A
veces, aunque uno no quisiera, -para no molestar-
acaba pensando
,
dando vueltas a algo que va cono-
ciendo. Quienes se han preocupado de dar la alarma
nos recuerdan que un
m
ontón de personas en todo el
m
undo
,
a lo
m
ejor novecientos
m
illones de personas
,
pasan hambre. No es que tengan hambre, pasan
hambre, que no es algo transitorio. Yo puedo decir
a mi madre: tengo hambre, y ella me responde:
enseguida está la cena. Sé que voy a cenar. Quien
pasa hambre es alguien que probablemente no tiene
trabajo, y ni hoy, ni mañana, sabe qué va a comer.
Ni él ni sus nenes. Ni ella, ni esas criaturas que la
rodean. Y si come algo que encuentre, será algo
que no alimenta, aunque engorde. Algo que no
nutre. Por eso se dice que esa gente esta des-
nutrida, que es una forma de ocultar que pasa
hambre, vive con hambre, sobrevive.
Yo conozco esa realidad, conozco los datos, los
números, pero no acabo de imaginarme que detrás
de esos novecientos millones hay caras y ojos y
corazones y lloran y desesperan...
Y frecuentemente, en nuestras reuniones nos que-
damos en silencio, incómodos. Porque yo no paso
hambre... Y yo no tengo ninguna respuesta. Y me
viene a la memoria lo que a muchos de nosotros y
nosotras nos pa cuando éra
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os niños
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a
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,
no
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gustan las lentejas
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tantos que no tienen que co
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er, y
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...”. Y
respondía
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os a nuestras
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adres: y yo
, ¿
qué culpa tengo
?
José Antonio Noval es
cura diocesano aunque
desempeñó labores de
misionero en Guatema-
la durante 20 años.
Natural de Pola de Sie
-
ro, estuvo 29 años de
cura en el campo en
Tineo y una temporada
de cura obrero en Avi
-
lés. Desde el año 2003
ejerció como misionero
en una parroquia del
departamento de San
Marcos, al suroeste de
Guatemala.
Al
, T
o hubo de cons
-
tatar la grave situación
de hambre y desempleo
existente
,
con a
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plias zo
-
nas cuyo índice de po
-
breza alcanza el 90 %.
El 80% de la tierra, un
bien i
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prescindible
,
está
en manos del 20% de la
población
. A
llí
,
quien no
posee tierra no puede
comer.
A
ctual
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ente
, T
oño vive
como sacerdote jubila-
do en la parroquia gijo-
nesa de
S
an
P
edro
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bro de nuestra
C
o
-
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unidad de Cristianos
de Base de Gijón.
De verdad, ¿yo no tengo nada que ver con todo esto? Culpa no. Pero ¿no
hay aquí algo que falla? Vivimos en una época en que no sólo conocemos
y sabemos lo que sucede; también sabemos por qué sucede.
Fatema vive en Bangladesh y allí trabaja en una de tantas fábricas que
hacen ropas que después se llamarán Nike, Tommy Hilfiger, Zara. Uno
de esos trabajos que nadie en un país rico aceptaría a cambio de esos
salarios miserables y vergonzosos. Ahí que una empresa consigue
rentabilidad. Fatema dice que le da miedo ir a trabajar. Miedo del
fuego. Su taller, atestado, mal ventilado, lleno de telas y productos
químicos, está en el quinto piso de un edificio de ocho; donde cada piso
es una pequeña fábrica con un centenar de obreras amontonadas en sus
máquinas, sin ventilación, con escaleras angostas y oscuras; la
construcción suele ser muy deficiente, y ades, como la luz se corta
todo el tiempo, las terrazas están llenas de generadores que agregan
peso que esas estructuras soportan apenas, o no soportan. Los
incendios, los derrumbes son frecuentes. En los cinco últimos años, s
de mil obreros murieron calcinados.
Pero tampoco puedo faltar. Cada día que no voy me descuentan dos, Y
si llego tarde tengo que trabajar, pero no me pagan la jornada.
Ya yo que las preguntas nos molestan. Pero, si después de una
conversacion con Fatema, o con los millones de Fatemas les
preguntásemos a nuestros alumnos, ¿qué nos responderían?. Imaginemos
que en clase le preguntamos a Naty: ¿Por qué son tan pobres en
Bangladesh? Porque les pagan muy poco, los explotan. Y por qué
aceptan el trabajo en esas condiciones? Porque no tienen otra salida: o
eso, o el hambre. ¿Y quién, se beneficia de esta explotación? Muchos,
dice Naty. Pero dime algún nombre. Por ejemplo, yo que compro esa
ropa, sabiendo de donde viene.
Pero no sólo Naty y yo y tantos otros y otras que vestimos con esas ropas.
Amancio Ortega, -dicen que es el hombre más rico de España- en el o
2012 aumentó su fortuna en casi veinte mil millones de dólares. Su
principal empresa, Inditex -Zara- fabrica cada vez más en India, China y
Bangladesh. Un cuarto de millón de personas trabaja para él en estas
zonas.
También es verdad, que ayuda a Caritas y regala cien millones de euros
para paliar el desastre de la Dana. Se me olvidaba.
¿Qué se te olvidaba?