La realidad que nos interpela
Para la reunión de marzo de nuestro grupo de Cristianos de Base, que tendrá lugar el jueves,
día 2, tenemos bastante temática entre la que elegir para nuestro debate y reflexión. En este
número del boletín presentamos textos que abordan asuntos de la realidad que nos interpela.
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no de los textos trata sobre el viaje que el papa
F
rancisco reali al
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ongo hace unas se
m
anas
. L
o
que se nos cuenta sobre ese país nos viene a recordar que no lo allí sino en muchas otras partes
del continente africano la política post-colonialista gene y está manteniendo conflictos inter-
étnicos que tienen por finalidad el control y dominio de los recursos de esas zonas en beneficio
de poderes financieros transnacionales
. P
uesto que nuestro nivel y for
m
a de vida depende
,
entre otras
cosas, de la explotación que se realiza allí, como cristianos no podemos mirar hacia otro lado; el
papa Francisco denuncia esa situacn, y esa realidad nos interpela.
Nos debe interpelar también otra realidad, esta vez en nuestro propio continente europeo. Este
número del boletín lleva por fecha el 24 de febrero. Es el día en el que se cumple un año de la
intervención militar rusa en Ucrania. También sobre este tema estamos mirando hacia otro lado,
queremos olvidar que también nuestro país, como los demás de la OTAN, es participando en
el conflicto, y como parte interesada nos están vendiendo una versión y una interpretación
determinada del mismo. El texto que incluimos en este boletín, tomado de la página web de
C
ristianis
m
e i justicia
aporta infor
m
ación sobre los orígenes del conflicto
,
así co
m
o reflexiones sobre
las consecuencias que puede generar. El artículo se titula:
¿Podemos evitar la Tercera Guerra
Mundial?
El hecho de que nos hagamos ese tipo de preguntas muestra lo preocupante que se
está haciendo una situación cuya solución no se ve y que se puede escapar de control. Debemos
dejar claro que no nos conviene asumir los intereses y planteamientos de la OTAN.
T
a
m
bién hemos de hablar claro sobre otro tema que recientemente ha vuelto a suscitar público
intes en nuestro país
. E
l fallo del
T
ribunal
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onstitucional sobre la legalidad del aborto nos viene a
recordar otro aspecto de la realidad que nos interpela
:
en
E
spaña se producen cada o alrededor
de 100.000 abortos legalmente autorizados. En nuestro entorno de los movimientos cristianos
progresistas se pasa como sobre ascuas sobre este tema y no nos atrevemos a llamar asesinatos
infantiles a esos actos
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nclui
m
os un artículo titulado
:
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a falacia del derecho a decidir
,
por
el que se
intenta aclarar que no podemos admitir eso ni como cristianos ni como progresistas.
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otro asunto de actualidad
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ínodo de la sinodalidad
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inó la fase en la que el laicado podía intervenir
en ese
proceso
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,
tiene la palabra la jerarquía
,
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jerarqa que ha sido
m
uy
contestada y cuestionada en las aportaciones que se hicieron en las fases anteriores del proceso
sinodal. El resu
m
en de esas aportaciones se puede ver en la página web
:
https://www.conferenciaepiscopal.es/comunicado-final-asamblea-continental-del-sinodo/
La cuestión es que aquí subyace un problema o contradicción, el clericalismo, que la Iglesia fue
incapaz de afrontar durante mucho tiempo. El esquema organizativo jerarquía/laicado es muy
antiguo en la institución eclesial. Quizá no haya sido siempre un problema, es decir, puede que
como forma organizativa estuviese justificada en otras épocas y circunstancias. El problema de la
Iglesia es que no es capaz de asumir a su debido tiempo los cambios necesarios. Los cismas y
escisiones acaecidos son consecuencia de esa rigidez. El caso de la Reforma es las grave aunque
no la única de esas ocasiones perdidas. Todo indica que nos hallamos ante una de esas coyunturas
decisivas. Que el Espíritu nos asista para no errar de nuevo. Que en esto y todo lo demás sepamos
responder ante la realidad que nos interpela. Sobre el problema de la jerarquía incluimos un texto
reciente de José María Castillo.
B
oletín nú
m
. 40
- 24 de febrero de 2023
03.02.2023 José María Castillo
Es un “secreto a voces” que en la Iglesia existe un profundo malestar. Un malestar
además que se ha destapado y es motivo de preocupación en los ambientes religiosos y
eclesiásticos. Esta situación, desagradable y peligrosa, se ha acentuado con motivo del
fallecimiento del expapa Benedicto XVI.
