EL SEGUIMIENTO DE JESÚS
E
n la reunión del día 2 de noviembre de nuestro grupo de Cristianos de Base dedicamos una
atención especial al tema y al concepto del seguimiento de Jesús. En el número anterior de
este boletín venía información y comentarios de los capítulos del libro de José María
C
astillo
:
D
eclive de la
R
elign y futuro del
E
vangelio
, que se refieren a esa cuestión. Era de
temer que otros asuntos más urgentes nos obligasen a posponer ese tema. En efecto, la
actualidad está cargada de novedades, algunas muy lamentables, que en otras circunstancias
hubiesen acaparado nuestra atención.
E
n pri
m
er lugar está el hecho de que el proble
m
a de la guerra en el
m
undo se co
m
plica
. A
l con-
flicto de
U
crania
,
que lleva ca
m
ino de alargarse
m
ucho
m
ás
,
se ha añadido ahora el de
O
riente
M
edio que ta
m
bién parece que será duradero y
,
lo que es peor
,
con el peligro de agravarse con
la i
m
plicación de
m
ás beligerantes
. P
or otra parte se está agravando ta
m
bién el problema de la
in
m
igracn
,
que afecta a varios países europeos pero que tiene especial incidencia en España
.
O
tro tema que acapara la atención y que tiene relación con nuestra
I
glesia es el del
S
ínodo de
la
S
inodalidad, que acaba de culminar su primera etapa con un resultado decepcionante para
quienes esperaban y deseaban
m
ucho
m
ás
. Y
no faltan ta
m
bn proble
m
as específicos de nuestro
ps
. L
a situación política sega estancada en la fecha cuando tenía lugar nuestra reunión
,
y el
asunto tenía
m
ucha relación con otro te
m
a polé
m
ico
,
co
m
o el de la a
m
nistía
,
que genera gran
enfrenta
m
iento y que
,
en otras circunstancias
,
ta
m
bién hubiese sido un te
m
a a debatir por nuestro
colectivo
. F
inal
m
ente estaba el asunto del reciente
m
ente publicado informe del Defensor del
P
ueblo sobre los casos de pederastia en
E
spaña
. E
s otro grave proble
m
a
:
los nu
m
erosos casos
de abuso infantil en el ámbito eclesial y también en la sociedad en general.
H
ubi
m
os de decidir a qué te
m
a dedicaría
m
os nuestra atención, y llegamos a la conclusión de
que el inicialmente propuesto, el del
seguimiento de Jesús
, los abarcaba a todos, pues todos
los mencionados son consecuencia de que en el mundo no se está siguiendo la enseñanza de
Jesús de Nazaret. Él es la piedra angular que rechazan los constructores de las sociedades
humanas, y sin la cual no se puede construir nada estable y duradero. Nuestro mundo vive
guerras y divisiones parecidas a las que existían en la época d
e J
esús
,
y esto ocurre porque el
m
undo
,
incluidas las iglesias
,
co
m
o la nuestra
,
que se pretenden fundadas por él
,
no ha asu
m
ido
su enseñanza. Lo que flojea en nuestra sociedad es precisamente
el
seguimiento de Jesús
.
A
la luz de lo que postula ese segui
m
iento repasa
m
os algunos los te
m
as de actualidad antes
m
en-
cionados, principal
m
ente el de la guerra
,
el de la in
m
igración y el del
S
ínodo
. P
ero el análisis que
hici
m
os de esas cuestiones lo enfoca
m
os desde nuestra propia actitud hacia esos proble
m
as
,
es
decir
,
ver en qué
m
edida nosotros
m
is
m
os so
m
os protagonistas de esa proble
m
ática
. V
arias
intervenciones en el debate
m
ostraron la necesidad de analizarlo a
. E
s claro que en conflictos
co
m
o el de
I
srael
-
palestinos y/o el de
R
usia
-
U
crania cada cual
,
por el
m
otivo que sea
,
tiende a
posicionarse a favor de uno de los beligerantes y en contra del otro. En ese contexto pronto
lanza
m
os el título de
«
cri
m
inal de guerra
»
contra el beligerante que no nos gusta
. C
m
enes de
guerra los cometen todos los beligerantes de todas las guerras, pasadas y actuales; la guerra
misma ya es de por un crimen. Todos tienen bastante imaginación y argumentos para
demostrar que la responsabilidad del inicio del conflicto pertenece a su contrincante. La
enseñanza del Maestro Jesús a este respecto es:
Mete tu espada en su vaina, porque quienes
a hierro matan, a hierro mueren
.
(Mateo, 26:52).
