En agosto tendemos a desconectar de la corriente realidad, aparcamos provisionalmente
los problemas, se relaja la tensión. Muchos disfrutan sus vacaciones laborales, cesa la
actividad en el ámbito de la docencia, el funcionamiento del sistema judicial se ralentiza,
también en la esfera política hay una actividad menos intensa… Lo que no disminuye es
la problemática humana. No hay vacaciones para los conflictos sociales, religiosos…
En este número del Boletín incluimos el texto de un editorial de REDES CRISTIANAS
que aborda el problema de inmigración, el rechazo que en nuestra sociedad se produce
contra los desdichados que se ven precisados a emigrar. Las fuerzas políticas que avalan
ese rechazo son las mismas que protegen los intereses de las clases sociales que viven
del trabajo ajeno, las que se oponen a la reducción de la jornada laboral; dedicamos
también alguna atención a ese tema. Pero sobre todo, son también las fuerzas políticas
que quieren liquidar todas las obligaciones estatales en relación a los derechos sociales:
sanidad, educación, pensiones… Incluimos un texto de Antonio Zugasti que muestra la
conexión de la política de Milei con la que promueve en nuestro país el partido de Isabel
Díaz Ayuso: menos poder del Estado para asistir a los necesitados… pero se recurre al
Estado para salvar a los bancos cuando lo necesitan.
Incluimos también un texto de ECLESALIA contra las guerras que actualmente tienen
lugar en nuestro atormentado mundo, y el peligro de que se extiendan aún más. Y está,
además, la problemática de nuestro ámbito religioso. El adjunto texto de José Arregui
pasa revista al fenómeno eclesiástico del clericalismo que sofoca e hace imposible cual-
quier reforma o evolución en la Iglesia.
La presentación de toda esa problemática en nuestro Boletín no tiene la finalidad de que
nos torturemos contemplando cosas que andan mal y que no podemos resolver. No
tendría sentido divagar sobre cuestiones en las que nada podemos influir. Lo que ocurre
es que se trata de cosas que sí, realmente, nos interesan e influyen sobre nosotros, y en
las que nosotros debemos tomar parte.
Así es. Si la extensión de los conflictos militares en curso acaba afectando a nuestro
país, ello será consecuencia de nuestra pertenencia a la OTAN, a la cual la población
española dio su consenti
m
iento, y contra la cual no sabemos reaccionar. Si acabamos
siendo gobernados por políticos del tipo Milei-Ayuso, que quieren poner fin a la contri-
bución del Estado en materia de asistencia social, eso sería consecuencia de lo que vota-
mos como ciudadanos. Si la Iglesia sigue siendo la finca particular del clero y no se
dedica a promover la realización del proyecto liberador de Jesús de Nazaret, eso es
consecuencia de la pasividad del laicado. Es decir, hay una corresponsabilidad colectiva
en bastantes de los males de aquejan a nuestro mundo.
Seremos capaces de afrontar esa responsabilidad y obrar en consecuencia si asumimos la
enseñanza de Jesús de
N
azaret
.
Inclui
m
os
en este Boletín un texto de José Antonio
Pagola titulado:
APRENDER A VIVIR DE JESÚS
. Definimos a Jesús como “Maestro”. La
función de un
m
aestro es enseñar
;
nuestro segui
m
iento del
M
aestro Jesús no significa
nada si no segui
m
os su enseñanza
. S
o
m
os herederos y vícti
m
as de una tradicn religiosa que
hizo de Jesús un objeto de culto y devociones alienantes y no un
m
odelo de vida a seguir.
B
oletín nú
m
. 64
- 14 de agosto de 2024
Que la migración es impulso y necesidad del ser humano parece una obviedad. No se trata
de un fenómeno nuevo. Bien entendida, la migración es la mejor parábola del ser humano:
siempre migrante, siempre migrando.
Algunos datos mínimos podrán asomarnos a la presencia de este fenómeno en nuestros
días. Según ACNUR 2023 los desplazamientos, mayormente forzados, pueden estar
superando en el 2024 los 120 millones de personas en el planeta.
Y como sombra difícilmente separable del cuerpo, la migración suele venir acompañada de
dolor y aun de muerte. En los últimos doce años se cuentan más de 60.000 personas
migrantes, desaparecidas o muertas, de las que 29.000 han sido engullidas por las aguas del
Mediterráneo. La ruta Canaria cuenta con más de 21.000 víctimas en el mismo periodo.