Por supuesto, los dos últimos papas, Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio, han
sido y son dos hombres muy distintos. Pero el problema no está en lo que han sido o
son estos dos hombres. El problema está en lo que ambos representan.
Por supuesto, en la Iglesia, todos los papas representan la suprema autoridad. Pero no
olvidemos que, en cualquier caso y sea quien sea, estamos hablando de la suprema
autoridad “en la Iglesia”, que se tiene que ejercer “de acuerdo con lo que enseña el
Evangelio”. Teniendo siempre en cuenta que, en la Iglesia, nadie puede tener
autoridad para vivir o decidir “en contra de lo que enseña el Evangelio”. Por supuesto,
en la medida y según las limitaciones inherentes a la condición humana.
Pues bien, esto supuesto, sabemos que Jesús les anunció a sus doce apóstoles, en tres
ocasiones (Mc, 8, 31 par; 9, 30-32 par; 10, 32-34 par; J. Jeremias, Teología del Nuevo
Testamento. Salamanca, Sígueme, pg. 321-331), que en Jerusalén iba a ser condenado
a la muerte más baja que una sociedad puede adjudicar: la de un delincuente
ejecutado (Gerd Theyssen, El movimiento de Jesús, Salamanca, Sígueme, pg. 53).
Ahora bien, a partir del momento en que los discípulos se enteraron de que el final de
Jesús se acercaba, y todo aquello acabaría en un fracaso inimaginable, la conducta de
aquellos apóstoles tomó un giro inesperado. Sencillamente, los que “siguiendo a
Jesús”, habían abandonado todo lo que tenían (familia, trabajo, viviendas…) (cf. Mt 8,
18-22; Lc 9, 57-62), con una generosidad increíble, al ver que aquello llevaba al fracaso
más cruel y vergonzoso, sin duda alguna y precisamente por eso, entonces fue cuando
aquellos “seguidores” de Jesús se pusieron a discutir cuál de ellos era “el más grande”
(meison) (Mc 9, 33-35, cf. 10, 43; Lc 22, 24-27) (cf. S. Légasse, Dic. Ex. N.T., vol.II, 207).
Es decir, el que debía tener el máximo poder y tenía que aparecer como el más
importante. Jesús, por el contrario, cambia semejante criterio radicalmente: el primero,
entre sus discípulos, no ha de ser el más grande, sino al revés: el más pequeño, el que
representa lo que es visto como un chiquillo (Mc 9, 37 par).
Pero no es esto lo más importante que enseñó Jesús a sus discípulos y apóstoles.
Después del tercer anuncio de la pasión y muerte, cuando estaban ya subiendo a
Jerusalén (Mc 10, 32 par), en vísperas del fracaso inminente, “los hijos de Zebedeo,
Santiago y Juan”, tuvieron el atrevimiento descarado de pedirle a Jesús que fueran para
ellos los primeros puestos. A lo que Jesús respondió: “No sabéis lo que estáis pidiendo”
(Mc 10, 34 par). Y sobre todo, el problema grave es que los demás discípulos se
indignaron ante la petición de Santiago y Juan (Mc 10, 41). O sea, todos querían estar
situados en los puestos de más importancia.
La respuesta de Jesús fue tajante. Los convocó a todos y les dijo que no podían
apetecer lo que apetecen los “jefes de las naciones”. Tenían que apetecer y vivir como
“doulei”, como “siervos y esclavos” de los demás (Mc 10, 42-45 par).
En la Iglesia se ha producido una adulteración doble. Ante todo, el Evangelio exigió el
“seguimiento” de Jesús, que se realiza en el despojo de cuanto se tiene (Mt 8, 18-22; Lc
9, 57-52). Es decir, no vivir atados a los bienes que nos privan de la libertad, para hacer
posible la bondad sin límites. Pero lo que hemos hecho ha sido desplazar el
“seguimiento” de Jesús a la “espiritualidad”, que es privilegio de selectos.
Y la otra adulteración la s determinante en la Iglesia es la que brotó, ya en los
pri
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eros discípulos
,
cuando
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esús les infor
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ó de que tenían que despojarse
,
no sólo
de
lo que cada cual tenía” (dinero, propiedades, casa, familia…), sino además y sobre todo,
“despojarse del yo” (Eugen Drewermann). Esto explica por qué cuando Jesús informó a
los discípulos por segunda vez - del final que le esperaba (Mc 9, 30-32 par), aquellos
fieles hombres se pusieron a discutir “cuál de ellos era el primero y el más importante”
(Mc 9, 34-35 par). A lo que Jesús respondió que, en su proyecto, el que quisiera “ser el
primero” tenía que “hacerse como un chiquillo y ser el último” (Mc 9, 33-37 par).