Boletín núm. 54 - 20 de noviembre de 2023
L
a ensanza de
J
es acerca de la in
m
igracn es
:
fui forastero, y (no) me acogisteis
(M
ateo,
25: 36
-
42
). E
l proble
m
a de la in
m
igracn se está agravando en nuestro país
:
crece incesante-
m
ente la cantidad in
m
igrantes o refugiados que llegan a nuestras costas
,
sobre todo a
C
anarias
,
procedentes de
Á
frica
, m
ás los que vienen de Iberoa
m
érica
, U
crania y otros países de
E
uropa
O
riental
,
y otros lugares
. S
e percibe que crece en nuestra sociedad el rechazo a tanto extranjero
,
y
hay partidos políticos que explotan el senti
m
iento racista y xefobo para atraer clientela electo-
ral
. E
l
segui
m
iento de
J
esús
postula que vea
m
os her
m
anos en todos los seres hu
m
anos.
D
ebe
m
os
prestar atención a las causas
,
no a los sínto
m
as de la enfer
m
edad
. H
abmigración mientras
no se solucionen los proble
m
as que la generan
,
y esos proble
m
as están
m
uy relacionados con
tipo de sociedad clasista, capitalista que domina a escala mundial. El seguimiento de Jesús
postula también que nos impliquemos en el cambio de ese tipo de sociedad.
Precisamente la deserción de nuestra Iglesia en esa lucha para sustituir ese sistema infernal
por el Reino de Dios, que Jesús quiere instaurar, se percibe en el desarrollo del Sínodo. En
lo que va
m
os viendo de esa asa
m
blea eclesial se percibe clara
m
ente la gravedad del proble
m
a
del clericalis
m
o
. L
os
m
ales que se pretenden corregir son fruto del do
m
inio total de la clerecía
durante muchos siglos, y ahora es el poder clerical el que domina el Sínodo y se opone a los
ca
m
bios necesarios
. P
ero lo
m
ás grave es que quienes proponen ca
m
bios en ese siste
m
a
,
desde
posiciones que se consideran progresistas, en realidad, contribuyen con sus propuestas al
fortaleci
m
iento del poder clerica
l. S
obre ese te
m
a salió reciente
m
ente un editorial en la página
web de
REDES CRISTIANAS
. Incluimos ese texto en este número del boletín.
Como se dijo más arriba, dimos prioridad a la reflexión de nuestra propia actitud ante esos
problemas. En la celebración eucarística que tuvimos al final de la reunión se incluyó un
examen de conciencia sobre todos los aspectos de la vida, a nivel personal y social, en los
que se debe reflejar el seguimiento de la enseñanza de Jesús de Nazaret. Se puede ver el
guión de esa celebración eucarística en la dirección de Internet:
http://188.171.161.205/~faustino/bibio/eucaristias/eucaristia%20noviembre%202023.pdf
Como ya hemos comentado en otras ocasiones, nuestras eucaristías se distinguen por la alta
participación de todos los asistentes
. E
n realidad
,
en ellas no existe, no funciona, la diferencia
entre clericato y laicado que se da en la celebración de las misas parroquiales. En nuestra
reunión se enfatizó esa diferencia
. E
n nuestras eucaristías todo su contenido
(
lecturas
,
oraciones
,
cantos
,
homilía participativa, reflexiones…) gira en torno a la enseñanza que aporta el texto
evangélico elegido para la celebración
. E
n la
s m
isas el
E
vangelio queda
m
arginado a un
m
o
m
ento
de la celebración. El celebrante lo explica como quiere, y si quiere. Lo demás es un culto
alienante que parece tener la finalidad de fomentar una relación personal de cada uno con
Dios, es decir, orientando la atención de los asistentes a cosas “del cielo” apartándoles del
trabajo por el Reino de Dios en este mundo que es para lo que Jesús llama a sus seguidores.
A
nte la envergadura de toda esa proble
m
ática que describi
m
os, los participantes en el debate
experi
m
enta
m
os un senti
m
iento de i
m
potencia
. S
e trata de las dificultades con las que topan todos
los pioneros
; J
es y sus pri
m
eros discípulos tuvieron que vivirlas
. L
a
T
eología de la
L
iberación
,
que intenta recuperar el sentido de la
m
isn que
J
esús enco
m
ienda a sus seguidores
,
es relativa
-
m
ente joven en co
m
paración a los largos siglos de desviacn eclesial
. L
as nuevas ideas necesi-
tan tie
m
po para i
m
plantarse en la
m
ente colectiva
. N
uestra tarea es esforzarnos en difundir la
idea que nos
m
otiva
;
no pode
m
os li
m
itarnos a debates internos en nuestras reuniones
. J
esús
lla
m
a a ser sal de la tierra y luz del
m
undo
,
y co
m
para la difusión de su
m
ensaje con la labor del
se
m
brador que esparce la se
m
illa esperando que algunos granos caigan en terreno favorable y
den fruto. Difundamos, pues, nuestra convicción de que el seguimiento de Jesús no se vive
en cultos litúrgicos sino realizando en el mundo el proyecto de Cristo Libertador.