E
sta enor
m
e tragedia
,
que se repite co
m
o una pesadilla
,
ha obligado final
m
ente a la UE a
revisar y corregir
m
is
m
as fuentes judicas de referencia
. D
espués de reiterados intentos y
demoras la UE ha llegado a firmar el Pacto sobre Migración y Asilo 2024
(1).
S
u intención
, m
ás larga que sus resultados
,
era buena
:
gestionar
m
ejor la
m
igracn y el asilo en
sus fronteras
,
tratando de equilibrar la solidaridad y responsabilidad de los
E
stados
m
ie
m
bros
con la necesaria seguridad y protección de los derechos de las personas migrantes.
Pero el resultado se ha quedado indudablemente más acá de sus buenas intenciones. Su
rígido control de fronteras que obliga a la persona migrante a emprender rutas más largas
y peligrosas, la externalización del fenómeno que pretende implicar a los países de
origen o de tránsito, siempre más inseguros, en el control de los flujos migratorios y su
entrada en vigor en el 2026, después de un largo periodo de transición, entre otros, han
llevado a muchos activistas y expertos a calificar el pacto de regresivo en derechos
humanos y de retroceder más de medio siglo en derechos migratorios.
Este pacto, votado por las bancadas de ultraderecha, de la derecha moderada y la social-
de
m
ocracia en la Eurocámara y que ha supuesto para su presidenta, Roberta Metsala, “hacer
historia”, para Amnistía Internacional “solo conducirá a un mayor sufrimiento humano”; y
la izquierda del Europarlamento no ha dudado en calificarlo de “Pacto de la vergüenza”.
D
esde
R
edes
C
ristianas no deja
m
os de ver y denunciar la hipocresía de unos países receptores
,
conscientes de estar violando derechos funda
m
entales de las personas y tratados internacionales
sobre el derecho a la
m
igracn
, m
ientras sus
m
ultinacionales absorben la riqueza de los países
originarios y la ciudadanía nos aprovecha
m
os del trabajo
m
ás ingrato de su población
m
igrante.
Desde este lado de las migraciones, el mundo que estamos construyendo con nuestras
políticas cortoplacistas y farisaicas necesita un cambio radical. Un mundo otro en el que los
prejuicios y el miedo inducido, la indiferencia y el odio no prevalezcan sobre la solidaridad
y la fraternidad en la vida social y política.
Necesitamos un cambio de paradigma capaz de “revertir, subvertir y cambiar la historia en
otra dirección”, como diría el teólogo mártir Ignacio Ellacuría. Hasta que llegue a ser la
tierra un lugar para toda la humanidad y podamos reconocernos, como dice el Papa
Francisco, con “la misma dignidad y siendo una misma familia”. Lo dejó dicho, con frase
lapidaria, Pedro Casaldáliga: necesitamos “humanizar la humanidad”.
(1) En nuestro propio país, sin ir más lejos, aún sigue abierto, el problema del hacinamiento
de los Menores no Acompañados en Canarias. Un problema que afecta a unos 6.000
adolescentes llagados milagrosamente a nuestras islas.
Se trata, nadie lo duda, de un asunto muy delicado y complejo que requiere poner en juego
aspectos humanitarios, legales, sociales, administrativos, etc., y la estrecha colaboración
entre el Gobiernos Central, las CC.AA y las ONG. (Algo, como sabemos, difícil de
alcanzar, dada la distancia ideológica y el populismo político de la ultraderecha).
P
ero no deja de sorprendernos el hecho de que, en una sociedad co
m
o la nuestra
que se
m
uestra
en tantas ocasiones generosa y solidaria, tratándose de las migraciones y sobre todo de
niños y niñas, aparezcan tantas resistencias para su acogida. ¿Qué es lo que nos puede estar
pasando? ¿De dónde salen tantos miedos y prejuicios? ¿Son en realidad más fuertes los
prejuicios ideológicos y la aporofobia que la generosidad y la actitud ciudadana de acogida?