Sin duda alguna, aquellos primeros apóstoles “seguían” a Jesús. Pero aquellos
seguidores de Jesús “no habían renunciado al yo”. Es decir, querían seguir a Jesús,
pero siendo los primeros, los s importantes, los que mandan. Y la verdad es que,
cuando apresaron a Jesús, para matarlo, Judas vendió a Jesús, Pedro lo negó tres veces
y, por supuesto, “todos los discípulos lo abandonaron y huyeron” (Mc 26, 56).
Desde aquel momento, quedaron puestos los pilares de una Iglesia que vive en
tensión conflictiva. En el siglo pasado, el papa san Pío X dijo en una encíclica famosa
(Vehementer Nos): “En la sola jerarquía residen el derecho y la autoridad necesaria
para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la
multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y, dócilmente, el de seguir a
sus pastores” (cf. Y. Congar, Ministerios y comunión eclesial, Madrid, Fax, 1973, pg.14).
Así se veía a la Iglesia en los primeros años del siglo XX. Un siglo después ahora una
Iglesia así es insoportable. En este momento, estamos en el proceso de la
transformación que urge recuperar lo que inició, quiso y quiere Jesús, tal como quedó
patente en el Evangelio. La Religión está en declive creciente. Este declive no es una
desgracia fatal. Es el paso inevitable para que el centro de la vida de la Iglesia no se
realice en conflictos clericales, sino en la recuperación del Evangelio.
01.02.2023 José Lorenzo
Francisco no pudo desplazarse, por razones de seguridad, hasta el corazón de las tinieblas
que -sobre todo- el este de la República Democráticas del Congo (RDC). Pero las víctimas
de ese corazón que se desangra acudieron a visitar a quien saben que, además de
consuelo, puede llevarles un poco de esperanza con su denuncia activa de los desmanes
que se están produciendo en Bunia, Beni-Butembo, Goma, Masisi, Rutshuru, Bukavu,
Uvira, la geografía del terror, “lugares que los medios de comunicación internacionales no
mencionan casi nunca”, como señaló Francisco durante el emotivo encuentro celebrado en
la Nunciatura, en Kinshasa, en la segunda jornada de su viaje apostólico al Congo.
Tras la jornada festiva de la mañana, todo música, baile, alegría en la misa multitudinaria
que se celebró bajo un calor sofocante, la tarde fue el momento de las lágrimas y el
dolor. “Sus lágrimas son mis lágrimas, su dolor es mi dolor. A cada familia en luto o
desplazada a causa de poblaciones incendiadas y otros crímenes de guerra, a los
sobrevivientes de agresiones sexuales, a cada niño y adulto herido, les digo: estoy con
ustedes, quisiera traerles la caricia de Dios”, les dijo un conmovido Francisco todavía
por los testimonios que había escuchado de las víctimas de la violencia en uno de los
países más ricos y, paradójicamente, más pobres del planeta.
“Muchos de nuestros hermanos y hermanas, hijos de la misma humanidad, son tomados
como rehenes por la arbitrariedad del más fuerte, por el que posee las armas más potentes,
armas que siguen circulando. Mi corazón está hoy en el oriente de este inmenso país, que
no tendrá paz hasta que la paz no haya llegado allí, a la zona oriental”, se solidarizó un
papa “impresionado ante la violencia inhumana que han visto con sus ojos y
experimentado en su propia carne”.
Dura condena de la violencia y de sus promotores
“Mientras los violentos los tratan como objetos, el Padre que está en los cielos mira su
dignidad”, les aseguró, recalcando que “Dios los ama y no se ha olvidado de ustedes”, a la
vez que reclamaba “¡que también los hombres se acuerden de ustedes!”.
“En su nombre -añadió Jorge Mario Bergoglio-, junto a las víctimas y a quienes se
comprometen por la paz, la justicia y la fraternidad, condeno la violencia armada, las
masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y
ganado, que se siguen perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la
explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por
fragmentarlo para poderlo controlar”.
“Causa vergüenza e indigna saber -tronó el Papa- que la inseguridad, la violencia y la
guerra que golpean trágicamente a tanta gente, son alimentadas no sólo por fuerzas
externas, sino también internas, por intereses y para obtener ventajas”.
Ante la maldad de estos hechos, Francisco, dirigiéndose a “al Padre que está en los cielos”,
le pidió “perdón por la violencia del hombre contra el hombre, consuela a las víctimas y a
los que sufren, convierte los corazones de los que cometen crueles atrocidades, que
deshonran a toda la humanidad. Y abre los ojos de aquellos que los cierran o miran para
otro lado ante estas abominaciones”.
