La Iglesia Católica en Chile declina. Entre
los años 2006 y 2019 las personas que se
identificaban con ella han dis
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inuido práctica
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ente en un tercio (Encuesta Bicentenario,
PUC). Es difícil encontrar un caso parecido
en el mundo.
Las causas de esta crisis son varias, aunque
es evidente que los escándalos por los abusos
sexuales del clero y su encubrimiento debe
ser la principal. Si los ministros de la fe no
somos creíbles, los católicos partirán a buscar
la confianza en Dios en otra parte o habrán
dejado la fe para siempre. Pero la fuga de los
católicos tiene también otras causas. Desde
hace muchos años se constata en la Iglesia un
foso de distancia e incomprensión entre los
fieles y sus pastores. Estas causas son doctri-
nales y estructurales.
Desde el punto de vista de la doctrina, la
encíclica Humanae vitae (1968), queriendo
orientar las relaciones de amor al interior del
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atrimonio, al prohibir el uso de medios anti-
conceptivos
,
ter
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inó generando desconcierto y
una triste huída de las
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ujeres
. L
a encíclica que
-
bró a muchas personas que de buena fe trata-
ron de observarla. En la actualidad ella tiene
trancada toda innovación doctrinal que ofrezca
una verdadera orientación a las parejas, a los
jóvenes y a las personas homosexuales.
En Chile, también en el campo doctrinal, la
jerarquía eclesiástica se ha opuesto, desde
1998 en adelante, a una serie de leyes y
decretos concernientes al género, a la moral
de la vida, a la sexualidad, a la educación de
los niños en los colegios, a menudo en contra
del sentir y pensar de los fieles.
Además de doctrinales, los problemas son es-
tructurales. La institución eclesiástica es regi-
da por una casta de sacerdotes varones que se
autogenera. Ningún laico participa en la elec-
ción de sus autoridades. Los sacerdotes, obis-
pos y cardenales dan cuenta de su desempeño
sólo a los superiores de quienes depende su
carrera eclesiástica, pero nunca ante las co-
m
unidades cristianas.
¿N
o tendrían los
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is-
m
os papas que responder ante alguna auto
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ridad colegiada en casos, por ejemplo, de
acusaciones de abusos de poder?
L
as autoridades eclesiásticas no tienen por cier
-
to la obligación de dar explicaciones de sus ac-
tos a los laicos. Así, la experiencia de Dios de
la in
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ensa
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ayoría de los católicos no es consi
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derada a la hora de co
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partir
,
revisar y recrear
la doctrina que haga inteligible y vivible el
E
van
-
gelio
,
ni de influir en el gobierno de la
I
glesia
.
La Iglesia Católica se encuentra en caída en
momentos cruciales para escuchar a Dios. En
una sociedad que valora el discernimiento de
las personas, que sube los estándares de ges-
tión y se esfuerza en dar su lugar a las muje-
res, la institución eclesiástica suele ser un tes-
timonio contra la dignidad de la persona. La
situación es grave porque no se avizora cam-
bio alguno. Por el contrario, el estamento gu-
bernamental de la Iglesia parece haber perdi-
do su capacidad de reforma.
En estas circunstancias, nuestro país corre el
riesgo de extraviar la tradición religiosa de
humanidad más importante en cinco siglos.
¿Qué cultura o institución pudiere a futuro
reconocer que los niños que vienen al mundo
son hijas e hijos de Dios, que existe un
perdón incondicional y que no hay nada más
grande que amar al próximo como Jesús lo
amó? Para los cristianos lo fundamental será
siempre transmitir el Evangelio persona a
persona mediante testimonios inspirados por
Jesús, la Virgen, los mártires y los santos.
Pero este tipo de amor cristiano no llegará
muy lejos, no podrá pasar a las siguientes
generaciones, sin una renovación de la tra-
dición milenaria de la Iglesia.
T
al vez el panorama no sea tan dramático. No
debiera serlo si los laicos
,
en vez de esperar los
ca
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bios desde arriba, comienzan a realizarlos
con creatividad y entrega. No requieren de
permiso alguno, porque inventar nuevas vías
para comunicar el sentido profundo del Evan-
gelio es su carga y su derecho
. S
i to
m
an la ini
-
ciativa, quizás nosotros los sacerdotes podre-
mos ponernos a su servicio como quiso que
se hiciera el Concilio Vaticano II.