Todos los días los noticieros nos hablan de guerras. Ucrania, Rusia, Palestina, Israel,
Líbano, Yemen, Sudán, Ruanda, Congo, Bangladesh…, entre otras muchas. Los
grandes ganadores de todas las guerras son las corporaciones armamentistas, los
fabricantes y comerciantes de armas, promotores de la industria de la muerte.
A
los señores de la guerra no les i
m
porta el sufri
m
iento y
m
uerte de
m
ultitud de
personas
,
sean soldados o poblacn civil
,
incluidos niñas y niños
. L
o que les i
m
porta es la
ganancia super-
m
illonaria que les proporciona la venta de armamento cada vez más
sofisticado. Si no hay guerras hay que provocarlas.
N
uestro ene
m
igo no son los rusos ni los nortea
m
ericanos ni los israees ni los palestinos
N
uestro ene
m
igo es la codicia econó
m
ica de un siste
m
a inhu
m
ano y cruel
,
la indiferencia
ante el sufri
m
iento hu
m
ano
,
la venganza
,
el odio
,
el racis
m
o
,
la xenofobia
,
la isla
m
ofobia
,
el anti-semitismo, la injusticia, las fake news… Estos son nuestros enemigos.
L
a
P
az exige un profundo ca
m
bio de conciencia
,
una des
m
ilitarización de la
m
ente y una
apertura a la fraternidad universal
. L
a Paz es la conjunción de la justicia social y la
libertad
. N
adie es libre hasta que todos sean libres y gocen de una vida digna y se
respeten los derechos hu
m
anos
,
los derechos sociales y los derechos ambientales. La
paz es fruto de la justicia y del diálogo.
¿S
erá posible acabar un día con las guerras y lograr un
m
undo nuevo de paz
? E
s posible
si todos los hombres y mujeres nos unimos, superando las diferencias políticas,
religiosas, étnicas y culturales…, abriendo nuestro corazón a toda la humanidad
M
uchas veces se califica al presidente argentino Javie
r M
ilei co
m
o
anarcocapitalista
”.
M
e
parece un grave error
,
este individuo no tiene absoluta
m
ente nada de anarco
,
por
m
ucho
que haga el teatro de andar con una
m
otosierra en la
m
ano
. M
ilei es un capitalista puro y du-
ro
,
pero que
m
uy duro y
m
uy puro
. E
l anarquis
m
o sie
m
pre ha luchado por la total libertad de
las personas
,
de todas las personas
,
sea cual sea su puesto en la sociedad
, m
ientras que
M
ilei
desprecia total
m
ente a la persona
,
lo único que vale es su dinero
. P
ara él
,
la única libertad
que tiene todo el
m
undo es la de
m
orirse pida
m
ente si no tiene un seguro privado.
P
ero no debe
m
os juzgar y rechazar a la ligera a
J
avier
M
ilei
. T
ene
m
os que
m
irar
m
ás allá
de las astracanadas que dice
. N
os per
m
ite ver lo que sería una sociedad pura
m
ente capita
-
lista
. P
ara él
la justicia social es un
m
onstruo horrible y e
m
pobrecedor
,
una idea real
m
ente
aberrante
”. A
lgo grave
m
ente dañoso para su espíritu capitalista
: “L
a verdad es que la justi
-
cia social es profunda
m
ente injusta y profunda
m
ente violenta
,
porque la justicia social lo
pri
m
ero que hace es violentar la igualdad ante la ley
,
porque a algunos les quita y a otros
les da
,
y eso antes está precedido de un robo
,
porque los i
m
puestos no se pagan voluntaria
-
m
ente
,
se pagan a punta de pistola, a cambio de que si no los paga uno, va preso”.
S
egún
M
ilei la justicia social violenta la igualdad ante l
a L
ey
. ¿A
nte q ley
? P
orque la ley
no es algo que caiga de los cielos co
m
o una benéfica lluvia
. L
as leyes las escribi
m
os los
seres hu
m
anos
. E
n la
U
nión
S
ovtica haa leyes
, m
uchas leyes
. Y
los países socialde
m
ó
-
cratas ta
m
bién tienen leyes en abundancia
. P
ero esas leyes a
M
ilei no le valen
. S
ólo le valen
las que sacralizan la propiedad privada y la libertad de
m
ercado
. A
nte ellas que es i
m
-
prescindible la igualdad
. G
uardando la igualdad ante esa ley
,
la igualdad en la situación
econó
m
ica no i
m
porta
:
puede haber por un lado unos cuantos
m
il
m
illonarios y por otro
m
illones de seres hu
m
anos
m
uriéndose de hambre. Lo importante es que se respete esa
sagrada ley
. Y
no torpedeándola a base de impuestos, que son un robo a mano armada,
pues se imponen con la idea de acercarse a la nefasta justicia social.