Qué escándalo y qué hipocresía
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o se anduvo con conte
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placiones el
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apa al condenar esos conflictos
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que obligan a
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de personas a dejar sus casas, que provocan gravísimas violaciones de los derechos
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que desintegran el tejido socio
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luchas en las que se entrecruzan di
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icas étnicas
,
territoriales y de grupos
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conflictos que tienen
que ver con la propiedad de la tierra; con la ausencia o la debilidad de las instituciones; con
odios en los que se introduce la blasfemia de la violencia en nombre de un dios falso. Pero,
sobre todo, es la guerra desatada por una insaciable avidez de materias primas y de
dinero, que alimenta una economía armada, la cual exige inestabilidad y corrupción.
Qué escándalo y qué hipocresía: la gente es agredida y asesinada, mientras los negocios que
causan violencia y muerte siguen prosperando”, clamó Francisco.
“Dirijo un vehemente llamado a todas las personas, a todas las entidades, internas y
externas, que manejan los hilos de la guerra en la República Democrática del Congo,
depredándola, flagelándola y desestabilizándola. Ustedes se están enriqueciendo por
medio de la explotación ilegal de los bienes de este país y el sacrificio cruento de víctimas
inocentes. Escuchen el grito de su sangre (cf. Gn 4,10), presten atención a la voz de Dios,
que los llama a la conversión y escuchen la voz de su conciencia: hagan callar las armas,
pongan fin a la guerra. ¡Basta! ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles, basta de
enriquecerse con recursos y dinero manchado de sangre!”.
Los noes’ y los ‘síes que construyen futuro y paz
Pero, tras apelar a quienes mantienen vivo el conflicto, de una u otra manera -y ahí la
comunidad internacional ha de sentirse sin duda interpelada-, el Papa invitó a reflexionar
también sobre cómo promover cada uno la paz, para los que les propuso comenzar de
nuevo “con dos ‘no’ y dos ‘sí’”.
“En primer lugar, no a la violencia, siempre y, en cualquier caso, sin condiciones y sin
‘peros’. Amar a la propia gente no significa alimentar el odio hacia los demás. Al contrario,
querer al propio país supone negarse a ceder ante los que incitan al uso de la fuerza”, les
dijo como forma de atajar el enfrentamiento tribal y étnico.
Otro ‘no’, claro y fuerte también debe decirse a quienes propagan esto en nombre de
Dios”, les dijo, invitándolos a que “no se dejen seducir por personas o grupos que
incitan a la violencia en su nombre. Dios es Dios de la paz y no de la guerra. Predicar el
odio es una blasfemia, y el odio siempre corroe el corazón del hombre”.
Desmilitarizar el corazón
“P
ero para decir verdadera
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ente
no
a la violencia no es suficiente evitar actos violentos
; es
necesario extirpar las raíces de la violencia
,
por lo que les pidió
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,
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ilitarizar el corazón
,
quitarle el veneno
,
rechazar el odio, aplacar la avaricia,
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inar el resenti
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iento
,
todo lo cual
pareciera que nos hace biles
,
pero en realidad nos
hace libres
,
porque nos da paz. , la paz nace de los corazones, de corazones libres de rencor
”.
El segundo gran ‘no’ que pidió Bergoglio fue un “no a la resignación”, a bajar los brazos
porque, aunque “un futuro de paz no caerá del cielo, pero será posible si se destierra de los
corazones el fatalismo resignado y el miedo de involucrarse con los demás. Un futuro
diferente llegará, si es para todos y no para algunos, si es en favor de todos y no contra
algunos. Un futuro nuevo llegará, si el otro, sea tutsi o hutu, ya no es más un
adversario o un enemigo, sino un hermano y una hermana en cuyo corazón es necesario
creer que existe, aun escondido, el mismo deseo de paz. ¡También en el este la paz es
posible! ¡Creámoslo! Y trabajemos por ello, sin delegar el cambio.
Y junto a esos dos grandes ‘noes’, propuso los dos ‘síes’ para la paz. Ante todo, a la
reconciliación”, comenzó afirmando, para lo cual les pidió, como sucedió con la cruz,
que era un instrumento de muerte, que se conviertan en “árboles de vida”. “Hagan
como los árboles, que absorben contaminación y devuelven oxígeno. O, como dice un
proverbio: ‘En la vida haz como la palmera: recibe piedras, entrega dátiles’”. Esta es la
profecía cristiana: responder al mal con el bien, al odio con el amor, a la división con la
reconciliación”, porque “la fe lleva consigo una nueva idea de justicia, que no se conforma
con castigar y renunciar a la venganza, sino que quiere reconciliar, desactivar nuevos
conflictos, extinguir el odio, perdonar”.