¿UNA IGLESIA QUE ENGAÑA?
El gobierno de la Iglesia exige y vigila, ante todo, la orto
-
doxia, la recta doctrina. Para eso existe el Santo Oficio. Y
por eso en la Iglesia se han quemado vivos a los herejes o
se han destituido a los desobedientes o a los que se han con
-
siderado co
m
o tales
. P
ero
, ¿
se ha vigilado
,
en la
I
glesia
,
con
el mismo interes y esmero, el seguimiento de Jesus?
S
in duda alguna
,
no
. N
o le he
m
os prestado el interés que
m
e
-
rece y exige
,
el segui
m
iento se ha interpretado co
m
o un te
-
m
a de espiritualidad... Pero si nos atenemos a lo que nos
enseña el
E
vangelio, la relación de los dispulos con Jesús
no se empezó a gestionar y vivir mediante la fe, sino
mediante el seguimiento.
A
de
m
ás
,
lo que vale para la recta doctrina
,
vale ta
m
bién pa
-
ra la correcta liturgia
. P
or eso
,
si para
m
antener intacta la rec
-
ta doctrina se instituyó la
I
nquisición
,
para legislar
,
vigi
-
lar y exigir el debido culto religioso
,
la
I
glesia tiene la
S
a
-
grada
C
ongregacn para la
L
iturgia
. L
os ritos son acciones
que se constituyen en un fin en
m
is
m
os
,
lo cual entraña el
peligro de que las personas religiosas tranquilicen sus con
-
ciencias cumpliendo fielmente lo que exige el rito.
E
fectiva
m
ente hay
una
I
glesia que engaña
. N
o es que ace
con esa intención, sino que educa personascreyentes” y
ob
-
servantes
”,
que en realidad viven lejos de lo
m
ás ele
m
ental
y decisivo que
J
esús nos ensó con su for
m
a de vivir
. S
on
personas cargadas de
R
elign
,
pero alejadas del
E
vangelio
.
E
n la
I
glesia se ha
m
arginado el segui
m
iento de
J
esús. Por
eso
m
uchos cristianos no tienen ni idea de lo que es ni de su
i
m
portancia. Se puede decir que en la Iglesia se ignora o
incluso se le tiene
m
iedo a poner el centro de la vida en el
seguimiento de Jesus.
Resulta mucho más fácil poner el centro en la fe (orto-
doxia
)
y en la liturgia
(
rituales y oraciones
),
al tiempo que
quienes
m
andan
(
el clero
),
i
m
poniendo la doctrina
,
do
m
i-
nan las ideas, someten el pensamiento y controlan más
fácilmente a los fieles.
Sí, hay una Iglesia que engaña,
aunque no actúe con esa inten-
ción
. E
duca personas
creyentes
y
observantes
”,
que en realidad
viven lejos del seguimiento de
Jesús. Se puede decir que en la
Iglesia se ignora o incluso se le
tiene miedo a poner el centro
de la vida en el seguimiento de
Jesus. Resulta mucho más fácil
poner el centro en la fe (orto-
doxia) y en la liturgia, (ritos y
devociones) al tiempo que el
clero, imponiendo la doctrina,
dominan las ideas, someten el
pensamiento y controlan más
fácilmente a los fieles.
C
uando
J
esús e
m
pe a anunciar a sus discípulos el final cruel
que le esperaba en
J
erusalén
,
afir
m
o
:
E
l que quiera venirse
con
m
igo
,
nguese a sí
m
is
m
o
,
cargue con su cruz y síga
m
e
”.
Esto no significa un autocastigo, la privación de todo lo que
resulte agradable y proporciona felicidad
.
E
ntonces
,
si el proyecto de
J
esús es nuestra hu
m
anización y
nuestra felicidad, ¿cómo se explica que el
E
vangelio nos diga
que tene
m
os que
cargar con una cruz
”,
que es la
m
uerte
m
ás
cruel que pode
m
os i
m
aginar?
E
l segui
m
iento de Jesús exige
abandonar todo lo que nos ata en la vida
. S
ola
m
ente cortan-
do con lo que nos ata y condiciona nuestra vida y nuestra
seguridad pode
m
os ser libre
s. E
l gran proble
m
a es la libertad
para estar sie
m
pre disponibles y hacer el bien a quien
m
ás
nos necesita
. P
orque son
m
uchos los que nos necesitan.