A personas que no analizan nada lo que oyen, pueden sonarles bien las palabras de
Milei sobre la libertad y el progreso de Argentina (unos pocos argentinos si han
progresado mucho, otros muchos más han caído en la miseria). Y desde luego esas
palabras les parecerán bien si se identifican con la mentalidad capitalista. Pero una
persona con un mínimo sentido crítico se da perfectamente cuenta de que todas las
fantasías del discurso propagandístico de Milei, chocan con la realidad de su país.
T
a
m
bién esn las personas a las que no le falta inteligencia para darse cuenta de la incon
-
sistencia de ese discurso
,
pero esn tan de acuerdo con sunea de capitalis
m
o neoliberal
,
que le aplauden y hasta le condecoran
. A
q está en pri
m
era nea la
P
residenta de la
C
o
m
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-
nidad de
M
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,
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desde ahora
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m
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m
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m
iradora
de
M
ilei
. Y,
por supuesto
VOX,
que le invitó a su cu
m
bre celebrada reciente
m
ente
,
en la
que recibió el fraternal abrazo de
A
bascal y particico
m
o estrella invitada
. O
sea
,
que
ya sabemos lo que nos espera si llegaran a gobernar Isabel Díaz Ayuso y VOX.
No esperaba que este cuarto Sínodo del pontificado del papa Francisco, al igual
que los tres primeros, fuera a dar ningún paso decisivo en el camino de la irrenun-
ciable y urgente reforma institucional de la Iglesia Católica Romana. Visto lo visto,
no esperaba que fuera a cumplir la condición indispensable de una tal reforma: la
supresión del obstáculo estructural decisivo, a saber, el modelo clerical jerárquico. El
Instrumentum Laboris que acaba de publicarse me reafirma en mi escepticismo: el
clericalismo sigue intacto y cerrado, y condena el Sínodo a un callejón sin salida.
Me explico. En este documento que servirá de base de reflexión para la segunda se-
sión ordinaria de los obispos en el próximo mes octubre, se siguen distinguiendo y
separando claramente dos tipos de servicios y poderes en la Iglesia: los “ministe-
rios” y poderes que dependen de la decisión comunitaria histórica, contingente,
variable , y los que dependen de la voluntad divina eterna, absoluta, inmutable .
Los primeros son ministerios y poderes comunes, vienen de “abajo”, y cualquier bau-
tizado adulto puede desempeñarlos, si la comunidad lo nombra. Los segundos son
ministerios y poderes superiores, “ordenados” (diáconos, sacerdotes” y obispos), vie-
nen “de arriba”, son conferidos por Dios a sus “elegidos” (en griego klerikói) a través
de un rito o sacramento de “ordenación” válidamente ejecutado por un obispo; estos
ministerios superiores solamente pueden ser desempañados por varones, y otorgan en
exclusiva el poder de absolver los pecados y de presidir la eucaristía o misa convir-
tiendo el pan y el vino en “cuerpo y sangre” de Jesús.
Así han sido las cosas en las Iglesias dependientes de Roma desde los siglos III-IV,
no ciertamente desde Jesús, y así siguieron en la Edad Media, y en el Concilio de
Trento (siglo XVI) contra la Reforma protestante, y en el Concilio Vaticano I (1869)
contra la Modernidad. Y así continuaron en el Concilio Vaticano II (1962-1965), a
pesar de algunos tímidos intentos de reforma. Así han continuado durante los 11 años
del pontificado del papa Francisco con sus tres sínodos. Y en el fondo todo sigue
igual en el Instrumentum Laboris para la segunda sesión ordinaria del Sínodo
sobre la sinodalidad en curso (y ya va para tres años).