Solo el perdón abre las puertas del mañana
“Amigos -les dijo-, sólo el perdón abre las puertas al mañana, porque abre las puertas a una
justicia nueva que, sin olvidar, rompe el círculo vicioso de la venganza. Reconciliarse
significa generar el mañana, creer en el futuro en vez de quedarse anclados en el pasado,
apostar por la paz en lugar de resignarse a la guerra, huir de la prisión de las propias
razones para abrirse a los demás y disfrutar juntos la libertad”.
Finalmente llegó el último “sí”, y decisivo: “Sí a la esperanza”. Si se representase la
reconciliación como un árbol, como una palmera que da frutos, la esperanza sería el agua
que la hace fecunda. Esta esperanza tiene una fuente y esta fuente tiene un nombre, que
quiero proclamar aquí con ustedes: ¡Jesús!”, recalcó Francisco.
“Con Jesús nace y renace la esperanza; para quien ha sufrido el mal e, incluso, para quien lo
ha cometido. Hermanos, hermanas del oriente del país, esta esperanza es para ustedes,
tienen derecho a ella. Pero también es un derecho que debe ser conquistado. ¿Cómo?
Sembrándola cada día, con paciencia”, señaló para acabar su encuentro bendiciendo “a
todos los sembradores de paz que trabajan en el país”.
Antes del adiós, una última bendición, un último gesto de cercanía a los dolientes que
quisieron acercarse a agradecer al Papa el interés demostrado por visitar su país y denunciar
su situación. “Hermanos, hermanas, hijos e hijas de Ituri, de Kivu del Norte y del Sur, estoy
con ustedes, los abrazo y los bendigo a todos. Bendigo a cada niño, adulto, anciano, a cada
persona herida por la violencia en la República Democrática del Congo, en particular a cada
mujer y a cada madre. Y rezo para que la mujer, toda mujer, sea respetada, protegida y
valorada. Agredir a una mujer y a una madre es hacérselo a Dios mismo, que tomó de
una mujer la condición humana, de una madre. Que Jesús, nuestro hermano, Dios de la
reconciliación que plantó el árbol de la vida de la cruz en el corazón de las tinieblas del
pecado y del sufrimiento, Dios de la esperanza que cree en ustedes, en su país y en su
futuro, los bendiga y los consuele; que derrame la paz en sus corazones, en sus familias y
en toda la República Democrática del Congo”.
1 Febrero 2023 - Bernardo Pérez Andreo
Todos los imperios han aplicado una fórmula similar para referirse al ejercicio de su poder y a la
opresión sobre otros pueblos; lo han llamado paz. Así lo hizo el Imperio romano, llamó «con falso
nombre, paz, a robar, matar y destruir. Crean un desierto y lo llaman paz» (palabras que Tácito
utiliza en Agricola). Todos los imperios y los regímenes autoritarios han llamado paz a imponer
sus intereses y a dominar al resto. Por eso es importante saber qué es la paz. La paz no puede ser
aquello a lo que se refiere el dicho latino si vis pacem para bellum, pues no se trata de una paz
real, sino simplemente de la entente bélica que sostiene un equilibrio entre potencias, como la
también famosa Destrucción Mutua Asegurada, que marcó el comienzo de la era atómica entre las
superpotencias en la Guerra Fría.
No, la paz no es la mera ausencia de guerra. Eso no es otra cosa que el tiempo de preparación para
la guerra. Tampoco la paz es el mero irenismo, que tiende a ocultar las causas de los conflictos
haciendo como que no sucede nada, como el mal profesor que ante una pelea en el patio del cole
toma del brazo a los contendientes y les obliga a darse la mano y «aquí no ha pasado nada». La
paz nace de la justicia en la sociedad y entre las naciones. Pero, además, de la justicia con el
medio natural que nos rodea, que tiene unos derechos derivados de ser más allá que la mera
utilidad que el ser humano encuentra en él.
Sin embargo, en 2023 nos tenemos que hacer otra pregunta: ¿es posible evitar la guerra, la
Tercera Guerra Mundial? La respuesta inmediata es: sí, podemos evitarla. Si somos
conscientes de las causas y ponemos los medios para resolver lo que nos está llevando
aceleradamente a esa Tercera Guerra Mundial, es posible que en unos meses podamos frenar la
escalada en Ucrania y los comienzos de un enfrentamiento en la zona de influencia de China. Para
conocer las causas debemos analizar lo sucedido desde 1991, cuando han caído la Unión Soviética
y el bloque denominado comunista. Estados Unidos se erige como la única superpotencia global y
se instaura un modelo socioeconómico denominado globalización y que debemos apellidar como
neoliberal. En lugar de disolver la OTAN en cuanto desapareció el Pacto de Varsovia, Estados
Unidos vio la oportunidad de ampliar su zona de influencia y trató de integrar en la globalización
neoliberal a todos los países antes comunistas, lo que logró rápidamente, incluida la Rusia de
Boris Yeltsin. Conseguido esto y ante la falta de fuerza de Rusia, comenzó a ampliar la OTAN
llevándola en 2004 hasta las fronteras con Rusia.