¿Q
ué conexión tiene la libertad cristiana con el segui
m
ien-
to de
J
esús
? E
sta es la gran pregunta que la
I
glesia tiene
que responder
. Y
ta
m
bién la cuestión básica en la que la
teología se tiene que centrar. La respuesta a la llamada al
segui
m
iento la necesidad insustituible de abandonar todo lo
que cada cual tiene
. D
e for
m
a que el segui
m
iento de Jesús
no es co
m
patible con alguna li
m
itación o condicionante, si
es que acepta
m
os el
E
vangelio y lo que en el se exige
: ¿N
o
es esta una serie de exigencias extravagantes?
L
o es si esas exigencias de
J
esús se to
m
an al pie de la letra;
la conclusión sería que el
E
vangelio es i
m
practicable
,
por la
sencilla razón de que exige tanto que no se puede poner en
práctica
. ¿C
ó
m
o se tiene que entender y practicar el segui
-
m
iento de Jesús según las renuncias y exigencias que
impone él mismo?
La respuesta está en una sola palabra:
libertad. Es decir, no vivir atado a nada ni a nadie en
nuestra vida. En efecto, según el IV Evangelio, Jesús le
dijo a
N
icode
m
o
:
T
enéis que nacer de nuevo..
.
E
n efecto
,
solamente puede seguir a Jesus el que
nace de
nuevo
porque es una persona libre
. N
o está atado a nada ni a
nadie
. P
or eso
,
el que sigue a
J
esús es una persona insobor
-
nable
. Y
para
m
uchas instituciones
(
políticas
,
sociales
,
reli
-
giosas...), una persona libre es una persona peligrosa.
D
os condicionantes que i
m
posibilitan el segui
m
iento de Jesús
son la riqueza y el podeo
. E
l que va por el
m
undo buscan-
do enriquecerse y ser un personaje i
m
portante
,
ni puede en
-
tender el
E
vangelio
,
ni puede seguir a
J
esus
. E
l
E
vangelio es
,
en este asunto
,
tan claro co
m
o tajante
. E
l
m
odelo de perso-
na que Jesús quiere supera la observancia de la Religión.
La idea es que no basta la sumisión a normas y rituales.
Seguir a Jesús es romper nuestras dependencias del dine-
ro, de la riqueza y del poderío.
En estos momentos, con el dolor de su rdida, más que los datos fríos y académicos de su
vida nos interesa su perfil humano e intelectual. Un pintor habría utilizado para retratarlo
colores pálidos para trazar suavemente un rostro entre frágil e inteligente, solitario y
cordial, humilde y respondón. Pero esa es solo la apariencia. Pepe Castillo es mucho más.
Pueblo pequeño, escasez de la Andalucía oprimida, guerra y posguerra, franquismo y
transición; Trento y Vaticano II, le configuran como marco político y vital. Un rasgo de sus
comienzos emociona especialmente, su confesión de que de niño fue pastor literal de
ovejas. Cuenta que durante años le dio vergüenza relatar esta vivencia infantil. Pero no solo
es hermosa esa conexión primitiva con la naturaleza y la imagen bíblica del pastoreo, sino
que viene a simbolizar lo que va a ser el eje de toda su vida: la centralidad del Evangelio
como columna vertebral de su actividad teológica.
Un continuo salto de obstáculos
Como en una película hay secuencias que se alternan en su relato: el proceso de ir
descubriendo al verdadero Dios contra la falsa religión en su hijo, Jesús de Nazaret, y,
como en un salto continuado de obstáculos, superar los escollos que le irá poniendo la
Iglesia institucional o real. Sobre el sustrato de una psicología frágil y sensible, como él
mismo confiesa que es la suya, eso ha supuesto tener que afrontar muchas noches oscuras,
incomprensiones, soledad e incluso tener que superar en varias ocasiones la depresión. Pero
nunca ha claudicado en su lucha hasta alcanzar la libertad e incluso, en la medida que es
posible en este mundo, la felicidad.
En este proceso ha estado muy presente la Compañía de Jesús. Yo creo que en cierto modo
ser jesuita imprime carácter. Con sus defectos -entre ellos cierto orgullo corporativo-, la
orden que fundó San Ignacio no deja indiferentes. De los muchos ex jesuitas que he
conocido pocos no sienten cierta añoranza, y la mayoría asegura que la experiencia a fondo
de los Ejercicios ha marcado para siempre su vida. Lo curioso de Castillo es que, a pesar de
que abandona dos veces la Orden (la primera por enfermedad en el noviciado, la segunda
por conflictos que el resume como “higiene mental”), mantendrá siempre un vínculo de
gratitud y aprecio, tanto que le dedica a la Compañía sus memorias y le atribuye muchos
de sus logros de formación y vivencia.