No nos engañemos: nada cambiará en la institución eclesial. O sí: en un mundo que
cambia a un ritmo que da miedo, en una humanidad que busca sobrevivir como puede
ante tanto poder opresivo y ante el alarmante desarrollo de la Inteligencia Artificial, la
Iglesia institucional seguirá repitiendo viejos moldes vacíos, formas y palabras
sin alma ni vida. “Sínodo” significa “caminar juntos”, pero este Sínodo sobre la sino-
dalidad ni siquiera planteará la posibilidad de que ni ahora ni nunca se derogue en
esta Iglesia la ley humana que separa y segrega, que consagra el dominio y la subordi-
nación. La ley canónica, antievangélica, que impide que podamos realmente caminar
juntos. El sínodo, una vez más, seguirá dando vueltas en el mismo callejón. Jesús nos
diría lo mismo que decía a los clérigos legalistas de su tiempo: “Dejáis a un lado el
mandamiento de la Vida (Jesús le llama “Dios”, yo también lo hago) y os aferráis a la
tradición de los hombres” (Mc 7,8).
El texto formula ciertamente criterios generales acertados y muchos buenos
propósitos. Por ejemplo: la bella llamada “a acompañarnos unos a otros como Pueblo
de peregrinos que recorre la historia hacia un destino común” (Introducción), la
afirmación de “la identidad mística, dinámica y comunitaria del Pueblo de Dios” (n.
1), la reiterada apelación al diálogo, a la escucha y al discernimiento compartido, la
necesidad de una “conversión sinodal” (Introducción), una “conversión de las rela-
ciones y de las estructuras” (n. 14), la invitación a reflexionar concretamente sobre
las relaciones, las estructuras y los procesos que pueden favorecer una visión renova-
da del ministerio ordenado, pasando de un modo piramidal de ejercer la autoridad a
un modo sinodal” (n. 36).
Muy bien. Lo que pasa es que esos criterios y propósitos se encuentran no solo con-
trapesados, sino de hecho bloqueados por la afirmación de otra instancia última, in-
apelable: la instancia clerical. Y ahí no se atisba ningún avance en este documento.
En ningún momento reivindica, ni siquiera sugiere, la abolición indispensable y
posible del vigente modelo clerical, piramidal, autoritario, patriarcal de la ins-
titución eclesial. De modo que no quedan resquicios para una radical conversión
estructural de la Iglesia. Afirma, faltaría más, que la autoridad ha de ser ejercida como
servicio, y que es preciso “favorecer una visión renovada del ministerio ordenado, pa-
sando de un modo piramidal de ejercer la autoridad a un modo sinodal” (n. 36).
Pero nunca pone en tela de juicio el modelo jerárquico clerical como tal. Insiste
también en que la autoridad ha de ejercitada con “transparencia y rendición de cuen-
tas” (n. 74, 75, 78, 92), pero no se pregunta de dónde o de quién proviene la autoridad
ni propone medios para un control efectivo de su ejercicio. Las condiciones demo-
cráticas elementales de legitimidad de la autoridad en la Iglesia brillan por su ausen-
cia. La palabra democracia no se conoce. La transparencia y la rendición de cuentas
son cruciales, pero serán quimeras mientras el sistema clerical quede incólume, mien-
tras la potestad primera y la última palabra, emanadas de lo alto, pertenezcan a la
jerarquía. Es la jerarquía la que elige a la jerarquía y se considera a misma co-
mo elegida por Dios. Se cierra en círculo.
El texto lo deja muy claro: “La sinodalidad no supone en modo alguno la devaluación
de la autoridad particular y de la tarea específica que Cristo mismo confía a los
Pastores: los Obispos con los Presbíteros, sus colaboradores, y el Romano Pontífice
como “principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad tanto de los Obispos
como de la multitud de los Fieles” (n. 8, citando la Constitución Lumen Gentium 23
del Vaticano II). (Lo mismo se repite en los nn. 10, 37, 38,69, 88, 101…). Por si a
alguien le cabe alguna duda: “En una Iglesia sinodal, la competencia decisoria del
Obispo, del Colegio episcopal y del Romano Pontífice es inalienable, ya que hunde
sus raíces en la estructura jerárquica de la Iglesia establecida por Cristo” (n. 70).
Dicho queda.