Como se suele decir, se puede morir de éxito, y esto es lo que sucedió con la globalización
neoliberal. Las crisis de 2001 y de 2008 pusieron en evidencia los límites de una economía
financierizada y controlada exclusivamente por esos intereses especulativos. Estados Unidos y sus
satélites, Gran Bretaña, Holanda y algunos países asiáticos pudieron beneficiarse de este tipo de
economía durante varias décadas, pero los límites del planeta comenzaron a pasar factura y la
rentabilidad del capital no podía sustentarse en meros espejismos bursátiles. Mientras tanto, China
llevaba su propia agenda geopolítica y había comenzado a desarrollar una economía no basada en
ser la fábrica a bajo coste del mundo, sino en desarrollar su propia tecnología y un ambicioso plan
de expansión y desarrollo desde Asia, África y América. Esta planificación le llevó a superar a
estados Unidos como potencia tecnológica en 2018 y a equiparar su riqueza a la del mayor
imperio jamás desarrollado. Lo único que necesitaba era un desarrollo militar similar al de
Estados Unidos y, según su presidente, lo logrará en 2025. China se prepara para el
enfrentamiento inevitable con los intereses americanos.
Por su parte, Rusia, desde 2004, entendió que la OTAN la había cercado y en 2007 Putin hizo un
discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich en el que dejó claro que Rusia no aceptaba ser
relegada a un Estado subalterno dependiente de los intereses de Occidente. Desde ese mismo
momento, Rusia comenzó su desarrollo militar exponencial, convirtiéndose en el segundo mayor
ejército convencional, amén de ser la primera potencia nuclear desde la Unión Soviética. Estados
Unidos no cejó en su empeño de cercar a Rusia y continuó con sus revoluciones de colores, la
principal en Ucrania, forzando un cambio de gobierno y comenzando una política en Ucrania
hostil a Rusia, rompiendo el tradicional equilibrio entre los rusófilos y los prooccidentales. Desde
2014, al menos, Ucrania ha sido armada y entrenada por la OTAN, principalmente por Gran
Bretaña, para hostigar a Rusia en su propia frontera. Llegando en diciembre de 2021 al paroxismo
al solicitar el acceso a la OTAN y esta no cerrarle las puertas. Se hizo evidente entonces que Rusia
no permitiría romper el equilibrio de la Destrucción Mutua Asegurada, pues si se instalan misiles
balísticos con ojivas nucleares en Ucrania, Rusia no tendría tiempo de respuesta ante un ataque, lo
que de facto le haría perder la guerra nuclear y desaparecer como nación independiente.
Por otro lado, la guerra en Ucrania ha empujado a Estados tradicionalmente «neutrales» como
Suecia y Finlandia, a solicitar la pertenencia oficial a la OTAN y, por tanto, a ampliar la frontera
de contacto de esta con Rusia en 1500 kms. Estonia, que siempre ha sobresalido como enemiga de
Rusia, amenaza con cerrar el estrecho de Finlandia al paso de los barcos de la flota rusa del
Báltico, lo que supondría una respuesta inmediata de Rusia. Polonia está preparando un ejército
para entrar en Ucrania si se rompe el frente en el Donbas y Rusia avanza hacia el oeste, para
anexionarse los territorios que considera suyos. En el flanco sur ruso, Estados Unidos está
intentando abrir nuevos frentes de guerra en Georgia, Azerbaiyán e, incluso en Kazajistán, con la
idea de desestabilizar las fronteras. El ataque a Irán está integrado en esta estrategia, sea quien sea
quien lo haya realizado. En África, Rusia,
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ediante el grupo
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agner de
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países donde tenía intereses estratégicos y amenaza con expulsar a Gran
Bretaña, Alemania y Estados Unidos, lo que amplía el teatro de operaciones de esta Tercera
Guerra Mundial en ciernes, sobre todo si tene
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stados Unidos ha organizado una coalición con Australia y
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situación está madurando y puede convertirse en un casus belli si China ve impedida su salida
natural por los mares que la rodean. Por tanto, y resumiendo, las causas de esta situación hay que
buscarlas en la crisis del modelo civilizatorio que se impuso tras la caída de la Unión Soviética, la
globalización neoliberal del capitalismo financierizado y en la reducción de los recursos naturales
disponibles, especialmente energéticos, de los que Rusia posee el 25% de las reservas probadas.