Como novelista y biógrafo he llegado a la conclusión de que una de las cualidades más
destacadas de la Compañía, sobre todo los últimos tiempos, es su flexibilidad y tolerancia
para albergar entre sus filas hombres tan distintos como Teilhard de Chardin y Karl Rahner,
Gerald M. Hopkins y Carlo María Martini, generales como Janssens y Arrupe, y entre los
españoles singularidades tan acusadas como los padres Llanos y Díez-Alegría. De estos dos
grandes hombres, como Castillo, libres, proféticos y rompedores, he escrito biografías
documentadas. La de JoMaría Díez-Alegría la titulé “Un jesuita sin papeles: la aventura
de una conciencia”. Precisamente por su objeción de conciencia Alegría tuvo que
abandonar legalmente la Orden, aunque el simpar Arrupe, entonces superior general, le
permitió seguir viviendo como un jesuita más en casas de la Compañía. No de otro
instituto eclesial que haya tenido un gesto de este calibre.
A este respecto Pepe Castillo me contó una anécdota muy repetida en su encuentro con el
papa Francisco, cuando le invitó a una audiencia en Roma. Después de haberle hecho varias
de esas llamadas telefónicas que suele hacer a algunas personas por sorpresa, el ex jesuita
granadino le dijo al papa jesuita argentino: “Convénzase, santidad, los dos somos jesuitas
sin papeles”, lo que desencadenó un torrente de risas en el Papa. Castillo resume así lo
mejor que sacó de sus dos noviciados, lo que “hay en la base y fundamento de mi vida es
una “experiencia-clave”, que se mantiene firme en mí, tal como yo la siento, la percibo y es
el motor de lo que hago y deseo seguir haciendo, hasta el final de mis días. Es la
experiencia de Jesús, el Señor de mi vida, tal como lo he encontrado en el Evangelio”.
Contradicciones de nuestra Iglesia
O
tro punto es su experiencia hu
m
ana e intelectual en los centros de estudio donde ha ejercido
su profesorado co
m
o
C
órdoba, Granada, Roma, El Salvador y otros muchos lugares. De ello
afirmaba: “Esta Iglesia, a la que tanto debo, es la Iglesia que vive en una enorme y palpable
contradicción. Es la contradicción que consiste en que la Iglesia enseña (o pretende
enseñar) exactamente lo contrario de lo que vive. Y es el clero”, lo digo sin rodeos, el que
lleva la batuta de esta enorme orquesta ruidosamente desafinada”. Particularmente sensible
a las contradicciones, estas estallan en su vida cuando se le prohíbe enseñar en Granada y al
mismo tiempo se le admite, e incluso se le anima, a hacerlo en la UCA de San Salvador.
“¿En Granada yo era peligroso y en El Salvador no lo era? ¿Cómo se explica esta
contradicción?”. ¡Por lo visto la razón formal es que la de Granada era facultad eclesiástica
y la de San Salvador civil! Como si la verdad dependiera de etiquetas.
Pepe admiraba la libertad profética de Pedro Arrupe, que le trató con gran comprensión y
delicadeza, o las confidencias de su sucesor en el generalato, Adolfo Nicolás, que al
despedirse le dijo: “Reza mucho por la Iglesia; porque más bajo de lo que ha caído, ya no
puede caer”. Castillo se atreve a decir que Wojtyla y Ratzinger, “aunque hombres muy
distintos, cada uno a su manera, le dieron más importancia a la fiel observancia de la
Religión que a la presencia del Evangelio en la vida de los individuos y de la sociedad”.
Sea como fuere la trayectoria teológica de Pepe Castillo, insuflada de una enorme cultura y
cientos de libros asi
m
ilados y otros escritos por él
,
es una continua superación de censuras y de
problemas de libertad de cátedra. Llega a afirmar que la Teología es “un saber sometido a
censura”. Su clave para entenderla es la encarnación como humanización de Dios. Por eso
afirma en una estrecha unión de inmanencia y trascendencia: “Si luchamos en serio por
‘hu
m
anizar’ esta sociedad y este
m
undo
,
entonces y sólo entonces
,
podremos pensar en serio
que estamos luchando por ‘divinizar’ nuestra existencia”. Para señalar lo que distingue a
un cristiano del que no lo es, afirma que se produce cuando “sólo queda en pie el amor, la
bondad y el comportamiento que cada cual ha tenido en su vida con sus semejantes”.