No hay mejor reflejo ni peor efecto del clericalismo sacralizado e inamovible que
el lugar y el papel que se reconoce a la mujer en la Iglesia. Y lo que dice el
Instrumentum laboris al respecto me parece algo patético. Insiste en “la necesidad de
dar un reconocimiento más pleno a los carismas, la vocación y el papel de las mujeres
en todas las esferas de la vida de la Iglesia” (n. 13), aboga por “una participación más
activa de la mujer en todos los ámbitos eclesiales" (n. 15), por “un acceso más amplio
a los puestos de responsabilidad en las diócesis y en las instituciones eclesiásticas”,
incluso por “un aumento del número de juezas en los procesos canónicos” (!), pero
todo ello “de acuerdo con las disposiciones existentes” (n .16) (clericales, claro está).
Justo asoma una referencia, muy escueta, a “la admisión de las mujeres en el minis-
terio diaconal”, para decir que no hay acuerdo al respecto, que “esta cuestión no será
objeto de los trabajos de la Segunda Sesión” del Sínodo (¿debemos entender que el
Sínodo es para tratar sobre aquello en lo que todo el mundo está de acuerdo?) y que…
“es bueno que continúe la reflexión teológica” (n. 17).
Doctores tiene la Iglesia que sabrán responderos. Y aumenta mi perplejidad al
constatar que la piedra de toque del clericalismo, la cuestión de la ordenación
sacerdotal” de la mujer ni siquiera se menciona en el documento, cuando ha
estado presente en todas las mesas, parroquias, países y continentes, en todas las eta-
pas, fases e informes. Interprételo cada cual. Personalmente, en los números sobre el
papel de la mujer en la Iglesia percibo cierto deje de mala conciencia, como si los
redactores (presumo que casi todos clérigos) nos dijeran: “Perdón, lo sentimos, pero
así lo quiso Cristo, así lo quiere Dios”. ¿Cómo lo saben?
Así llevamos décadas, siglos y milenios, metidos en el callejón sin salida del clerica-
lismo. No será posible un verdadero sínodo, un camino compartido, una Iglesia
de hermanas y hermanos, libres e iguales, mientras no se derribe el muro, el sis-
tema, el modelo clerical. Y este Instrumentum laboris no lo rompe, ni lo cuestiona,
ni lo mira siquiera, a pesar de que dos veces utiliza el término “clericalismo” e incluso
denuncia sus “efectos tóxicos” (n. 35; cf. n. 75).
Pero el Espíritu (gran ausente de este documento) no se deja poseer ni se deja
encerrar. El Espíritu vibra en el corazón de todos los seres sin excepción y sin
exclusión. El Espíritu es el verdor de la vida, el movimiento, la relación, la creati-
vidad universal, la novedad permanente. El Espíritu atraviesa todos los credos y siste-
mas, muros y murallas, y abre sin cesar nuevos caminos de luz y de aliento.
A
A
P
P
R
R
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R
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A
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I
V
V
I
I
R
R
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D
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J
E
E
S
S
Ú
Ú
S
S
La vida de un cristiano comienza a cambiar el día en que descubre que Jesús es alguien que
le puede enseñar a vivir. Los relatos evangélicos no se cansan de presentarnos a Jesús como
Maestro. Alguien que puede enseñar una «sabiduría única». Esa sabiduría que tanto
sorprende a sus vecinos de Nazaret.
De hecho, los primeros que se encontraron con él se llamaron «discípulos», alumnos, es
decir, hombres y mujeres dispuestos a aprender de su Maestro Jesús.
Los cristianos de hoy tenemos que preguntarnos si no hemos olvidado que ser cristianos es
sencillamente «vivir aprendiendo» de Jesús. Ir descubriendo desde él cuál es la manera más
humana, más auténtica y gozosa de enfrentarnos a la vida.
C
uántos esfuerzos no se hacen hoy para aprender a triunfar en la vida
: m
étodos para obtener el
éxito en el trabajo profesional
,
técnicas para conquistar a
m
igos
,
artes para salir triunfantes en las
relaciones sociales. Pero ¿dónde aprender a ser sencillamente humanos?
Son bastantes los cristianos para quienes Jesús no es en modo alguno el inspirador de su
vida. No aciertan a ver qué relación pueda existir entre Jesús y lo que ellos viven a diario.
Jesús se ha convertido en un personaje al que creen conocer desde niños, cuando en
realidad sigue siendo para muchos el «gran desconocido». Un Jesús sin consistencia real,
incapaz de animar su existencia diaria.
