Papa es una distorsión del Evangelio y de la verdadera esencia del cristianismo.
Desde su perspectiva, el cristianismo no debería girar en torno a figuras de poder ni
a una autoridad incuestionable, sino en torno a Jesús de Nazaret y su mensaje de
fraternidad, servicio y amor al prójimo. La papalatría aleja a la Iglesia de su misión
esencial, convirtiéndola en una institución de poder jerárquico más que en una
comunidad de fe.
La infalibilidad papal, proclamada en el Concilio Vaticano I (1870), es vista por
Castillo como un desarrollo histórico y político más que una necesidad teológica
fundamentada en el Evangelio. Ha criticado la idea de un Papa omnipresente y
omnisciente, recordando que todos los seres humanos, incluidos los Papas, son
falibles, limitados y situados en un contexto histórico concreto. Además, Castillo
siempre ha defendido que una Iglesia verdaderamente evangélica debería ser
mucho más horizontal, donde el papel de todos los creyentes sea esencial, no solo
el de las autoridades eclesiásticas. En ese sentido, la papalatría contradice la
colegialidad y la corresponsabilidad que el Concilio Vaticano II pretendía.
En su artículo “La democracia anulada”, Castillo critica la concentración de poder
en la figura del Papa y aboga por una estructura eclesial más democrática:
“Después del análisis, que acabo de presentar, se puede —y creo que se debe—
concluir que el mayor daño, que la autoridad jerárquica le ha hecho a la Iglesia,
ha consistido en la usurpación de un poder que no le corresponde”.
Esta afirmación refleja su postura crítica hacia una concepción del papado que
acumula un poder excesivo, alejándose de los principios evangélicos de servicio y
humildad. En otra ocasión, Castillo expresó su apoyo al Papa Francisco y su
preocupación por las resistencias que enfrenta dentro de la Iglesia: “Es un secreto
a voces que, en la Iglesia y fuera de ella, hay gente que no soporta al papa
Francisco. [...] Lo más extraño, en este desagradable asunto, es que estamos ante
un fenómeno que, en buena medida, es nuevo en la Iglesia”. Aquí, Castillo señala
cómo ciertos sectores eclesiásticos, tradicionalmente defensores del papado, ahora
se oponen a Francisco debido a su enfoque pastoral y evangélico, lo que evidencia
una contradicción en la actitud hacia la figura papal.
Además, en una entrevista, Castillo relató una conversación con el Papa Francisco,
quien le agradeció su apoyo y le animó a continuar escribiendo: “Me dijo que
quería agradecerme lo mucho que lo defiendo y digo a favor suyo. Luego me
pidió: 'Rece por mí. Lo necesito mucho'”. Este testimonio subraya la conexión
entre Castillo y el Papa Francisco, así como su compromiso compartido con una
Iglesia más cercana al mensaje de Jesús.
En resumen, José María Castillo critica la papalatría al considerar que una visión
sacralizada del papado puede desviar a la Iglesia de su misión evangélica. Aboga
por una estructura eclesial más democrática y por un liderazgo papal que refleje los
valores de humildad y servicio presentes en el Evangelio.