Asistimos al declive de una superpotencia, Estados Unidos, y a auge de otra, China, mientras que
una tercera, Rusia, lucha por su espacio propio en el mundo que se avecina. Este choque de
intereses geopolíticos y estratégicos se ha resuelto históricamente mediante guerras en las que una
potencia derrota a la otra u otras. Así sucedió en el mundo antiguo con los imperios
mesopotámicos o con el Imperio romano y recientemente con el Imperio británico (y USA) y el
auge de Alemania con el nazismo.
Si las poblaciones de los países implicados son capaces de ver
que en esta guerra solo pueden perder -y mucho-, quizás tomen conciencia de que hay que
movilizarse contra la guerra y oponer una resistencia no violenta a la misma
, negándose al envío
de armas, presionando a sus gobiernos para que fomenten las negociaciones y tomando partido
por las medidas de paz y no de la guerra.
Si queremos evitar la Tercera Guerra Mundial hay que forzar las negociaciones entre Rusia y
Ucrania y sus patrocinadores. Estas negociaciones, que estuvieron a punto de fraguar en un
acuerdo en Estambul, deben partir de la base de que ambos bandos tienen que obtener algunas de
sus exigencias. Lo mejor para todos es que Ucrania ceda Crimea y permita un estatus de país
independiente al Donbas, así como renunciar a la OTAN y reducir su ejército. Rusia, por su parte,
debe renunciar a los territorios de Jersón y Zaporiye y permitir que Donbas sea independiente, con
una presencia de cascos azules. De esta manera podremos no ganar la guerra (ninguna guerra
se gana), pero al menos no habremos perdido la paz, como sucedió en 1918: los vencedores
de la guerra perdieron la paz y sembraron la siguiente guerra.
¿Podemos evitar la Tercera Guerra Mundial? La respuesta es que sí. A pesar de toda la
propaganda mediática en Occidente, s del 50% de la población, según las encuestas, está en
contra del envío de armas, aunque los partidos políticos que representan a estos partidos
representan más del 80%. Esto quiere decir que si la población se organiza, es posible presionar a
las fuerzas políticas para que establezcan una política de paz y no sigan en la línea del belicis
m
o
.
T
engo esperanza y creo que es posible evitar lo peor
,
pero es necesario apostar decidida
-
mente por
la paz, la que nace de la justicia entre las naciones y en las sociedades. Porque la guerra es el mal
estructural y, en un mundo con capacidad nuclear, es el mal definitivo.
Fue noticia reciente el fallo que, tras más de doce años, emitió el Tribunal Constitu-
cional sobre el recurso que había presentado el Partido Popular contra la Ley del
aborto impulsada bajo el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Por
siete votos frente a cuatro, el Pleno del TC desestimó el recurso de inconstitu-
cionalidad de esa Ley. Los medios informativos definen tal fallo como una victoria de
la mayoría progresista del Tribunal. Está, además, el hecho de que la Ley fue
impulsada por un gobierno socialista y aprobada en Las Cortes por los partidos del
sector progresista, de la izquierda en general, frente a la oposición de derechas
liderada por el PP secundada por el sector conservador en general.
A
presentada la cuestn
,
queda establecido un esque
m
a según el cual oponerse al aborto
es un asunto de la derecha política o sector conservador
,
y apoyarlo es una tarea de la iz
-
quierda y las fuerzas progresistas
. Y
a sabe
m
os que los conceptos de derecha e izquierda
,
conservadores y progresistas, tienen significado en el ámbito de la lucha de clases, es
decir
,
la eterna pugna entre quienes quieren conservar el siste
m
a de do
m
inación clasista
y quienes quieren (queremos) establecer un sistema más justo, e incluso igualitario.
Entonces tenemos un problema con el reparto de papeles o encasillamiento que se
hace sobre la cuestión del aborto
. S
in duda hay personas que
,
sintiéndose de izquierda,
incluso de una izquierda extrema como la comunista, como es mi caso, sienten horror
ante la práctica abominable del aborto, y no tienen ningún deseo de apoyarla ni por
activa ni por pasiva. Una forma pasiva de apoyo es no manifestarse de ninguna
manera sobre el tema. Para asumir actitudes de no beligerancia ante el tema se usa
como coartada el argumento o expresión: «Derecho a decidir». Este concepto del
derecho a decidir se usa, más o menos legítimamente, en otros ámbitos de la
problemática humana, pero referido al aborto me siento obligado a calificarlo como
una falacia, una falsa alternativa, un sofisma… veamos por qué.