Solo queda el amor
Muy esclarecedor es cuando se pregunta por su identidad de los últimos años: “¿Laico o
jesuita arrepentido?”. De pronto se descubrió viejo y libre por primera vez, en el sentido de
no estar atado para realizar lo que uno quiere hacer. Esto le supuso vivir contrastes, como
tropezarse con gente que le felicitaba y otros le evitaban, como aquel compañero que se
escondía detrás de un libro para no saludarle. Pero lo mejor es su conclusión: ¿Laico o
jesuita arrepentido? Ni lo uno ni lo otro. Yo quiero creer en Jesús, buscar en Jesús a
Dios. Y para alcanzar mi búsqueda, hacer lo que hizo Dios. O mejor para hablar con
precisión- intentar hacerlo. Que es, ni más ni menos, hacer lo que hizo Dios: “encarnarse”.
Es decir, “humanizarse”: “La Palabra se hizo carne”. Dios se “humanizó”. Siendo
profundamente humanos, así es como encontramos a Dios.” O lo que le dijo Adolfo
Nicolás en Roma: “Me alegra que te hayas salido de los jesuitas. Porque te conozco. Y
que, tal como piensas y te comunicas, no podías ser feliz en la Vida Religiosa. Y no
olvides que venimos a este mundo para ser felices. No para vivir siempre contrariados”.
C
astillo piensa que el proble
m
a del ho
m
bre es
D
ios
,
y sola
m
ente en el
E
vangelio en
J
esús
,
algo
que en su opinn la Iglesia ha olvidado
,
volve
m
os a la centralidad
.H
izo falta pasar por la crisis
religiosa, que provocó la Ilustración, para darnos cuenta de que a Dios no lo conocemos. Y
ahora, que hemos entrado, en picado, en la crisis de la Religión y de Dios, empezamos a
to
m
ar conciencia de que al
D
ios trascendente sola
m
ente pode
m
os conocerlo en la hu
m
aniza-
ción de Dios, tal como lo vemos y lo palpamos en el Evangelio, en la vida y en las obras de
Jesús”. De ahí la importancia que el profesor Castillo concedía al Dios humanizado, que
veía como única vía de hacer presente a Dios en nuestro lacerado mundo, y para la Iglesia
que esté centrada en el Evangelio, porque “una Iglesia empeñada en observar fielmente la
Religión es una institución que vive y comunica un Evangelio falsificado”.
P
epe ha declarado sie
m
pre su a
m
or a la
I
glesia
, “
pero precisa
m
ente porque la quiero tanto
,
por
eso no
m
e puedo callar lo que yo veo co
m
o el fenómeno de fondo que ha desquiciado lo que
quiso
J
esús
, m
i verdadero
S
eñor
,
cuando se despojó de todo rango y dignidad, de toda posesión
de bienes y grandeza”. Por eso la Iglesia no tiene futuro si no es desde el seguimiento de
Jesús y recuperando como centro el Evangelio. En su opinión lo que la gente de hoy
rechaza de la Iglesia no es la “maldad”, sino la mentira”, la contradicción entre lo que
predica y lo que vive
,
y será creíble cuando sea capaz de ro
m
per las fronteras discri
m
ina-
torias entre el clero y el laicado, el hombre y la mujer, y no convierta los ritos en una forma
de liberarse de los miedos o de enorgullecerse como el fariseo frente al pobre publicano.
“Cuídelo, Margarita” (Papa Francisco)
C
on este pensa
m
iento la irrupción del papa
F
rancisco en estos últi
m
osos del teólogo
C
astillo
ha sido capital. Pocos días antes de que Benedicto XVI presentara su dimisión, el padre
Adolfo Nicolás le hizo esta confesión en Roma: “Ten en cuenta que la Iglesia lleva más de
treinta años sin gobierno
”. Y
añadió: “Juan Pablo II se ha dedicado a viajar por el mundo. Y
B
enedicto
XVI
ha ocupado su tie
m
po leyendo libros de alta especulacn filosófica y teológica
,
a lo que añade la música clásica, que le encanta”. ¿Quién gobernaba la Iglesia? Responde
N
icolás
: “L
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que presidían los distintos dicasterios de la
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que han gobernado en una auténtica lucha entre ellos. Y así está la Iglesia”. Pepe reconocía
que el papa Francisco es muy sencillo, pero al mismo tiempo difícil de entender. Él lo cifra
todo en su bondad, “la fuerza más poderosa que tiene el ser humano”, junto a la valentía al
atreverse a denunciar los desafueros de la sociedad actual y la propia Iglesia.
