apostaba por la vida, hasta convertir su
poesía en la mejor defensa de la vida de
la gente que moría antes de tiempo y en
el arma incruenta más desmitificadora de
la muerte, a quien desafió en el “Roman-
cillo de la muerte”, con aire lorquiano:
“Ronda la muerte, ronda/ la muerte
rondera ronda./ Lo dijo Cristo/ antes que
Lorca./ Que me rondarás morena,/
vestida de miedo y sombra./ Que te
rondaré, morena,/ vestido de espera y
gloria./ Frente a la Vida,/ ¿qué es tu
victoria?/... ¡Tu nos rondarás,/pero te
podremos”. Es la más bella y certera
traducción comprometida del desafío de
Pablo de Tarso a la muerte, cuando le
dice en plan desafiante: “¿Dónde está, oh
muerte, tu victoria? ¿Dónde tu aguijón?”
(1 Cor 15,55).
A la violencia de los poderosos res-
pondió con la no-violencia activa, inse-
parable de la justicia, en la mejor tra-
dición de los grandes pacifistas de la
historia: Buda, Confucio, Sócrates, Jesús
de Nazaret, Francisco de Asís, Gandhi,
Luther King, Juan XXIII, Helder
Cámara, Monseñor Romero, Ellacuría,
Chico Mendes, Mariella Franco, Berta
Cáceres, los místicos y las místicas de
todas las religiones, etc.
Fue espiado tanto por colegas del
episcopado latinoamericano como por el
Vaticano que le llamó a capítulo siendo
el cardenal Ratzinger presidente de la
Congregación para la Doctrina de la Fe y
papa Juan Pablo II y le amenazó con el
cese como obispo. Tal actitud persecu-
toria, lejos de amedrentarle, le reafirmó
en su radicalismo evangélico, pero sin
romper ningún puente de comunicación
que le permitiera avanzar en el camino
hacia Otro Cristianismo Posible.
Creo que la mejor expresión del itine-
rario vital, existencial, humano y reli-
gioso de Pedro Casaldáliga es “teología y
praxis de liberación”: la praxis como acto
primero; la teología como acto segundo,
que dio lugar a una de las tendencias más
creativas de la teología de la liberación:
la Teopoética de la liberación. En ella el
obispo de Mato Grosso logró aunar esté-
tica literaria y ética. Pero no en abstracto,
sino desde la opción por los condenados
de la tierra para contribuir a su libera-
ción, devolverles es su dignidad y rehabi-
litarlos como seres humanos en el ejerci-
cio pleno de sus derechos, siendo el dere-
cho a una vida digna y verdaderamente
ecohumana fraterno-sororal el principal y
la fuente de los demás derechos.
La nonagenaria vida de Pedro Casal-
dáliga tuvo sentido y, quizá más impor-
tante, contribuyó a llenar de sentido la
vida de aquellas personas, colectivos y
pueblos a quienes los poderes coaligados
se le negó. Así cobra sentido también su
proverbial afirmación: “Mis causas son
más importantes que mi vida”.
P
ara profundizar en las ideas aquí expues
-
tas remito a Juan José Tamayo, Pedro
C
asaldáliga
. L
arga ca
m
inada con los pobres
de la tierra (Herder, Barcelona, 2020).