Si se trata de derechos en relación al casamiento, relaciones sexuales, embarazo… por
supuesto, el derecho a decidir de las mujeres y de los varones a ese respecto debe
ser total. Pero cuando se está postulando el derecho decidir prácticas abortivas el
asunto es rechazable, tanto a los varones como a las mujeres; no es una cuestión de
género, sino de respeto a la vida humana. Es bastante conocido el dicho que la
libertad de una persona termina allí donde empieza la libertad de otra(s) persona(s).
Pues bien, según la misma lógica, se puede decir que los derechos de una persona
terminan allí donde empiezan los derechos de otra
(
s
)
persona
(
s
). N
o se puede reconocer
el derecho de una persona a matar a otra. El derecho a vivir de un ser humano es más
respetable que el derecho a decidir de otro que desee asesinarlo.
Según esto, es totalmente inaceptable la práctica del aborto. ¿Cómo entonces se
intenta justificar ese crimen? Muy fácil, se le niega la condición de seres humanos a
los/las niños/as aún no nacidos/as. Los nazis negaban la condición humana a los
judíos y a los gitanos que enviaban a los campos de exterminio. Siguiendo un similar
macabro procedimiento, los/las abortistas ignoran o retrasan el reconocimiento de la
naturaleza humana de los fetos hasta… ¿hasta cuándo?, ¿hasta la tercera semana?,
¿hasta el tercer mes?, ¿hasta el momento mismo del nacimiento?... las opiniones
varían, pero al final parece que sólo importa satisfacer a quienes reclaman ese derecho
a decidir. Es muy grave que progresen los proyectos de ley que permiten esa
monstruosidad. Algunos partidos políticos ceden a las peticiones a ese respecto:
los/las abortistas pueden votar, los fetos, no. Está claro que si los políticos ceden o
apoyan esa aberración es porque quienes la piden son lo bastante numerosos para que
resulte políticamente provechoso consentirlo. Lo que ocurre de hecho es que las
posturas que las formaciones políticas asumen sobre esta cuestión están en función
del electorado al que quieren atraer: tal como sea la gente de un país, así serán
también los partidos que tengan, y las leyes que éstos aprueben. ¿Qué pensar,
entonces, de una sociedad en la que se acaba legislando el consentimiento del aborto?
Si no se respeta a la persona humana en su más indefenso y sagrado estado, ¿se puede
esperar que en tal sociedad se llegue alguna vez a alcanzar metas de justicia e
igualdad en el terreno económico, en las relaciones inter-género, en las inter-étnicas,
en las internacionales…? El motivo es siempre el mismo, el egoísmo, la falta de
empatía o solidaridad humana. En España, tras el record de 118.611 abortos del o
2011, la tasa bajó algo pero se mantiene en torno a los 100.000 abortos anualmente.
¿Se puede estar orgulloso de pertenecer a una sociedad en la que tienen lugar tantos
asesinatos infantiles, y además con protección legal y asistencia de la sanidad
pública? Pienso que son malditas las leyes que permiten tales crímenes. Pero además,
¿se pueden compaginar los ideales humanitarios, que la izquierda tiene vocación de
defender, con esa práctica tan inhumana? Como se indicó más arriba, se lo intenta
justificar con un sofisma, una falacia, una falsa disyuntiva: se presenta como algo que
se hace en favor de alguien.
Se usan argumentos como el de que la preocupación por los aún no nacidos redunda
en perjuicio de los que ya nacieron y sufren penalidades. Como si los no nacidos
estuviesen en un platillo de balanza y los nacidos que sufren precariedad estuviesen
en el otro platillo, y fuese necesario que unos bajen para que otros suban, que unos
mueran para que otros vivan. Otra línea de argumentación enfatiza la desgraciada
situación o circunstancias que llevan a una mujer, o a una pareja, a recurrir al aborto.
No debemos olvidar que la función o tarea de la izquierda es precisamente la
construcción de un mundo en el que sean superadas esas carencias o dificultades para
la vida humana; la defensa de la igualdad, social y de género, de la dignidad y de la
vida hu
m
ana son parte inseparable del mismo programa liberador. El aborto no es
ningún tipo de solución a la amplia y diversa problemática humana.
R
echace
m
os
,
pues
,
sin complejos
,
el plantea
m
iento falaz que pretende que la defensa de
la vida hu
m
ana en su fase prenatal i
m
plica desatender o
m
inusvalorar la dedicación que
requieren otros problemas sociales. Los derechos humanos son inseparables unos de
otros, y el derecho a la vida no debe ser limitado por algún otro derecho.