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Castillo y a Margarita, en cuya casa vive actualmente el teólogo en compañía de los hijos de
esta. No deja de ser sorprendente que todo un papa invite a un ex jesuita con su compañera a la
eucaristía, que a ambos les dedique un rato para charlar, y que al despedirse le diga a esta sora:
“Cdelo, Margarita, la Iglesia lo necesita”. “Naturalmente -comenta Castillo-, aquello fue, no
sólo anular lo que motivó mi salida de la Compañía de Jesús, sino sobre todo reconocer mi
servicio a la Iglesia. Y mi utilidad en ella”. ¡Qué diferencia de los que le daban esquinazo
cuando se lo encontraba en la calle por haber colgado los hábitos”, como se decía antes”!
Acaso nunca habría podido imaginar José María Castillo, como ha sucedido a otros
teólogos oficialmente proscritos, que un papa llegara a leer sus libros, llamarle personal-
mente y revalidar su trabajo de conciencia profética en la Iglesia.
Algunos, aun después de muerto, seguirán tachándole de radical, rebelde, herético y
fracasado. Compañero tengo que lo ha calificado incluso de “loco”. No importa. También a
algunos profetas que han permanecido dentro de la institución les ha pasado lo mismo.
Recuerdo que el padre Arrupe se encontró en el servilletero del comedor de Loyola una
nota en la que algunos compañeros inmovilistas le acusaba de que “un vasco fundó la
Compañía y otro se la estaba cargando”, y nunca olvidaré la humildad con que, medio
paralizado por el ictus, me decía en su cuarto de enfermo de mismo: Pobre hombre, ya
no sirvo para nada. Pero yo lo veía claro, teníamos que dar ese paso; era algo muy hermoso,
era algo de Dios”. Se refería a la opción por la justicia de los jesuitas como una
consecuencia vertebral de la fe. Hoy un centenar de miembros de la Compañía han dado la
vida por esos valores. Vivió nueve años de martirio incruento e incomprensión. Hoy
finalmente va camino a los altares. Como otros muchos que nunca obtendrán aureola y
viven desde la fidelidad y el silencio su mejor contestación, ya que el trigo que se pudre en
la tierra también es profecía. Tuve el privilegio de prologar sus memorias y presentar en
Madrid su libro “Declive de la Religión y futuro del Evangelio. En esta última ocasión
mostró una gran humildad cuando le señalé que hoy existe una mística popular o religión
por libre buscadora de la verdad más allá del mensaje evangélico.
Las comparaciones son odiosas. Pero somos muchos los que hemos vivido la conculcación
de derechos humanos como los de libertad de expresión, de investigación teológica o de
cátedra en la Iglesia. Dicen algunos que es ahora cuando finalmente un papa, con las
limitaciones de una institución que se mueve con pasos paquidérmicos, está empezando a
aplicar el Concilio Vaticano II. Eso también se debe a muchos años de sufrimiento y
represión orgánica que estamos superando
gracias a testigos y voces proféticas como
la de José María Castillo. También él nos
ha dejado miles de páginas, escritas por
cierto con un estilo popular, fluido y ase-
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sobre la esperanza en el futuro, sie
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tetiza en tres palabras: “creer en Jesús de
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dándonoslo, libre ya de ataduras, censuras y
miopías, desde esa dimensión donde ahora
vives la verdad, perdido en el mar de amor
en que siempre creíste.
Redactado el texto que sigue antes de la culminación de la primera sesión del
proceso sinodal, nos llegan reacciones de desencanto de algunos sectores que
esperaban algo más. Nosotros no sentimos frustración pues, como decimos en
dicho texto, no nos hacíamos muchas ilusiones. En la sesión sinodal que culmina
hemos visto a una gente volcada en discutir si se aplicaban o no unos remiendos
nuevos a un vestido viejo cuyo mal aspecto tampoco iba a mejorar mucho. La
temática que parece haber absorbido la atención de los/as sinodales es sólo la
problemática interna de la institución eclesial. Queda desatendida, como siempre,
la misión que Jesús encarga a sus seguidores. El Sínodo que adoptó inicialmente el
lema “Marchar juntos” tiene que concretar y aclarar en qué dirección y con qué
destino pretende marchar. Si no es para seguir a Jesús, la marcha no tiene sentido,
ni juntos ni separados.
La Iglesia se halla en un proceso sinodal con unos objetivos amplios pero ambiguos.
Se asume que un sínodo es una asamblea con una entidad inferior a la de un concilio.
