares que la rodean. Por tanto, y resumiendo, las causas de esta situación hay que
buscarlas en la crisis del modelo civilizatorio que se impuso tras la caída de la Unión Soviética, la
globalización neoliberal del capitalismo financierizado y en la reducción de los recursos naturales
disponibles, especialmente energéticos, de los que Rusia posee el 25% de las reservas probadas.
Asistimos al declive de una superpotencia, Estados Unidos, y a auge de otra, China, mientras que
una tercera, Rusia, lucha por su espacio propio en el mundo que se avecina. Este choque de
intereses geopolíticos y estratégicos se ha resuelto históricamente mediante guerras en las que una
potencia derrota a la otra u otras. Así sucedió en el mundo antiguo con los imperios
mesopotámicos o con el Imperio romano y recientemente con el Imperio británico (y USA) y el
auge de Alemania con el nazismo.
Si las poblaciones de los países implicados son capaces de ver
que en esta guerra solo pueden perder -y mucho-, quizás tomen conciencia de que hay que
movilizarse contra la guerra y oponer una resistencia no violenta a la misma
, negándose al envío
de armas, presionando a sus gobiernos para que fomenten las negociaciones y tomando partido
por las medidas de paz y no de la guerra.
Si queremos evitar la Tercera Guerra Mundial hay que forzar las negociaciones entre Rusia y
Ucrania y sus patrocinadores. Estas negociaciones, que estuvieron a punto de fraguar en un
acuerdo en Estambul, deben partir de la base de que ambos bandos tienen que obtener algunas de
sus exigencias. Lo mejor para todos es que Ucrania ceda Crimea y permita un estatus de país
independiente al Donbas, así como renunciar a la OTAN y reducir su ejército. Rusia, por su parte,
debe renunciar a los territorios de Jersón y Zaporiye y permitir que Donbas sea independiente, con
una presencia de cascos azules. De esta manera podremos no ganar la guerra (ninguna guerra
se gana), pero al menos no habremos perdido la paz, como sucedió en 1918: los vencedores
de la guerra perdieron la paz y sembraron la siguiente guerra.
¿Podemos evitar la Tercera Guerra Mundial? La respuesta es que sí. A pesar de toda la
propaganda mediática en Occidente, más del 50% de la población, según las encuestas, está en
contra del envío de armas, aunque los partidos políticos que representan a estos partidos
representan más del 80%. Esto quiere decir que si la población se organiza, es posible presionar a
las fuerzas políticas para que establezcan una política de paz y no sigan en la línea del belicis
m
o
.
T
engo esperanza y creo que es posible evitar lo peor
,
pero es necesario apostar decidida
-
mente por
la paz, la que nace de la justicia entre las naciones y en las sociedades. Porque la guerra es el mal
estructural y, en un mundo con capacidad nuclear, es el mal definitivo.