Y, sin embargo, ese Jesús mejor conocido y más fielmente seguido podría transformar
nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a
la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el fondo mismo de nuestro ser, nos
acompaña con paciencia, comprensión y ternura.
Él puede ser nuestro maestro de vida. Nos puede enseñar a vivir, no para manipular a otros,
sino para servir. Nos puede descubrir que es mejor vivir dando que acaparando. Escu-
chando su mensaje y siguiendo sus pasos podemos aprender a vivir de manera más solidaria
y menos egoísta, a arriesgarnos más por todo lo que es bueno y justo, a querer a las
personas como las quería él, a confiar en el Padre como él confiaba.
E
stá en pleno debate en nuestro país la cuestión de la reducción de la jornada laboral de
40
a
37,5
horas se
m
anales
,
por supuesto
sin la reducción de los salarios
. E
l
M
inisterio de
T
ra-
bajo
,
en sintonía con los sindicatos y la
I
zquierda política
,
aboga por la i
m
plantación de esa
medida. Se opone a ella la patronal en la
M
esa del
D
logo
S
ocial
. A
ntonio
G
ara
m
endi
,
presidente de la
C
onfederación
E
spañola de
O
rganizaciones
Em
presariales
,
en su crítica
a la propuesta del
M
inisterio de
T
rabajo, aseguró que tal reducción
equivale a regalar
casi por decreto
12
días de vacaciones pagadas (por la empresa) al año
.
El sector social que Garamendi representa y cuyos intereses defiende pasa por alto el
dato de que en
E
spaña el incre
m
ento de la productividad fue de
un
15
% desde
1995
,
m
ientras los salarios en r
m
inos reales sólo lo han hecho un
1,5
2
%, lo que da
m
argen
para reducir jornada manteniendo el mismo salario
. E
vidente
m
ente
,
se trata
,
una vez
m
ás
,
del eterno conflicto entre la gente que trabaja y la que vive del trabajo ajeno
. V
a
m
os a ver
que este últi
m
o tipo hu
m
ano, el que vive del trabajo ajeno, sie
m
pre fue hostil a cualquier
reducción del tie
m
po laboral
. Y
sie
m
pre quiso utilizar el poder público en su provecho.
L
a historia viene de antiguo
. T
an de antiguo co
m
o la existencia del control de los
m
edios
de producción
. C
on la aparición de la agricultura
,
la posesión de la tierra de cultivo pasó
a ser el factor y el signo del do
m
inio social
. Y
a desde entonces
,
la apropiación del terreno
cultivable tuvo un carácter privado
,
es decir
,
era un acto
,
de fuerza por supuesto
,
realizado
por personas individuales en provecho propio y con exclusión de los de
m
ás
m
ie
m
bros del
colectivo hu
m
ano
. A
la población quedaba dividida
: m
uchos, por carecer de la posesión
de tierra, se veían obligados a trabajar para los poseedores de ese
m
edio de producción,
la clase social que vivía del trabajo ajeno.
M
antener ese desequilibrio social requería fuerza coercitiva
. L
os poderes públicos
,
al
m
argen
de las transfor
m
aciones que experi
m
entaron en ese proceso
m
ilenario
,
sie
m
pre tuvieron
,
y siguen teniendo, la función de realizar, en provecho del colectivo
,
tareas que los
m
ie
m
bros del colectivo no pueden realizar privada
,
individual
m
ente
. U
na función que
,
clara
m
ente, no se puede realizar de forma privada, individual, es el reparto equitativo
del producto del trabajo. Una tarea pendiente, que el poder público no pudo acometer
plenamente, es la de gestionar ese justo reparto. Vamos a ver que quienes viven del
trabajo ajeno recurren al poder público para la conservación de la situación social que
les beneficia y se revuelven contra él cuando, como ahora sucede, el poder público
apoya medidas de igualación social.