Generalmente, los sínodos son gestionados y realizados en su totalidad por parte del
estamento clerical, concretamente por los niveles más altos de la jerarquía eclesial. El
actual Sínodo de la Sinodalidad es una excepción en el sentido de que se hizo una
consulta al laicado y a la sociedad en general. La propia temática, la Sinodalidad, ya
expresa por misma la voluntad de ampliar el ámbito de participación en el debate
eclesial, es decir, recuperar para la gestión eclesial el carácter asambleario que no
debió perder nunca. Las etapas local, diocesana y continental del proceso sinodal
aportaron una amplia temática que por su envergadura supera con mucho la de los
concilios. De hecho, entre los temas propuestos aparecen asuntos que el Vaticano II
decidió aparcar: legado dogmático, estructura jerárquica de la Iglesia, celibato
sacerdotal, situación de la mujer en la Iglesia…
El hecho de que se haya emprendido tal Sínodo parece indicar que se tomó conciencia
de las carencias del funcionamiento de la Iglesia durante muchos siglos, el abismo
existente entre el sector clerical y el laicado en la dirección y gobierno de la Iglesia.
Es positivo que se haya percibido ese problema y se intente remediarlo. Pero no nos
hagamos ilusiones. Desde muy pronto se perciben los límites, el escaso alcance de lo
que se puede lograr en este proceso. Desde el principio se ve claro que la raíz de toda
la problemática eclesial es el clericalismo. En las respuestas al cuestionario sinodal no
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faltan constataciones de esa realidad, pero no se acierta a proponer soluciones
adecuadas.
Parece que quienes postulan el acceso de la mujer a la ordenación sacerdotal, la
supresión del celibato clerical y la bendición de las parejas LGTBI por parte de
sacerdotes de la Iglesia, no se dan cuenta de que con esas peticiones están rindiendo
homenaje al concepto mismo de sacerdocio, a la jerarquía institucional de la Iglesia.
Si concluimos que la tal jerarquía eclesial, por el simple hecho de existir, y por las
funciones que se asignó, fue durante dos milenios un factor de perversión de la
naturaleza misma del colectivo que Jesús quiso crear, el remedio a aplicar debería ser
radicalmente distinto de lo que el Sínodo puede considerar y aceptar. Por ese camino
el Sínodo de la Sinodalidad está condenado a ser, como lo fue el Concilio Vaticano II,
una labor vana de poner un remiendo nuevo a un vestido viejo.
Bajo la dirección de tal tipo de pastores, como los que la Iglesia tuvo durante tantos
siglos, la institución se evidenció incapaz de cualquier tipo de auto-reforma. De
hecho, todos los cambios que acometió: dogmas, preceptos, modalidades de culto,
empoderamiento jerárquico, enriquecimiento, colusión con los poderes dominantes
del mundo… fueron justamente en la dirección contraria a la enseñanza de Jesús. El
resultado es una forma de organización eclesial que no puede servir para realizar la
misión que Jesús asignó a sus seguidores. En efecto, la Iglesia se define y se ve a sí
misma como una “comunidad de creyentes”. Una comunidad de creyentes es una
religión, con sus creencias, preceptos, ritos, y devociones, cuya finalidad esencial es
desviar al rebaño de la dirección que Jesús quiere que sigamos. Él no pensó en una
“comunidad de creyentes” sino en una comunidad de seguidores”. No es lo mismo,
los creyentes sólo tienen que rezar y ayunar cuando lo manda la Santa Madre Iglesia
para ganar la vida eterna. Pero los seguidores son interpelados para imitar a Jesús y
trabajar por su proyecto del Reino de Dios en la Tierra. Jesús no convoca a creyentes
para que se metan en templos a rezar credos y letanías; quiere gente que se involucre
y se comprometa en mejorar las cosas del mundo que siguen marchando muy mal.
Cada forma de comunidad tiene el tipo de liderazgo que cuadra a sus objetivos. La
“comunidad de creyentes” está dirigida por el líder sacerdotal, el funcionario que vive
de oficiar el culto que la caracteriza. Jesús pensó en otro tipo de comunidad con otro
tipo de liderazgo. Él nunca se definió como sacerdote sino que se encuadró en la
tradición profética, y convoca a sus seguidores para ese tipo de misión y el ejercicio
de ese tipo de liderazgo profético: …os perseguirán como persiguieron a los
profetas que fueron antes que vosotros. (Mateo 5, 12).
La función de las religiones es legitimar a los poderes dominantes en la sociedad. El
proyecto de Jesús de Nazaret, que transfiere a sus seguidores, no es acomodarse a los
injustos sistemas de dominación de este mundo. Trabajar por el Reino de Dios y su
justicia, como el Maestro pide, es desafiar a esos poderes de dominación, no
establecer con ellos concordatos que los legitiman y que ellos premian con prebendas
como las inmatriculaciones, por ejemplo.