los dogmas cristológicos. El autor lo logra brillantemente en estas páginas concisas
y profundas, claras y hondas. Mi más sincera enhorabuena a Paul Fleuret.
Como para él, también para nosotros el Símbolo o Credo que seguimos recitando y
los dogmas cristológicos que siguen presentándose como líneas rojas de la “fe
verdadera” se han vuelto increíbles e impredicables en su literalidad. Están ligados
a una cosmovisión geocéntrica, jerárquica y patriarcal, y a una filosofía que
distingue dos mundos (el físico y el metafísico). Ya no podemos concebir a Dios
como entidad supramundana y extrínseca, substancia en sí, personal y
antropomórfica, que interviene, se revela y se encarna en el mundo de manera
puntual o definitiva cuando quiere. Necesitamos nuevas metáforas para decir el
misterio indecible de cuanto es: Realidad fontal, Aliento cósmico, Creatividad
universal, Eros que todo lo atrae, Amor que en todo se da y se crea sin cesar…
Tampoco, en consecuencia, podemos concebir a Jesús como Hijo único y eterno de
Dios, de la misma substancia del Padre, sola encarnación plena de Dios en el
cosmos. Tampoco podemos afirmar que sea el hombre perfecto –una contradicción
en los términos–, ni siquiera el más perfecto –¿quién puede medirlo y de qué sirve
comparar?–. Pero somos sus discípulos y es nuestro modelo de ser humano
inspirado, bueno y feliz, libre, fraterno y sanador. Es para nosotros la figura de lo
que somos y queremos ser. Todos los hombres y mujeres somos Cristos en camino,
como el mismo Jesús, pero él es para nosotros, sus seguidores, el icono y la
metáfora encarnada del Aliento vital, de la Creatividad universal, de lo humano o de
lo divino, del mundo liberado hacia el que queremos caminar.
Queremos vivir y decir nuestra fe en coherencia con la visión de la realidad y de la
vida que consideramos más razonable, justa y plenificante, feliz: una visión
holística, ecológica, feminista, fraterno-sororal, a un tiempo mística y política.
Queremos caminar, descalzos y en éxodo, con Jesús y con todos los hombres y
mujeres inspiradas del pasado y del presente, más allá de Iglesias, dogmas y
fronteras confesionales. Nos inspira en particular la figura de Jesús, más allá de su
mera historia documentada y más allá de todo Credo cerrado. Nos inspiran su
libertad profética, su compasión sanadora, su esperanza activa y liberadora, su
fraternidad-sororidad universal y sus sabias enseñanzas, entendiéndolas y
expresándolas de manera iluminadora y creativa para el mundo de hoy. “No tengáis
miedo, nos dice. No os hace cristos humanos o divinos, El aliento vital, como el agua de la
fuente, el sentido de las palabras o el espíritu de la letra nunca se repiten ni se dejan
atrapar. No os hace Cristos lo que creéis, sino lo que confiáis y creáis. Levantaos y caminad.
Inventad, cread. Osad”.
José Arregi, Aizarna, 10 de abril de 2025
(Publicado como prólogo del libro : Paul Fleuret, Le Credo de Nicée est-il toujours
croyable?, Karthala, 2025)