E
l pri
m
er intento de reducción del tie
m
po laboral fue el estableci
m
iento del descanso del
sépti
m
o día de la se
m
ana
. P
or lo que se puede colegir del relato bíblico
,
la iniciativa a favor
de quienes debían de ganarse el sustento trabajando procedía del
m
ovi
m
iento profético
(
siglos
VII
-
VIII
a
. C.),
que equivalía
,
en aquella época
,
a las actuales fuerzas de
I
zquierda
. Y
a
entonces, la clase terrateniente que vivía del trabajo de sus siervos ca
m
pesinos, se opuso a
esa
m
edida y utiliel poder político para sabotearla y perseguir a los profetas que la
pro
m
oan
. E
s pico el caso del profeta
I
saías que fue asesinado por orden del rey
M
anas
de
J
udá
. P
ero cuando otro rey
, J
osías
,
dispuso aplicar esa
m
edida del descanso sabático
,
se volvió contra él la clase de los grandes terratenientes hasta conseguir aniquilarlo.
S
abe
m
os que deb sufrir tal persecución todo el que se i
m
plicó en el proyecto protico
liberador
,
co
m
o
J
esús de
N
azaret que expulsaba a los
m
ercaderes del
T
e
m
plo y decía
que no se puede servir a
D
ios y al dinero. Precisamente el dinero; con el desarrollo del
proceso productivo fueron apareciendo otros factores
,
aparte de la posesión de la tierra
,
que eran signo de control econó
m
ico
. A
ctual
m
ente es el capital el ele
m
ento que expresa
y garantiza la posesión de los
m
edios de producción
. E
l poder de quienes actual
m
ente viven
del trabajo ajeno se
m
ide por el capital que pueden invertir en el proceso productivo.
E
ste personal se opone sie
m
pre
,
por principio
,
a toda
m
edida de reducción de la duración
del trabajo que les beneficia
:
el trabajo ajeno
. L
a i
m
plantación de la jornada laboral de 8
horas se realizó con su total oposición.
L
a
F
iesta del
T
rabajo se estableció en recuerdo de la
huelga del 1 de
m
ayo de
1886
,
en
EE.UU.
reclamando la jornada laboral de
8
horas diarias
(
48
horas se
m
anales
). E
n la represión de ese
m
ovi
m
iento reivindicativo fueron ejecutados
varios trabajadores en
C
hicago
. F
ue una de las innu
m
erables ocasiones en las que el poder
público
,
traicionado su
m
isión
,
asu
m
e la defensa de quienes viven del trabajo ajeno.
T
odas las reivindicaciones de los trabajadores
,
bien sean de reducción de jornada laboral
co
m
o de incre
m
ento salarial contaron
,
y siguen contando
,
con la oposicn de ese personal
que piensa que el resto de la hu
m
anidad debe sacrificarse en su beneficio y que el control y
posesión de los
m
edios de producción deben ser un asunto privado y no objeto de inter-
vención pública, estatal. Si el mencionado asunto de los mártires de Chicago fue el
detonante por la lucha por la jornada de
8
horas
,
ta
m
bn el
m
ovi
m
iento fe
m
inista tuvo sus
m
ártires que impulsaron la
m
ovilización de las
m
ujeres por la
m
ejora de sus condiciones de
trabajo
. E
l
25
de
m
arzo de
1911
,
en
N
ueva York, murieron 146 personas, mujeres en su
mayoría, que estaban encerradas en sus locales de trabajo.
E
l derecho a vacaciones anuales y otras reducciones de jornada se fueron consiguiendo
a lo largo de una prolongada lucha a la que la patronal sie
m
pre opuso resistencia
. L
a patro-
nal
,
co
m
o ente organizado de los inversores de capital
,
se considera un interlocutor que
tiene algo que decir cuando se trata
,
como en esta ocasión, de algo relacionado con los
intereses de los trabajadores
. Y
su intervencn
,
exponiendo argu
m
entos en contra de toda
m
ejora, salarial o de jornada laboral, tiene siempre el carácter de amenaza y chantaje a
los poderes públicos que apoyan las reformas.
L
o peor del caso es que está asu
m
ido sin discusión el derecho a existir de ese sector o clase
social que se arroga la propiedad de los
m
edios de producción y cuya participación en
el proceso productivo es la percepción de beneficios
. ¿C
ndo co
m
prendere
m
os que algo
co
m
o el proceso productivo
,
que atañe a la totalidad del colectivo social
,
debe ser
gestionado por una autoridad pública que actúe en beneficio de todos por igual? La
alternativa que se está dando en la realidad genera privilegios y desigualdad, todo en
beneficio de quien se arroga el control del proceso productivo y la propiedad de los
m
edios de producción. La clase social que vive y se enriquece gracias al trabajo ajeno.